Internacional

Cuatro nuevos beatos salvadoreños ofrecen ejemplo mundial para la Iglesia

Por Monseñor Oswaldo Escobar Aguilar
miércoles, febrero 2, 2022

Feligreses portan las imágenes de los nuevos beatos, el jesuita mártir, Rutilio Grande y el mártir franciscano Cosme Spessotto, durante la misa de beatificación en San Salvador, El Salvador, el 22 de enero de 2022. Foto: José Cabezas, Reuters/CNS

CHALATENANGO, El Salvador (CNS) -- Las beatificaciones de dos sacerdotes y dos laicos en El Salvador el 22 de enero muestran un ejemplo de nuestra iglesia salvadoreña como iglesia martirial.

El padre jesuita Rutilio Grande, el padre franciscano Cosme Spessotto, Nelson Rutilio Lemus, Manuel Solórzano, todos murieron por la misma causa: el Evangelio.

El más conocido de los cuatro, y probablemente del que más se habla, es del padre Rutilio.

Así como san Romero exigió justicia a nivel nacional, el padre Rutilio exigió justicia para los pobres del campo, gente que era menos visible en los ojos de los poderosos. Como muchos salvadoreños, el padre Rutilio sufrió heridas psicológicas fuertes. Algunos surgieron de su pasado como un hijo de la pobreza rural. Con la gracia y la misericordia de Dios, mejoró y buscó una mejor forma de vida, no para sí mismo, sino para los campesinos, los trabajadores agrícolas, los niños obreros.

Al defender lo que se les debía como hijos de Dios, una vida digna, salarios dignos, comida, educación, el derecho de reunirse para practicar su fe, encontró la muerte en rumbo a una novena el 12 de marzo de 1977. Acompañado por sus dos compañeros en el martirio, un adolescente y un sacristán de unos 70 años -dos laicos comprometidos- murió tras recibir más de una decena de disparos por parte de quienes creían que difundía un mensaje peligroso.

El padre franciscano Cosme Spessotto podría haber vivido una vida mucho más feliz y cómoda en cualquier convento de Italia, su país natal. Pero vino a El Salvador en la década de 1950 para vivir en la pobreza, entre los nonualcos, un pueblo indígena cuyo pasado había incluido el exterminio de sus antepasados patrocinado por el estado en 1932. Trayendo algunas tradiciones de su país, pasó por los senderos de San Juan Nonualco, llevando el Evangelio por toda la región en una motocicleta Vespa y enseñando a los salvadoreños locales a cultivar uvas para la producción de vino, algo que aprendió de su padre.

Cuando los tambores de guerra comenzaron a sonar en El Salvador en la década de 1970, impidió que los militares tomaran una iglesia en la región que pastoreaba, les ordenó que liberaran a sacerdotes que habían detenido, diciéndoles que Jesús estaba adentro y observaba lo que hacían.

Pastoreó a los padres de familia que tenían hijos e hijas desaparecidas y habló en defensa de los catequistas que nunca regresaron, no porque andaban difundiendo propaganda política, como se les acusaba, sino que iban llevando la palabra de Dios a lugares remotos de El Salvador.

Cuando el padre Rutilio fue martirizado, Cosme se pronunció en contra de su asesinato e intensificó sus denuncias de lo que los militares estaban haciendo a los civiles.

Ante las crecientes amenazas de muerte en su contra, escribió una carta sin fecha, perdonando a sus asesinos en caso de que le hicieran daño.

Con nuestros hermanos laicos, Nelson y Manuel, la iglesia está reconociendo un importante sacrificio por parte de los laicos. Se decía que acompañaban al padre Rutilio a todas partes sin pensar en el peligro que su pastor corría constantemente. Estos mártires laicos representan a agentes de pastoral, ministros que nuestra iglesia sacrificó durante la guerra de los años 70 y 80, época de una cruenta persecución contra una iglesia que optó por estar del lado de los pobres.

Es una iglesia que algunos todavía niegan al no aceptar el Concilio Vaticano II.

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