Padre Claudio Díaz Jr.

El Imago Dei

martes, octubre 1, 2019

Los trágicos eventos del 11 de septiembre cambiaron nuestras vidas como nación. Un acto luciferino de terrorismo le privó la existencia a alrededor de tres mil personas sin contar el dolor de sus familiares que padecieron la pérdida de un ser amado de una forma tan violenta. Todavía se habla de los efectos de esta acción y recordamos… En cierto momento, debido a las repercusiones de la misma, quizás como nación nos hayamos sentido como “ovejas sin pastor”.

¿Por qué sucedió esto? ¿Por qué tanto odio? ¿En dónde fallamos? Considero que la razón principal por la cual un ser humano ataca a otro es que no ven un Cristo en el prójimo. Cuando bloqueamos el rostro de Dios en su creación, cuando fallamos al no ver ni respetar la belleza y bondad en los otros no damos vida, ¡la quitamos!

Al quitar la vida no vemos el rostro de Dios sino el rostro del enemigo, un rostro oscuro, vacío, falto de amor, lleno de soberbia y maldad, vemos el rostro de Lucifer. En medio de ese vacío tenemos que responder. Nuestra nación, al igual que nuestras vidas tiene que llenar ese vacío con luz, sabiduría, entendimiento y esperanza. Somos una nación fundada en esperanza: esperanza de un futuro mejor para nuestras familias como emigrantes. Somos un Pueblo escogido por Dios, un pueblo de esperanza como católicos. La muerte, la enfermedad, la pobreza no representan la última palabra y sabemos que detrás de la cruz hay un sepulcro, testimonio de la luz de la resurrección de Cristo. Tenemos un lugar en la gloria del cielo y nada ni nadie nos lo pueden arrebatar.

Así pues, entendamos que la única respuesta a la falta de amor es precisamente eso: el amor. No estamos solos. Nos tenemos el uno al otro en esta jornada hacia lo Divino. Ciertamente tenemos a Dios. Reconozcámoslo como el centro de nuestras vidas y sanación para un mundo en conflicto. Acudamos a Él, para salvarnos de actos aparentemente arbitrarios de violencia y división. Con la fuerza del Espíritu Santo pidamos sabiduría divina para que nuestra nación y nuestras vidas personales estén amparadas en un Dios Todopoderoso. Veamos en Dios el origen de todo lo que es vida, bondad y belleza: el origen del amor. Que podamos ver en los demás el rostro de Dios que es Jesucristo su unigénito Hijo y nuestro Salvador.

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