Padre Claudio Díaz Jr.

Seamos Eucaristía

viernes, abril 30, 2021

En el mes de junio celebramos la solemnidad de Corpus Christi, o el Cuerpo y la Sangre de Nuestro Señor. Hacemos un homenaje muy especial a ese tan inefable don que Jesús nos hizo en su última cena: la Eucaristía. En la noche antes de su pasión tomó pan, dio gracias, lo partió y lo dio a sus discípulos diciendo, “Tomad y comed todos de él. Esto es mi cuerpo que será entregado por ustedes”.

En un deseo de ir más allá de la crucifixión, en un acto de amor, nos deja su cuerpo y su sangre como alimento espiritual para nuestra jornada de vida terrenal. Cristo se convierte en el pan de vida y la copa de nuestra salvación. Esto para sorpresa de unos, para el escándalo de otros y para la salvación de aquellos que lo comprendan y lo vivan.

Hasta el día de hoy, la Eucaristía se ha mantenido como un don celestial. Algunas personas han tratado de definirla o redefinirla, de cambiarla o de “ponerla al día” e inclusive hay quienes la han rechazado.

El aceptar que formas perecederas de pan y vino puedan ser transformadas por la acción del Espíritu Santo, por las manos de un sacerdote, falibles instrumentos, a nivel de sustancia en el Cuerpo y la Sangre de nuestro Señor Jesucristo es inefable y resulta en un misterio. No podemos controlarlo ni plenamente definirlo. Pero si tuviésemos duda de la presencia real de Cristo en la Eucaristía, simplemente mira sus resultados. Mira cuantas vidas han sido cambiadas, transformadas, elevadas y redimidas por la sagrada Hostia. Observa cuántos han retornado al amor de Dios y la diversidad de nacionalidades, idiomas, edades, grupos económicos y demás que se hacen uno en la celebración eucarística.

Como peregrinos en el camino sufrimos de varios tipos de hambre: hambre de justicia, hambre de ser comprendidos, hambre de ser escuchados y hambre de ser amados. El hambre principal es el hambre por Dios. La Eucaristía es el vehículo por el cual hombres y mujeres en búsqueda de un Dios vivo se hace verdadero cuando perdonamos al prójimo, cuando apoyamos al hermano y cuando amamos. Estamos llamados a salir al mundo y compartir ese don con otros. Estamos llamados a ser presencia de sanación y de vida para los demás. Estamos llamados a ser lo que recibimos: Eucaristía.

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