Monseñor Michael Boland

Nadie debería estar sin techo

enero 1, 2016

Nadie debería estar sin un lugar en donde vivir. Sin embargo, en una noche cualquiera hay aproximadamente 14,000 personas sin hogar en Illinois, y en el transcurso del año, algunos organismos calculan que más de 100,000 personas experimentan la indigencia.

Es desgarrador ver a alguien durmiendo en la calle. Pero lamentablemente, las personas desamparadas que vemos son de hecho apenas un pequeño porcentaje de la población que no tiene un hogar. La mayoría de indigentes son familias de escasos recursos con hijos que pueden estar viviendo con amigos o familiares, sin que los notemos, o bien fuera de nuestra vista, viviendo en refugios de emergencia.

Aunque sabemos que la enfermedad mental, el abuso de sustancias y la violencia doméstica pueden contribuir a perder la vivienda, no todas las familias desamparadas enfrentan estos desafíos. Para muchas familias pobres que trabajan, el problema es principalmente económico. La grave escasez de vivienda asequible en esta área metropolitana caracterizada por alquileres elevados, combinada con trabajos de salarios bajos, provoca que todos los ingresos de la familia se gasten y que lleguen con dificultades al próximo día de pago. Su presupuesto mensual es tan apretado que casi cualquier emergencia—un gasto médico mayor, la pérdida inesperada del trabajo o la enfermedad, la pérdida de la guardería—pueden provocar que les sea imposible pagar el alquiler mensual, o la hipoteca, y por lo tanto provocar la pérdida de la vivienda. Para muchos de nosotros, una factura médica o una reparación del automóvil de $400 puede ser una carga no deseada, pero para los trabajadores pobres, puede desencadenar una espiral hacía la pérdida del techo bajo el que viven porque no tienen un mecanismo de protección.

Caridades Católicas cumple la misión de la Iglesia para atender a las personas sin hogar en muchos aspectos críticos incluyendo nuestra presencia móvil en las calles, servicios de comida caliente, programas de orientación y atención al abuso de sustancias, servicios de violencia doméstica y programas de vivienda y alojamiento temporal. Pero quizás una de las maneras más importantes en que Caridades Católicas aborda la indigencia es, en primer lugar, ayudando a prevenirla.

Caridades Católicas inicio hace unos años la operación de su Centro Telefónico para Prevenir la Pérdida de Vivienda, un sistema centralizado en la ciudad de Chicago que vincula a las personas que enfrentan un desalojo o ejecución hipotecaria con agencias de servicio social que pueden proporcionar asistencia económica para mantenerlos en sus hogares. A través de los subsidios del gobierno y de fundaciones privadas, varias agencias de servicio social dentro de nuestra comunidad reciben una cantidad limitada de fondos para prevenir que las personas se queden sin hogar, sin embargo el criterio de elegibilidad y las cantidades disponibles son muy variadas y cambian día con día. No es una sorpresa que las necesidades superen con creces los servicios disponibles—hay más de 35,000 llamadas al Centro Telefónico para Prevenir la Pérdida de Vivienda cada año—pero Caridades Católicas puede ayudar a las personas que llaman a determinar si hay disponibilidad de este tipo de fondos para atender su situación.

El otoño pasado, la Universidad de Notre Dame llevó a cabo una evaluación vanguardista del Centro Telefónico, demostrando que estos fondos de prevención pueden tener un impacto importante para disminuir el número de personas sin hogar. El estudio encontró que los solicitantes que lograron recibir ayuda financiera, después de seis meses, tenían 65 por ciento menos de probabilidades de terminar en un albergue que aquellos que no recibieron ayuda. Los solicitantes con ingresos muy limitados (menos de $750 al mes) que recibieron ayuda fueron un 80 por ciento menos propensos a ingresar en un albergue.

Estos hallazgos son importantes para seguir avanzando en la atención del problema de la indigencia con los limitados recursos que existen. La falta de vivienda tiene costos sociales muy altos, y más importante, amenaza la vida y la dignidad humana. Tiene sentido “cachar” a las familias antes de que caigan en las profundidades del desamparo y la indigencia.

La solución definitiva para el problema social de los Sin Techo es cerrar definitivamente la brecha entre lo que ganan las personas y la porción que deben dedicar de estos ingresos a la vivienda. La Iglesia católica ha estado abogando durante mucho tiempo por viviendas más asequibles, salarios más altos, y la mejora de la educación y la capacitación laboral. Pero hasta el día en que todos nuestros hermanos y hermanas estén razonablemente alojados, aumentar los fondos para prevenir quedarse sin hogar puede ayudar a las familias a sortear una crisis temporal y proporcionar un mecanismo de protección para aquellos que de otra manera podrían quedarse a la deriva.

Advertising