Cardenal Blase J. Cupich

Un avivamiento eucarístico que renueva la Iglesia: Parte III

lunes, octubre 10, 2022

En su carta “Desiderio Desideravi” el papa Francisco aborda la queja de que un “sentido del misterio” se perdió con la reforma de la liturgia del Concilio Vaticano II. “Cuando digo asombro ante el misterio pascual”, dice el papa, “no me refiero en absoluto a lo que, me parece, se quiere expresar con la vaga expresión ‘sentido del misterio’: a veces, entre las supuestas acusaciones contra la reforma litúrgica está la de haberlo –se dice– eliminado de la celebración. El asombro del que hablo no es una especie de desorientación ante una realidad oscura o un rito enigmático, sino que es, por el contrario, admiración ante el hecho de que el plan salvífico de Dios nos haya sido revelado en la Pascua de Jesús (cfr. Ef 1,3-14), cuya eficacia sigue llegándonos en la celebración de los ‘misterios’, es decir, de los sacramentos…Si la reforma hubiera eliminado ese ‘sentido del misterio’, más que una acusación sería un mérito”.

Para decirlo de otra manera, el punto que el Santo Padre está señalando es que para que podamos comprender el misterio involucrado en la Eucaristía, tenemos que hablar sobre él en lo que se refiere y transforma nuestra vida aquí y ahora. El misterio que experimentamos en la misa no es el resultado de que sea presentado en un ritual arcano o un lenguaje inusual, sino el hecho de que este encuentro divino con Jesús, el Señor resucitado, tiene un impacto decisivo en nosotros en las circunstancias particulares y relaciones limitadas de nuestras vidas a medida que continuamos avanzando juntos como el pueblo peregrino de Dios. Redime y sana lo que es imperfecto, errante e incompleto de nuestra existencia humana.

Más concretamente, consideren estos ejemplos de momentos históricos, culturales y sociales actuales en los que nuestro encuentro con el Señor resucitado tiene el poder de transformar y sanar.

• Vivimos en un mundo de violencia generalizada y guerra: en la Eucaristía, Cristo nos da una paz que el mundo no puede dar y que él nos empodera para compartir unos con otros;

• Nuestro mundo está desgarrado por divisiones, dejándonos polarizados y alienados unos de otros, especialmente por la raza y la cultura: la Eucaristía es el sacramento de la unidad, el pan único formado de muchos granos, partido y compartido para hacernos un solo cuerpo.

• Vivimos en una sociedad orientada al consumo que valora la posesión: en la Eucaristía entramos a una sociedad de mutuo dar en vez de adquirir;

• Vivimos en una cultura sexualmente confundida que parece no sentirse cómoda con la existencia corporal y la mortalidad: en la Eucaristía tomamos parte en el don de la vida eterna cuando Cristo nos da su cuerpo y sangre y aprendemos a hacer lo mismo;

• Vivimos en una era en la que las personas sufren de anomia, aislamiento, soledad e inestabilidad, muchos se sienten sin rumbo y experimentan una falta de propósito: la Eucaristía nos abre el horizonte de un futuro con propósito, participando en la obra salvadora y eterna de Cristo aquí y ahora;

• Vivimos en una era en la que la cultura dominante está obsesionada por la libertad como elección: la Eucaristía nos empodera para ser genuinamente libres en el ofrecimiento del amor abnegado:

• En una era en la que la sociedad está grandemente desanimada y carece de confianza acerca del futuro: la Eucaristía está llena de promesa y esperanza ya que somos dotados con el Espíritu de Cristo.

Estos puntos solo representan una muestra de cómo podemos comprender mejor el misterio al que estamos llamados a experimentar en la Eucaristía. El misterio que celebramos es que el Cristo resucitado a quien encontramos en la Eucaristía transforma y sustenta todo lo que experimentamos en este tiempo y lugar como seres humanos, los dilemas y desafíos de nuestros momentos históricos-culturales-sociales. Eso, nos dice el papa Francisco, debe ser la causa de nuestra maravilla y asombro.

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