Cardenal Blase J. Cupich

La fe se trata de la presencia del Señor

agosto 31, 2023

El fin de semana pasado regresé a mi parroquia de origen en South Omaha, Sts. Peter and Paul, para reunirme con familiares y amigos a fin de conmemorar el aniversario número 100 del nacimiento de mi padre, el 12 de agosto de 1923. Él nació un domingo y tres semanas más tarde, el 2 de septiembre de 1923, fue bautizado en la pila que aún se conserva en la iglesia, la pila en la que mi madre, mis hermanos y yo fuimos bautizados.

La parroquia fue establecida por inmigrantes croatas, entre quienes estaban mis abuelos. Mis abuelos, como muchos inmigrantes de Europa Central y del Este a principios del siglo XX, llegaron a South Omaha por las oportunidades laborales para la mano de obra no calificada en las plantas empacadoras de carne de allí.

La naturaleza étnica de la parroquia proporcionó una rica oportunidad para experimentar la mezcla de fe y cultura. Fue en ese entorno que aprendí que la fe no es solo una cuestión de tener ciertas creencias, sino que al igual que la cultura, la fe es algo que nos sostiene, que nos sustenta de una manera que le da sentido y propósito a nuestra vida, y que nos une juntos como pueblo.

El texto del Evangelio del domingo me ayudó a recordar esta verdad. Era la escena de Jesús caminando sobre el agua para estar con los discípulos.

Estaban siendo sacudidos en un bote debido a una tormenta repentina. En esta historia, Jesús revela no tanto su poder sino su deseo de estar con nosotros en las tormentas de la vida.

El extraordinario caminar de Jesús sobre el agua no fue una muestra de su poder, sino que reveló su deseo de estar presente entre nosotros, incluso si significaba hacer algo extraordinario como caminar sobre el agua. Vino a ellos no para rescatarlos del peligro. Observen que la tormenta aún azotó durante la mayor parte de la escena. Más bien, caminó sobre la superficie del agua solo para estar presente para ellos, para sostenerlos y darle significado a su actual momento de sufrimiento.

Quizás hayamos experimentado ese tipo de presencia reconfortante y alentadora de otros en un momento de gran desafío y pérdida. Ellos cuentan la historia de un niño de 5 años que se hizo amigo de una pareja mayor que vivía al otro lado de la calle. Un día, la esposa falleció y pocos días después cuando el muchacho vio al nuevo viudo sentado en su porche, llorando de tristeza, se acercó a él y se sentó en su regazo durante aproximadamente una hora. Cuando regresó a casa, su madre le preguntó qué le había dicho al hombre. El niño respondió: “Nada. Solo lloré con él”.

Tener fe en el Señor no significa que todo en la vida será fácil y pacífico, como si la fe nos brindará una ruta de escape de las tormentas de la vida. Más bien, la fe que Jesús nos llama a tener es la seguridad de su presencia a medida que la tormenta arrecia.

Jesús reprende a Pedro por tener “poca fe” porque quitó los ojos del que había caminado sobre el agua solo para estar presente para él mientras la tormenta continuaba arrasando. Esta es la fe que Jesús nos llama a tener; la seguridad de que él nos agarrará, no para disipar la tormenta, sino para ayudarnos a enfrentarla incluso mientras arrecia.

Ese es el tipo de fe en la que fui bautizado y criado en Sts. Peter and Paul, y el por qué era importante para mí celebrar el cumpleaños número 100 de mi papá con una comunidad donde conocí a quien está dispuesto a caminar sobre el agua para estar conmigo en las tormentas de la vida.

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