Padre Claudio Díaz Jr.

Desde la Misión - La base de la familia

jueves, diciembre 31, 2015

La fiesta de la Sagrada familia, celebrada en época navideña, nos narra la realidad de la familia de Jesús, María y José. Esta familia no escapó a las tensiones, ansiedades y procuraciones de cualquier otra familia de Nazaret. Entre ellas, sabemos del niño Jesús perdido y hallado en el templo. María y José compartieron la agonía de no saber donde estaba su hijo e igualmente grande fue su gozo al encontrarlo a salvo. Todos estaban confrontando las tensiones cotidianas de una familia que crecía unida; María y José criando al hijo de Dios y Jesús encontrando su lugar en una familia humana.

Algo que los ayudó fue el sentido de unidad que ejercitaron. Iban todos creciendo en el espíritu unidos. Discernían la voluntad de Dios, oraban y trabajaban confiados en que se tenían los unos a los otros. Vivieron como familia con todas sus idiosincrasias y sus desafíos pero también vivieron con lealtad, respeto, reverencia generosidad y sobre todo con amor.

Una casa feliz no está hecha meramente de ladrillos, madera o roca sino que tiene a Dios como su fundación. La familia de Nazaret vivió en plena solidaridad con ellos mismos. Estamos llamados a crear ese tipo de casa, de hogar y de familia.

Es en la casa, en el hogar, donde se forja la familia. Todo comienza con el matrimonio cuando comprende el concepto de la unión humana y sacramental. Cuando los esposos son amigos, novios, conyugues y compañeros, la base de la familia se solidifica y puede enfrentar como una unidad los desafíos que la vida les traiga. El fortalecer la familia es fundamental. Es allí donde yace la raíz. Es allí donde se da la solidaridad, sabiduría y fortaleza para salir adelante. El amor entre los esposos tiene que darse primero, generosamente, siendo “el primer rostro de Dios” que los hijos ven. Los esposos necesitan amar.

Esta identidad debe continuar con los hijos. Los hijos tienen que saber quienes son. En el caso de las familias hispanas los hijos deben saber que están en dos mundos; la cultura hispana del hogar y la cultura del mundo inmediato, el mundo norteamericano angloparlante. Imprescindible es que los padres enseñen la cultura doméstica, nuestras costumbres, nuestro idioma, nuestras tradiciones con claridad, con conocimiento, entusiasmo y orgullo. Los hijos comenzarán con el espejo de los padres pero eventualmente tendrán que hacer suyos la cultura, su realidad y su fe. Los hijos necesitan amar.

Los roles familiares no se deben confundir. ¡Que los hijos sean hijos! Que lleven sus vidas inspirados por el ejemplo de los padres y de esa manera aspiren a tener una vida mejor. ¡Que los padres se atrevan a ser padres! Ya sus hijos seguramente tienen amigos de sobra. A ustedes padres de familia les toca ejercitar ese llamado con autoridad, conocimiento y amor.

Necesitamos esa esperanza. Pero no una esperanza basada sólo en palabras sino con fundamentos, principios, respeto a la autoridad, sentido de familia y sobre todo amor a Dios. La Sagrada Familia tuvo muchos retos; pobreza, persecución, posible crítica social, la pérdida de niño en el templo y demás. Seguramente tuvieron problemas familiares como los de las familias de hoy en día. Pero no se dejaron vencer por las circunstancias, los retos y los problemas. Todos los confrontaron con identidad familiar, con unidad, con valores y con su fe en Dios. Que ese sea nuestro modelo… Que los padres sean padres y los hijos sean hijos, para que algún día todos puedan ser santos.

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