Padre Claudio Díaz Jr.

La Samaritana, anticipo de la Pascua

viernes, marzo 31, 2017

Uno de los eventos más importantes del pueblo donde me crié, Gurabo en Puerto Rico, es la procesión del Viernes Santo. Este acto marcaba el final de la Cuaresma y se hacía en el marco de un Vía Crucis viviente.

Hombres, mujeres y niños se involucraban en este evento, representando los diferentes personajes: Jesús, los apóstoles, las santas mujeres, Herodes y su esposa Herodías, Poncio Pilato y su esposa Claudia, soldados romanos y muchos más. Pero el personaje que más llamaba la atención era el de la Samaritana. Por tradición, en el pueblo lo interpretaba una joven, de extrema belleza y soltera. La vestían de bailarina árabe, llena de coloridos velos, sobremaquillada y cargando una tinaja de agua iba en procesión “haciendo ojitos a los hombres jóvenes”, coqueteando, creando todo un caos y aparente desorden para la risa de algunos, los más pícaros, y la mortificación de otros, los más piadosos. ¡Ciertamente esta era la Samaritana antes de su conversión! Este pasaje de las escrituras en donde Jesús se encuentra con la Samaritana en el pozo es el que ha inspirado incontables homilías y sermones, grandes piezas de arte y emotivas canciones de conversión, entre otros.

Dicho pasaje bíblico indica cómo el agua representa un don necesario para la humanidad. El agua fue dada al pueblo de Israel para su subsistencia en el desierto. Este elemento es fundamental para la vida en general. El agua es la razón primordial por la cual esta mujer samaritana fue al pozo. Ella estaba sedienta… pero no del mero producto de la naturaleza. Ella estaba sedienta de sanación. Esta mujer llega al pozo llena de sí misma, llena de soberbia en contra de los judíos, llena de amargura y resentimiento, buscando el amor en lugares equivocados y viviendo el fracaso de seis relaciones vacías. Para completar le niega el agua a un ser humano, lo cual dentro de la mentalidad semítica del tiempo de Jesús era corto de un pecado mortal. Ella tenía heridas, soberbia y resentimiento. Ella tenía sed.

Y es Jesús quien entrando en un diálogo apasionado y profundo. Rompiendo toda convención social y cultural, se atreve a hablarle a pesar de que estaban solos, ya que ella no tenía a su lado a su “marido”. Jesús le ayuda a cruzar las aguas turbulentas de su vida y a revelar su verdadera alma. Lo que no pudieron hacer seis hombres lo logra Jesús con tan solo reconocerla como un ser humano, retarla y darle de beber de las aguas que nunca se acaban. Sin condenarla, Jesús la escucha e inicia en ella la llamarada de su fe. Él le dio esperanza en un mundo que le daba condenación y dolor.

Las escrituras indican que “Muchos samaritanos de aquel poblado creyeron en Jesús por el testimonio de la mujer.” Una vez esta mujer tuvo su encuentro verdadero y liberador con Jesús, comprendió con certeza la importancia de tener a Dios en su vida. Ella creyó y no simplemente eso, ella se convirtió en evangelizadora. Llevó el mensaje de nuestro Señor Jesucristo a otros para que también pudieran alcanzar la salvación. Esta mujer que había sido vilificada, utilizada por los hombres y condenada por la comunidad debido a sus propias miserias personales y pasiones desbocadas, después de haber bebido de la verdadera fuente de vida, de las aguas de la salvación, se levanta redimida, con su mente en el aposento alto, digna y transformada para llevar a otros a Jesús. Llena del amor de Dios se convierte en al anticipo de una Pascua. Así como en la Vigila Pascual bendecimos el fuego, bendecimos las aguas, el pan y el vino para que se conviertan en el Cuerpo y la Sangre de Cristo, ella se convierte en una nueva creación Pascual. La mueve el fuego del Espíritu Santo para evangelizar, calma su sed las benditas palabras de Jesús y se convierte en parte del cuerpo místico de nuestro Señor Jesucristo.

Sigamos el ejemplo de esta mujer. Pero no en su etapa de oscuridad, esclavitud ni excesos como la Samaritana del vía crucis viviente del pueblo sino en su etapa de luz, liberación y mesura como la Samaritana de las escrituras… Sigamos su ejemplo manteniéndonos firmes en un Cristo verdadero y poderoso. Llevemos la Buena Nueva a los demás. ¡La salvación es para todos! Y esto se puede hacer sin necesidad de salir en una procesión.

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