Padre Claudio Díaz Jr.

Nuestra misión: ser el cuerpo de cristo

mayo 31, 2024

En este siglo XXI en que vivimos, adoramos el cuerpo humano y continuamos cometiendo errores en nombre de una estética y fisonomía “perfecta”. Vivimos en una sociedad donde las apariencias son importantísimas. Fíjense en nuestras telenovelas. Todo el mundo está en buena forma, con buen cuerpo y todos parecen salidos de un gimnasio. Si hay un personaje que no es atractivo casi siempre es el villano -por su maldad- o los pobres. Hemos distorsionado el verdadero significado y la belleza del cuerpo. Nos hemos preocupado del cuerpo olvidándonos del alma.

Aun así las palabras de Jesús continúan repitiéndose después de 2,000 años de su última cena y primera eucaristía. “Tomad y comed todos de él, porque esto es mi cuerpo que será entregado por ustedes y por todos los hombres para el perdón de los pecados. Haced esto en conmemoración mía”.

Desde los primeros siglos de su historia, la Iglesia ha tomado con suma seriedad estas palabras de nuestro Salvador. Cada vez que celebramos la eucaristía evocamos el Espíritu Santo para que transforme ese pan que presentamos en el ofertorio en la presencia real y verdadera del cuerpo de Cristo, no simplemente simbólica sino real, a nivel de sustancia, a nivel ontológico.

Debemos tener en consideración que adjunto al pan y al vino, que se presentan y suben al altar, también van nuestros sueños, nuestras necesidades, nuestras peticiones y nuestras vidas. Todo lo que somos y todo lo que traemos lo presentamos como ofrenda para también ser transformados en el cuerpo de Cristo.

“Somos el cuerpo de Cristo. We are the body of Christ” dice la canción. Y lo somos en la medida en que expresamos nuestra unidad, en la manera en que apoyamos al hermano, en la forma en que nos convertimos en reflejos de esa teología de acompañamiento a la cual estamos llamados a vivir. Nos convertimos en pedacitos de ese mismo pan eucarístico. Cuando comulgamos recibimos a Jesús en nuestros cuerpos, convirtiéndonos en tabernáculos vivientes. Cada vez que comulgamos nos convertimos en eucaristía.

El cuerpo de Cristo debe de ser revelado en formas concretas en nuestras vidas. Tiene que verse como algo. No basta con llevar el titulo, hay que vivir a la altura del mismo y poner en práctica lo que implica. Es en la experiencia humana, en lo cotidiano, en lo concreto donde manifestamos y hacemos posible lo que somos, en lo que creemos. El ser “el cuerpo de Cristo” no es una verdad que pertenezca solamente al campo teológico, sacramental, ontológico, litúrgico y del mundo de los conceptos. Tiene que encarnarse en nosotros y en lo que hacemos. No es simplemente “alta teología” sino que debe ser confirmado desde las masas, desde el pueblo.

Ser parte del cuerpo de Cristo implica el estar conscientes de una realidad mayor que es Cristo y que funge como la cabeza del cuerpo místico de la Iglesia. Nosotros somos sus partes. Como tal tenemos diferentes talentos y propósitos; lectores, maestros, catequistas, ministros extraordinario de la eucaristía, organizadores de actividades y demás. Cuando una parte se regocija el cuerpo completo se alegra. Cuando parte del cuerpo no anda bien todo el cuerpo se afecta. Ser el cuerpo del Cristo es ser eucaristía que se parte y se reparte para saciar el hambre de todos. Hermanos, seamos eucaristía para todos. Así al final de los tiempos podremos presentarnos ante el Señor unidos, gozosos, iluminados y tomados de la mano de Dios en ese inefable banquete del Cielo.

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