Padre Claudio Díaz Jr.

Jesús y las tentaciones

marzo 3, 2023

Jesús va al desierto con el objeto de hacer oración y contemplación, encontrándose en una posición vulnerable. El enemigo le ataca. Aunque la intención sea de silencio interior, meditación y oración, el enemigo trabaja a tiempo extra. Es precisamente cuando el hombre o la mujer se encuentra en una posición existencial de profundidad en su oración y de bonanza espiritual donde surgen tentaciones, algunas muy veladas, para distraernos de lo que es verdadero, hermoso y salvífico.

¿En cuántas ocasiones una familia viviendo la fe que la constituyó como familia en Cristo se ve amenazada repentinamente por un conflicto o crisis? Fue así el caso de Jesús en el desierto. En medio de la paz de su oración lo atormenta el enemigo.

Jesús fue tentado con el pan que representa todo aquello necesario o atractivo para el cuerpo. Esta tentación fundamental se traduce en varias formas. El cuerpo se mueve a la mera satisfacción, tratando de llenar un vacío y esto se da con todo tipo de distracción desde lo más fundamental, la comida, hasta lo más complejo, por decir fama.

La segunda tentación de Jesús quiere que él demuestre que es Dios. El enemigo lo coloca en una posición donde se sienta obligado a expresar su divinidad, dejándose conocer por un evento extraordinario en donde él simplemente pueda lucir su infinidad.

Finalmente, Jesús es tentado con el poder terrenal donde él sea receptor de todos los honores, acólitos y reconocimientos que el mundo pueda dar y él pueda humanamente disfrutar. Pero hay un detalle: es a cambio de que adore la vanidad, lo vacío y las promesas huecas de la antítesis de Dios.

La Cuaresma es un tiempo para recobrar la nueva vida en Cristo. Al unirnos con él en el desierto, particularmente en este tiempo litúrgico, colocamos nuestra atención en lo que verdaderamente tiene valor en esta vida como en la futura. Jesús combatió las tentaciones con oración, ayuno y eventualmente con su servicio al prójimo. De su experiencia en el desierto se mueve a la tarea de predicar la Buena Nueva y predicar el arrepentimiento para poder hacer el Reino de Dios una realidad entre nosotros.

Siguiendo el ejemplo de Jesús, estemos preparados en todo momento, para combatir toda tentación. ¡Qué Jesús sea nuestro escudo y fortaleza! Que a través de los tesoros de la Iglesia, los sacramentos, el ayuno, la oración, la abstinencia y nuestros ministerios, podamos salir victoriosos, dejándonos el enemigo tranquilo para hacer el trabajo de Dios.

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