El Adviento puede ser un tiempo litúrgico engañoso. Este tiempo litúrgico comienza a finales del otoño. Vemos cómo la madre naturaleza va pasando por su etapa de transición, de dormición. Las temperaturas bajan, el aire se percibe fresco y los días se acortan. Vemos cómo los colores y los aromas cambian. Como los árboles se despojan de sus hojas en tonos ambarinos, ocres, naranjas y rojizos… Todo parece tranquilo, como en la aurora de la creación. Pero ese no es el caso… No todo está impávido, inmóvil. En el ser de una sencilla muchacha palestina de Nazaret, concebida sin mancha de pecado original, se hace presente el secreto de todos los tiempos, la sabiduría de lo alto, un gran secreto. Ella es la portadora de nuestra salvación en su seno, theotokos, la que carga a Dios en su vientre. La humanidad y la Divinidad se encuentran en un punto de luz llamado el vientre de María. La humanidad y la Divinidad se han encontrado y Dios monta su tienda entre nosotros en Jesús. María tuvo que esperar nueve meses para poder abrazar a su niño, el Hijo de Dios. Ya lo había aceptado en su fe y en su libre cooperación con el plan de Dios. Pero su espera no fue una de inactividad, de falta de interacción o falta de iniciativa. María, sin titubeos de ninguna clase, va al encuentro de su prima Isabel en un acto de servicio. Su expectativa, su embarazo fue marcado por un sentido de ser por otros, de ayudar a otros. Pero algo similar ocurre en esta temporada de la iglesia, ¿no? Nos preparamos para las fiestas que están por venir. Decoramos la casa, hacemos la lista de los regalos, hacemos la compra de Navidad y nos preguntamos “dónde pasaremos la Noche Buena este año” o “a quien visitaremos el día Navidad”, qué llevaré a la fiesta del trabajo o si viajaremos a algún lado durante los días de fiesta. Nos llenamos de preguntas, decisiones, actividad y productividad. Pero ¿acaso pausamos en medio de nuestras actividades para apreciar y vivir el verdadero espíritu de la Navidad? ¿Cómo nos preparamos? ¿Por qué nos desvivimos por la decoración del árbol de Navidad cuando ni siquiera nos preocupamos por las lucecitas del nacimiento de nuestro corazón? ¿Cómo está la relación con mi esposa? ¿Le demuestro que la amo? ¿Qué hacer con ese hermano tan difícil a quien no le he hablado en años? O ¿qué hago por ese indigente que lo que me causa son momentos incómodos al pedir? ¿Trato de hacer una diferencia? Los evangelios nos pedirán que nos preparemos, que estemos listos, que estemos alertas… La única manera de evitar el no dormirnos es haciendo algo al respecto: yendo a la confesión, dando sin reservas nuestro ofertorio, dándole voz a los que no la tienen, orando por el fin de la guerra y el terrorismo, defendiendo a los más pequeños, orando por nuestros sacerdotes… Católico hispano. ¿Estamos listos? ¿Estamos vivos? Si tu respuesta es sí, no te canses de amar. Mantente vigilante y mientras decoras la casa, también da pan al que no lo tiene, ropa al desnudo, compañía al que está en la cárcel y mantengámonos alertas. Permitamos que el pequeño que nacerá en un establo en Belén destruya toda oscuridad, satisfaga al hambriento, haga justicia a los oprimidos y sea de redención para todos. ¡Ven, ven, Emanuel!