Padre Claudio Díaz Jr.

Celebrar y vivir la Epifanía

viernes, diciembre 28, 2018

El día antes de la fiesta de los Santos Reyes todo era un caos en mi familia. Siguiendo la antigua tradición de la isla, los niños teníamos que preparar todo para la llegada de los Reyes Magos. Buscábamos cajas de zapatos en todos los armarios. Corríamos al patio a cortar yerba fresca y colocábamos agua en grandes envases para los caballos de los Reyes. En Puerto Rico nuestros Reyes no venían en camello sino a caballo siguiendo nuestra tradición española. Una vez todo esto se organizaba los colocábamos con sumo cuidado debajo de nuestras camas y pasábamos una noche “en vela” para ver a los Reyes. Pero como era natural nos vencía el sueño.

Al siguiente día, como signo de gratitud de los tres Reyes encontrábamos regalos hermosamente envueltos en lugar de nuestra ofrenda. Para nosotros este era un momento de epifanía.

Según el gran escritor irlandés James Joyce, una epifanía es un momento, un evento, un suceso, en donde todos los elementos caen en su lugar, donde todo cuaja. Es el ver y sentir un momento de pura verdad, de armonía y belleza. Todas las partes están presentes en un momento que sabemos cambiará nuestras vidas para siempre. Después de una epifanía simplemente no somos los mismos. Toca la fibra más profunda de nuestro ser. Esta experiencia nos completa, nos convierte.

En la celebración de la Epifanía de nuestro Señor Jesucristo celebramos precisamente eso. Todas las partes están presentes en el pesebre, dándole a este momento un sentido de inclusividad, de plenitud. Encontramos la humanidad que cooperó con el plan de Dios, María y José. Vemos las criaturas celestiales y las terrenales en los animalitos. Vemos a los marginados, a los pobres, representados en los pastores que también fueron invitados y dijeron sí con su presencia. Finalmente vemos a los Santos Reyes, los poderosos, conocedores y sabios que cayeron de rodillas ante el vulnerable y bendito infante. La sabiduría produce sabiduría y la verdadera sabiduría puede identificar la verdadera sabiduría que viene de lo alto. Todas las clases sociales, orígenes, naciones, niveles de conocimiento humano y toda clase de criaturas terrenales y poderes celestiales están presentes en perfecto balance, hermosa armonía y eterno orden… Porque Dios es orden y cuando caemos bajo ese orden no se necesita nada más. Y eso es una epifanía.

Pero hay otra presencia necesaria en ese pesebre. ¡Nosotros! Nos convertimos en parte de esa epifanía al celebrar y vivir con la presencia de Jesús en nuestras vidas. Vivirla requiere de nosotros, el encontrar y ver a Jesús hasta en lugares inesperados, inusuales. Desde la cama de muerte de un criminal, desde las amargas lágrimas de una víctima de un ataque terrorista, desde la suntuosa boda de una hija hasta la sencillez de un humilde y olvidado pesebre, tenemos que ver a Jesús y ser uno con él en un momento de epifanía. Seamos epifanía para los demás al compartir nuestra fe. Después de todo somos cristianos no solamente por nuestra salvación sino parar asistir a la del mundo entero. Seamos parte de esa escena del pesebre y regresemos a nuestras vidas, al mundo haciendo partícipes a todos de tan hermoso regalo. Cristo en nosotros. Cristo entre nosotros.

Esta columna apareció en enero de 2017

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