Padre Claudio Díaz Jr.

La Cuaresma es un tiempo para recobrar la nueva vida en Cristo

jueves, febrero 29, 2024

Es en el desierto donde el ser humano se puede encontrar más vulnerable. Aunque la intención de retirarnos al desierto sea una de silencio interior, meditación y oración, el enemigo sigue trabajando a tiempo completo. No podemos “bajar la guardia”. Es en momentos de seguridad existencial, de profundidad en la oración y de bonanza espiritual donde surgen tentaciones, algunas muy obvias y otras muy veladas, para distraernos de lo que es verdadero, hermoso y salvífico.

¿En cuántas ocasiones una familia, viviendo la fe que la constituyó como familia en Cristo se ve amenazada repentinamente por un conflicto o crisis? Fue así el caso de Jesús en el desierto.  En medio de la paz de su oración lo atormenta el enemigo.

Jesús fue tentado con pan, que simboliza todo aquello necesario o atractivo para el cuerpo. Esta tentación fundamental se traduce en varias formas. El cuerpo se mueve a la mera satisfacción, tratando de llenar un vacío y esto se da con todo tipo de distracción desde lo más fundamental, la comida, hasta lo más complejo, por decir, fama. La segunda tentación de Jesús pretende que él demuestre que es Dios.  El enemigo lo coloca en una posición donde se sienta obligado a expresar su divinidad, dándose a conocer por un evento extraordinario donde él simplemente pueda lucir su infinidad. Finalmente, Jesús es tentado con poder terrenal donde él sea receptor de todos los honores, acólitos y reconocimientos que el mundo pueda dar y él pueda humanamente disfrutar. Pero hay un solo detalle:  es a cambio de que adore la vanidad, lo vacío y las promesas huecas de la antítesis de Dios.

La Cuaresma es un tiempo para recobrar la nueva vida en Cristo. Al unirnos con él en el desierto, particularmente en este tiempo litúrgico, colocamos nuestra atención en lo que verdaderamente tiene valor, tanto en esta vida como en la futura. Jesús combatió las tentaciones con oración, ayuno y eventualmente con su servicio al prójimo. De su experiencia en el desierto se mueve a la tarea de predicar la Buena Nueva y predicar el arrepentimiento para poder hacer del Reino de Dios una realidad entre nosotros.

Siguiendo el ejemplo de Jesús, estemos preparados en todo momento para combatir toda tentación. Que Jesús sea nuestro escudo y fortaleza. Que a través de los tesoros de la Iglesia: los sacramentos, el ayuno, la oración, la abstinencia y nuestros ministerios, podamos salir victoriosos “flotando sobre las aguas” del pecado con nuestro bautismo.

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