Área de Chicago

St. Mary Star of the Sea, una estrella en el corazón del vecindario

Por Redacción Chicago Católico
jueves, diciembre 31, 2015

Las escuelas juegan un papel clave en el vecindario. Son centros educativos pero también ayudan a conectar a la comunidad. Un ejemplo de esto es St. Mary Star of the Sea, una escuela católica en el barrio de West Lawn, en el suroeste de Chicago. Su directora, Candice Usauskas, a quien todos llaman cariñosamente Candy, creció en el vecindario y asistió a esta misma escuela.

Hablando con ella uno puede ver su compromiso con el barrio que la vio crecer, invitando a miembros de la comunidad a dar talleres y actividades después de clase, conectando a los padres de familia y escuchando sus inquietudes.

St. Mary Star of the Sea, ubicada en 6424 South Kenneth, es una escuela que cubre desde preescolar hasta octavo grado. A pocas cuadras de allí se ubica el aeropuerto Midway, por lo que mientras nos acercamos vemos el continuo tráfico aéreo.

Cuando le preguntamos a la directora Usauskas si esto representa una molestia para alumnos y maestros, nos responde que en la década de los noventa la escuela recibió un estímulo para aislar el edificio de ruidos. Efectivamente, mientras estuvimos allí dentro no escuchamos el sonido de los aviones. La directora recuerda cuando, siendo aún maestra de la escuela, los estudiantes tenían que interrumpir la lección cada vez que pasaba un avión.

La escuela atiende a doscientos veinticinco alumnos, de los cuales el 80 por ciento son hispanos. Una mañana de diciembre fuimos a visitarlos. En la oficina de la directora Usauskas nos acompañaba el señor Salvador Hernández, padre de familia que tiene tres hijos inscritos en la escuela.

Sobre las razones para preferir una escuela católica, la directora nos dijo que la principal diferencia está en el plan de estudios. “Lo que nos distingue es que tenemos una identidad católica” dijo. “Los niños comienzan el día con oración guiada por el equipo de sonido. Vamos a misa dos veces al mes. Los niños oran en el salón de clase. Así que la identidad católica es lo que nos hace diferentes.”

Sobre los retos que enfrenta la escuela nos dice que el desafío son las finanzas. Comenta que a veces es difícil para las familias el decidirse por una escuela católica. “Nuestro vecindario es de clase trabajadora” dice. “Nuestras familias batallan para poner a sus hijos en la escuela. Ellos toman la decisión de que su fe es importante, pero batallan con eso.”

Por eso, parte de sus esfuerzos los dedican a encontrar maneras de ayudar a las familias que deseen inscribir a sus hijos en esta escuela. “Para poder crecer tenemos que encontrar recursos externos para ayudarlos a que puedan venir aquí” comenta.

Para ello se han logrado conseguir becas y estímulos de fundaciones.

“A la gente que me dice ‘no puedo permitírmelo’, yo siempre le digo, ‘ven a hablar conmigo’” dice la directora. “Porque hay maneras, especialmente al comienzo del año, antes de que los fondos sean delegados, puedo llevarlos hacia varios recursos, tenemos la suerte de recibir dinero de Caritas, de Big Shoulders, y tenemos fondos para otorgar becas. Así que a los padres que están en alguna necesidad financiera, podemos darles algún apoyo.”

La directora dice que odia tener que decir que no a alguien que quiere una educación católica. “Yo misma vine aquí” dice, “vivo en el vecindario, estos no son solo mis estudiantes sino mis vecinos y mis compañeros de parroquia. Así que cuando no puedo ofrecerles un lugar en la escuela por la situación financiera, en verdad me rompe el corazón porque esta es la que yo considero nuestra misión.”

La importancia de reforzar los lazos entre la escuela y la comunidad ha sido vital. “Creo que esa es una bendición” dice la directora, “porque el vecindario es así, si vives aquí y sales de tu casa, lo que hay en el vecindario es lo que tenemos en la escuela, y eso es estupendo, porque significa que estos niños pueden ir a casa y jugar con alguien, conocen a la gente de la cuadra. Siempre he creído que esa es una de las mejores partes de ser una escuela de barrio, que puedes estar en la calle y conoces a la gente. Además de ser parroquiano conoces a tu vecino.”

La directora recalcó que los papeles y documentos que envían a los padres de familia son bilingües, y tienen un enfoque multicultural. “Tenemos ‘ethnic day’” dice, “ellos traen diferentes comidas. Así que están expuestos a distintas culturas.”

