Padre Claudio Díaz Jr.

¡Espíritu de Dios, acompáñame en el desierto!

miércoles, febrero 27, 2019

Fue el espíritu… El espíritu de introspección, solitud y discernimiento lo que motivó a Jesús a ir al desierto. Si en alguna ocasión han estado en el desierto, particularmente en el Medio Oriente, seguramente han notado la belleza exótica de la aparente suavidad de sus arenas, la tranquilidad del paisaje y la hermosísima luz de la mañana dándole a todo un brillo dorado rosáceo. Pero también hay un elemento de peligro en el desierto, en lo impredecible de sus vientos, la falta de agua, los espejismos, las tormentas de arena y la soledad. Las tentaciones de Jesús se nos presentan como un aviso de lo que podemos encontrar en el “desierto”.

Jesús fue tentado en el desierto. Es más, fue tentado a lo largo de los evangelios con diversas cosas como poder terrenal, reconocimientos perecederos, la ausencia de sufrimiento, o traicionar su vocación, entre otras. Y esas tentaciones siguieron a lo largo de la historia de la humanidad y de la Iglesia. Sabemos de cómo las personas caían en toda clase de herejías en los primeros siglos del cristianismo y cómo durante la época Medieval existió la lucha de poder entre el Estado y la Iglesia.

Pero estas tentaciones no son un signo del pasado. Hoy en día todavía existen. ¡Constantemente estamos siendo tentados! ¡Constantemente estamos cruzando desiertos existenciales y en medio de ellos estamos siendo llamados a traicionar nuestra vocación cristiana! Quizás en nuestro trabajo se nos presenta la oportunidad hacer quedar mal a otros para recibir la promoción. Quizás sentimos la tentación de mentir en nuestra declaración de impuestos para poder pagar menos. Quizás hemos sido tentados por la pereza para no llenar los papeles que nos puedan dar la residencia o que nos puedan facilitar una anulación matrimonial. Quizás estamos siendo tentados a satisfacer nuestros apetitos de comida y bebida, o a llamar la atención sin ver los verdaderos apetitos o necesidades de otros.

La Cuaresma es un tiempo de preparación en Cristo y para Cristo. Al permitirse Jesús ser tentado nos dio el ejemplo de encarar el dilema de seleccionar el bien sobre el mal. Al unirnos con Cristo en el desierto, especialmente durante la Cuaresma, colocamos nuestra atención en las cosas verdaderamente importantes. El orar, ayunar y dar limosna son vehículos de solidaridad con Jesús. No hay que tenerle miedo a lo que podamos encontrar en el desierto sino tener la confianza de que si estamos experimentando un desierto lo hacemos con la ayuda de nuestro Redentor y Salvador, Cristo Jesús.

En esta temporada simplemente caminemos con Cristo yendo a la confesión, asistiendo al viacrucis parroquial, ayudando en la despensa de la parroquia, haciendo actos penitenciales que nos recuerden quienes somos y hacia dónde queremos ir. Así, en este acto de comunión con él podremos descubrir su voluntad divina, adquirir la sabiduría para comprenderla y desarrollar el valor para cooperar con el plan de Dios. Simplemente caminemos con Cristo.

Advertising