Padre Claudio Díaz Jr.

¡Camina sobre las aguas y no temas!

miércoles, agosto 30, 2017

En el mes de agosto se leyó el pasaje bíblico donde Jesús camina sobre las aguas. En busca de introspección, de encuentro con Dios y consigo mismo, Jesús se retira a la montaña a la oración. Después de haber logrado el milagro de la multiplicación de los panes y los peces, después de haber alimentado a miles, se retira a la montaña a orar, a meditar y a ver la mano de Dios en lo ordinario de su vida.

Una tormenta se presenta en el lago y amenaza la vida de los discípulos que estaban pescando. El pánico los sobrecoge y claman a Jesús, quien acude a su rescate caminando sobre las aguas.  Jesús invita a Pedro a caminar sobre las aguas y así lo hace al principio con confianza y sin temor. Pero cuando siente la fuerza de la tormenta su valor disminuye, comienza a tener miedo, desconfianza, y al permitir que sus inseguridades lo abrumen comienza a hundirse. Jesús rápidamente contesta su desespero con un regano cariñoso; “Hombre de poca fe, ¿Por qué dudas?”

Cuando confrontamos las presiones y desafíos de la vida ciertamente nos podemos identificar con Pedro y su desesperanza. Un repentino evento puede amenazar la seguridad de nuestras familias y seres queridos. En momentos de crisis puede que la fe se debilite y que se caiga en el temor, la duda y la desesperación. Cristo está ahí para nosotros y nos dice que subamos a la montaña de nuestra fe y que caminemos sobre las aguas.

En momentos graves es cuando la oración debe hacerse más firme y más generosa. Es cuando nuestra asistencia a misa dominical debe reafirmarse. Es cuando nuestras visitas al santísimo sacramento, el rezo del santo rosario, el ejercicio de prácticas devocionales y de caridad deben ser más prevalentes. Es subir a la montaña de nuestra oración, de nuestro conocimiento de Dios, dejando atrás todo aquello que nos impida llegar a la cúspide. Ver el rostro de Dios no limitado a eventos y proezas extraordinarias sino reconocer Su ordinaria presencia en nuestras vidas, inclusive en el silencio. Y hacerlo no como el último recurso ante un problema sino como el primero y único para el creyente. Es el entender a profundidad que Dios siempre está listo para ayudarnos en todo momento y en toda circunstancia, no solamente en momento de desesperación.

Lo que sigue es caminar sobre las aguas. Caminar sobre las turbulentas aguas de lo que nos acongoja. Pueden ser las aguas del miedo o la tristeza. Camina sobre ellas teniendo a Cristo como defensor. Pueden ser las aguas de tu soledad o un sentimiento de rabia hacia alguien que te hizo mal. Camina sobre esas aguas teniendo a Cristo como consuelo. Puede ser un sentido de soberbia y superioridad. Camina sobre esas aguas teniendo a Cristo como modelo de sencillez y humildad. No temas, no dudes, camina hacia Dios en la seguridad de los hijos del Creador. Es caminar sobre la turbulencia sabiendo que los hijos de Dios no estamos delimitados o definidos por los problemas que puedan tener sino que nos liberamos de todo eso entendiendo el amor de Dios y su sacrificio en la cruz.

¿Y que nos pide el Señor? Simplemente que tengamos fe. Nos pide que creamos, que confiemos plenamente en Él, que tengamos fe. Cuando Pedro aceptó la invitación del Señor a caminar sobre las aguas se tomó un riesgo, se abandonó en el Señor y decidió seguirle por una jornada desconocida. Nosotros también hemos sido invitados a seguirle con valor y convicción a través de las tormentas de la vida  y los desafíos personales.

Debemos recordar que Jerusalén te lleva a la cruz y que la cruz te lleva a un sepulcro vacío. Es así como podemos caminar sobre las aguas. Y si en alguna ocasión nos abrumamos por una situación particular que resulta ser la raíz del sufrimiento que nos acongoja, recordemos que el Señor está siempre dispuesto a levantarnos con su brazo Todopoderoso en cualquier momento. Si en alguna ocasión sintiésemos el deseo de gritar, “Dios sálvame”, que podamos escuchar y sentir su respuesta, “Tranquilícense y no teman. Soy Yo”.  Deja que sea Cristo tu escudo y fortaleza para que al calmarse las aguas de tu tempestad puedas decir, “Verdaderamente tú eres el Hijo de Dios”.

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