Durante la plática nos acompañó Salvador Hernández, quien es instructor voluntario de danza folclórica. El Sr. Hernández tiene tres hijos en la escuela, en cuarto grado, en segundo grado, y en preescolar. Vive a tres cuadras de la escuela y es parte de esta comunidad por diez años.

Nacido en Chicago de padres mexicanos, Hernández se crio en Pilsen, pero cuando se mudaron a West Lawn cambiaron de iglesia y empezaron a ir a St. Mary Star of the Sea. “Entonces no sabíamos nada de la escuela” dice.

En una ocasión en que fueron a misa, los invitaron a una jornada de puertas abiertas de la escuela. “Así que nos asomamos. Hablamos con el maestro de preescolar, y terminamos platicando por una media hora. Esa fue una muy buena primera exposición a la escuela” dice Hernández.

“Nosotros definitivamente queríamos una escuela católica para nuestros hijos. Teníamos un par de opciones, mi esposa y yo conducimos. Pero esta nos pareció una buena oportunidad de apegarnos a nuestra parroquia, vimos a los maestros y nos gustó la escuela.

Le preguntamos al Sr. Hernández si para él es importante que sus hijos crezcan educados en la fe católica. “Absolutamente” responde. “No solamente es importante para mí el enseñarles, sino que también es importante que ellos la obtengan de otro lugar, además del hogar. Como padres, necesitamos ayuda con nuestros hijos. Saber que hay alguien ahí para reforzar lo que nosotros como padres enseñamos a nuestros hijos en casa es reconfortante, me hace sentir que tomé una buena decisión.”

Hernández trabaja en una compañía en el centro de la ciudad, como analista financiero. Pero su gran pasión es la danza folclórica. “Mi esposa y yo hemos bailado por unos 15 años” dice.

Ellos querían compartir esa tradición con las nuevas generaciones. “Queríamos eso para nuestros niños” comenta, “y no había ningún lugar cerca que lo ofreciera. Así que tuvimos una conversación con un par de personas y dijimos ‘hagámoslo posible’. Nos llevó dos o tres años el organizarlo, pero este año empezamos con unos diez niños interesados, y muy pronto subimos a treinta. Nos aproximamos a los 35 niños desde kindergarten hasta octavo grado.”

Hernández dice que uno de los desafíos, como siempre, es económico. “Es muy bonito ver las danzas” dice, “pero con las danzas vienen los costos del vestuario, los zapatos.”

Los instructores, además de Hernández, son su esposa Micaela Hernández, su cuñada, Jésica de Luna y la Sra. Cintia Ramírez, madre de familia.

Hernández habla de la manera en que la disciplina de la danza ayuda a los menores. “Bailar no es fácil” dice, “sobre todo cuando le pones tacones a niños que nunca los han usado. Ejercitan la coordinación. Aprenden las regiones de México, la geografía, los padres se sienten identificados.”

Las actividades después de clase han ido creciendo en la escuela. “Tenemos un coro, tenemos una banda” dice la directora Usauskas. “Tenemos esperanzas de comenzar un mariachi infantil y espero que pueda enlazarse con lo que el Sr. Hernández está haciendo.”

Estas actividades se desarrollan con voluntarios, lo que ha fortalecido lazos entre los padres de familia.

Junto con la directora Usauskas y el Sr. Hernández recorrimos la escuela, visitando los salones, la biblioteca, el moderno laboratorio de computación.

“Tenemos una donación de varios instrumentos de metal” nos comenta la directora. “Necesitan reparación, así que una vez que estén reparados hay alguien que vamos a buscar para que nos asista con la enseñanza.”

Los proyectos no paran. “También quería tener clases de violín, y encontré a una mujer que tocó el violín en una banda de mariachi” dice la directora. “Esas cosas son emocionantes. Empezaremos clases de español este año, no habíamos tenido clases de idiomas antes y es nueva en el currículo. Hemos alargado el día de clases para que puedan tener clases extra de matemáticas y de idiomas. Tenemos un nuevo centro de computadoras para los niños. Así que están pasando muchas cosas en lo académico.”

Durante el recorrido nos damos cuenta de que varios de los maestros han crecido en el vecindario, y lo dicen con orgullo. Esa es la gran ventaja de St. Mary Star of the Sea, que es una escuela del vecindario, para el vecindario.

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