Padre Claudio Díaz Jr.

Símbolos y realidades pascuales

miércoles, marzo 28, 2018

Hay varios símbolos que representan el mensaje de la Pascua. Desde el punto de vista litúrgico tenemos el fuego y las aguas bendecidas en la Vigilia Pascual. Tenemos el Cirio Pascual, la renovación de las promesas bautismales y entonamos el Aleluya. Desde la perspectiva de la tradición, el color blanco o el color dorado se utilizan como símbolo de lo nuevo, luminoso y puro. También hay símbolos de Cristo en el Cordero glorioso y el Pavo Real cuyas plumas nunca mueren. Culturalmente, en los Estados Unidos utilizamos símbolos pascuales seculares como las flores, representando la vida nueva de la primavera, los conejitos como símbolo de fertilidad y el huevo de Pascua heredado de la tradición de la Iglesia.

Se dice que cuando el emperador romano quiso explicaciones y pruebas de la resurrección de Cristo, una de las que testificó con este propósito fue María Magdalena. Después de haber oído los argumentos de la resurrección, el emperador, desternillado de la risa, declaró que la resurrección de Jesucristo es tan cierta como el que las gallinas pongan huevos rojos. Inmediatamente mandó a buscar una canasta llena de huevos de gallina. María Magdalena con toda confianza metió la mano en la canasta y removió un huevo rojo para la sorpresa de muchos presentes. Los cristianos adoptaron el símbolo del huevo como vida constante, la lucha de una criatura por salir a la luz y la promesa de un nuevo comienzo. En la Pascua celebramos precisamente eso; la lucha de nuestro Señor Jesucristo y su victoria sobre la oscuridad, el pecado y la muerte.

Cristo en el Gólgota muere por la remisión de nuestros pecados como perfecto sacrificio, retando a las fuerzas de la muerte, del dolor y de la oscuridad, compartiendo con nosotros la luz maravillosa de su resurrección. Por eso decimos ¡Aleluya! Es precisamente esa victoria la que celebramos en nuestras iglesias al llenar nuestros altares con flores, al bendecir las aguas de las pilas bautismales, entronizando el Cirio Pascual y cantando himnos con gran jubilo. Igualmente profesamos y reafirmamos nuestra fe y ultimadamente reconocemos que nuestra herencia se encierra en las promesas de la vida eterna completadas en Jesús.

La fe es simplemente nuestra respuesta a la acción salvífica de Cristo en su pasión, muerte y resurrección. Es nuestra manera de decir “sí, yo creo en un Cristo resucitado, entendiendo que él es el Hijo de Dios y mi Salvador. Esta profesión de fe es fundamental y necesaria para el cristiano. Si todavía, amigo lector, no has hecho esta profesión de fe en tu corazón y nos has entendido a nivel personal e intencional que Cristo es tu salvador personal aprovecha esta reflexión y en la Vigila Pascual de este año y simplemente abandónate con fe a los pies de un Dios misericordioso.

El apóstol Tomás tuvo un desafío para entender y aceptar la resurrección de Cristo. Puso toda su confianza en el método científico. Su acercamiento a la fe era uno de información, datos, y no de convicción. Su metodología era empírica; ver, medir, evaluar y concluir. Pero, ¿cómo medir un evento tan glorioso, trascendental e inefable? Aun si su deseo era el creer. Su cuestionamiento no era uno basado en total incredulidad. ¡Tomas quería creer! Ciertamente él tuvo la ventaja de tener un encuentro personal, real y espiritual con el Cristo Resucitado. Cosa que todos estamos llamados a hacer con el conocimiento que tenemos de Jesús.

Para esto tenemos la Palabra de Dios, los sacramentos y nuestra fe, que constantemente busca entendimiento. Como comunidad de fe tenemos que continuar con nuestra jornada salvífica. Tenemos que llevar nuestro estandarte de fe con esperanza y convicción, recta humildad y apertura para todos. Nuestro destino final es Cristo la eterna Pascua. “Dichosos los que creen sin haber visto.”

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