Padre Claudio Díaz Jr.

Haciendo realidad la escritura entre nosotros

viernes, febrero 4, 2022

El ministerio de Jesús comenzó entre sus compueblanos de Nazaret. Fue aceptado y bien recibido de primera intención. Jesús, con su estilo sencillo y asertivo, hablando con autoridad, atraía a muchos dentro de este contexto semítico. Él llevaba esperanza al pueblo, particularmente a los más oprimidos, decaídos y marginalizados. Todos querían ser liberados y recibían sus palabras con entusiasmo. Pero en medio de su discurso algo cambió en la asamblea…

            Jesús presenta un nuevo elemento. Él los reta a ver con profundidad la esencia de su mensaje. Cristo se revela como el Mesías, el ungido, el que tenía que venir. Él se presenta como la culminación de todas las promesas hechas por Dios Padre y el camino a la salvación… Todos los que le estaban escuchando en la asamblea se escandalizaron. No podían ver la gloria de Dios puesta sobre el hijo de un carpintero. Jesús trata de expandir su discurso al señalar que el Reino de Dios, la salvación, es para todos. Todos están invitados al banquete, pues la salvación incluye a toda nación, toda raza, toda realidad. Todos estaban llamados a ser parte del Reino: judíos, gentiles, paganos y hasta los muy odiados romanos.

            La audiencia se resistía al mensaje. Considerándose el pueblo escogido, no podían contemplar la idea de compartir a Dios y a sus promesas con otros, con extranjeros, con personas diferentes. Ellos rechazaron esta nueva visión de la realidad salvífica porque los retaba a amar más. Al igual que los nazarenos, hoy en día, mucho no ha cambiado. Todavía algunos piensan que el amor de Dios es exclusivo y que rechaza al ser humano por una condición usualmente motivada por nuestra propia ignorancia, agendas personales, temores o creencias erróneas sobre la salvación de Dios. Le negamos el Reino al prójimo cuando condenamos a nuestros hermanos protestantes, a los musulmanes, a personas de diferente raza u orientación sexual. Le negamos el Reino al hermano cuando discriminamos en contra de las madres solteras, personas con adicciones o pecadores públicos. Negamos el Reino de Dios cuando condenamos en lugar de asistir a la salvación del otro.

            La nueva visión de Jesús no está basada en exclusión sino en inclusión. Esta nueva visión nos lleva a concluir que todos somos hermanas y hermanos de un mismo Padre. Jesús nos ofrece una nueva manera de amar; sin limitaciones, sin condiciones, sin titubeos. De esa manera nos liberamos al amar libremente a los demás. Es así como la escritura se hace realidad entre nosotros. Dios no quiere la muerte del pecador… Sino que viva para siempre.

Advertising