Cuando era niño mi mamá tenía una biblia familiar de la cual ella nos leía los diferentes relatos relacionados con el antiguo testamento, con Jesús y sus milagros. La biblia tenía diferentes representaciones de los pasajes. Una representación que se quedó siempre conmigo; la relacionada con la mujer cananea. En ella se encontraba Jesús con una mirada profunda, inquisitiva y hasta algo dura. Y allí está la mujer cananea, adorando a Jesús vestida en sus mejores ropajes, acompañada con su escolta, adornada con joyería elaborada y sobre maquillada, toda belleza, toda valor…toda pagana. Esta mujer cananea, desesperada y pasando por un profundo sufrimiento a raíz de la enfermedad de su hija, va a Jesús. Ella está completamente convencida de que él es la respuesta a su dilema. Pero no es tan fácil. Ella trae consigo misma una escena de caos, de desesperación…confusión. Los discípulos se sienten avergonzados y desean que Jesús la atienda simplemente para despacharla. Jesús al principio no desea lidiar con ella, quizás en una reacción visceral por el gran abismo cultural y de género o simplemente porque él quería saber cuán sólida era su fe. La razón no está clara. Jesús, en un gesto de justicia, reconoce la necesidad y el argumento de esta mujer sin permitir que diferencias culturales, étnicas y de género fuesen un obstáculo para que la gracia de Dios fuese derramada sobre una pagana. ¡La fe de esta mujer proclamó a Jesús como el Señor y su hija fue curada! Nuevamente la palabra y la acción van de la mano como resultado de nuestra creencia. Ella demostró su fe y seguramente la demostró más que muchos de los seguidores de Jesús. El encuentro entre Cristo y la cananea prueba que Dios no excluye a nadie. Su mensaje no es exclusivo para un grupo sino que todos están invitados al banquete para ser alimentados de la mesa del Señor. Dios no discrimina sino que da la bienvenida a todo aquel que cree en Él, que le pide misericordia, y que desea hacer su voluntad. El reino de Dios desea derrumbar cualquier barrera, división, y prejuicio en un intento inclusivo para la salvación de la civilización humana. Si Dios no excluye a nadie, ¿porque lo hacemos nosotros? Nunca más deberíamos de hablar de un cielo solamente católico o de que la salvación es solo para los cristianos, o que el reino está limitado a un tipo de realidad, o del triunfalismo de una raza, de un credo, de una orientación sexual, o de una nación. No…bajo Dios solamente hay una raza, una nación, un solo tipo de persona: los hijos de Dios… Recordemos la Buena Nueva, que el reino de Dios es para todos.