El papa Francisco firma su nueva encíclica en Asís, Italia, el 3 de octubre de 2020. Foto: Vatican Media/CNS
“Fratelli tutti: sobre la fraternidad y la amistad social” está destinada a ser un documento decisivo y cuerpo de enseñanza para el pontificado del papa Francisco. Con esta poderosa carta encíclica, dirigida a todas las personas de buena voluntad, el Santo Padre nuevamente nos recuerda por qué es considerado un prominente maestro moral —y en un momento extraordinariamente crítico y tenso de la historia humana. “Fratelli tutti” representa una síntesis de la enseñanza social del papa Francisco. La encíclica se basa profundamente en escritos anteriores, particularmente “Laudato si’: sobre el cuidado de la casa común”, y sus alocuciones, especialmente aquellas dirigidas a la comunidad internacional. Su marco de trabajo es cristiano, pero su enfoque también es deliberadamente ecuménico e interreligioso. Por ejemplo, se basa en su colaboración con el Gran Imán Ahmad Al-Tayyeb (vea el “Documento sobre la fraternidad humana por la paz mundial y la convivencia común”, Abu Dhabi, 2019) y hace referencia a fuentes judías. El papa comienza identificando los desafíos que resultan de la fragmentación y división que aquejan a la humanidad a nivel personal, nacional e internacional. Estos incluyen la violencia, la posibilidad de guerra y disturbios civiles, el racismo, la degradación del medio ambiente, el “descarte” de los pobres y vulnerables, las crisis provocadas por la migración de personas desesperadas, economías que benefician a grupos privilegiados, y una estridencia y tosquedad que marcan nuestro discurso público y comunicaciones privadas e incapacitan las posibilidades para una conexión humana real. El título de este primer capítulo captura el tono: “Las sombras de un mundo cerrado”. Él ofrece después una penetrante reflexión sobre la Parábola del Buen Samaritano en el segundo capítulo, “Un extraño en el camino”, que involucra a cada uno de nosotros y a la comunidad global en un autoexamen de conciencia: “Enfrentamos cada día la opción de ser buenos samaritanos o indiferentes viajantes que pasan de largo”. En su tercer capítulo, “Pensar y gestar un mundo abierto”, comienza un proyecto constructivo que ocupa el resto de la encíclica al volver a imaginar una manera nueva y esperanzadora de vivir juntos, una que está en última instancia enraizada en el amor y respeto por la dignidad de todas las personas. Él termina este capítulo con estas poderosas palabras: “…si se acepta el gran principio de los derechos que brotan del solo hecho de poseer la inalienable dignidad humana, es posible aceptar el desafío de soñar y pensar en otra humanidad. Es posible anhelar un planeta que asegure tierra, techo y trabajo para todos. Este es el verdadero camino de la paz, y no la estrategia carente de sentido y corta de miras de sembrar temor y desconfianza ante amenazas externas. Porque la paz real y duradera sólo es posible ‘desde una ética global de solidaridad y cooperación al servicio de un futuro plasmado por la interdependencia y la corresponsabilidad entre toda la familia humana’” [“Discurso sobre las armas nucleares”, 2019]. Esta visión nueva y esperanzadora involucra una apertura y un interés hacia aquellos que son diferentes, llevando al enriquecimiento que surge del intercambio de dones (capítulo 4), un mejor tipo de política (capítulo 5) y una cultura de diálogo y amistad. La visión que describe tiene marcado contraste con una manera predominante de hacer negocios políticos: venganza por pérdidas pasadas, el uso de la fuerza y una visión de la ganancia económica como primordial (capítulo 6). Al final, el papa Francisco invoca al santo que impulsó sus reflexiones y el título de la encíclica, San Francisco. Pero, fiel al deseo del papa de involucrar a la comunidad global en esta crucial conversación, él se asocia con personas fieles más allá del mundo católico que dan testimonio de fraternidad y amistad social: Dr. Martin Luther King Jr., Desmond Tutu, Mahatma Gandhi y muchos otros. Asumamos esta conversación como hermanos y hermanas.