Internacional

Honestidad, gratitud a Dios son bases de la credibilidad, dijo el cardenal Cupich al sínodo

Por Cindy Wooden (Catholic News Service)
miércoles, octubre 17, 2018

El papa Francisco saluda al cardenal Blase J. Cupich de Chicago antes de una sesión del Sínodo de los Obispos en el Vaticano el 16 de octubre. Foto: CNS/Vatican Media.

 

CIUDAD DEL VATICANO — Al menos que se reconozcan así mismos como pecadores rescatados por Jesús, los adultos no pueden ser efectivos en ayudar a los jóvenes a encontrar el camino de la fe y hacer la voluntad de Dios, dijo el cardenal Cupich al Sínodo de los Obispos.

"Siempre debemos tener presente en nuestras mentes nuestra propia historia de cómo Cristo, el buen Samaritano, no pasó de largo, sino que derramó su aceite de ternura en nuestras heridas, nos levantó, redimió lo que no era redimible por nuestra propia cuenta y abrió para nosotros un nuevo futuro”, dijo el cardenal al sínodo el 10 de octubre.

En la medida que los miembros del sínodo comenzaron su segunda semana de reuniones, sus discursos en las sesiones generales se enfocaron en la sección del documento de trabajo del sínodo que trata con el “discernimiento vocacional” y “el arte del acompañamiento”.

El cardenal Cupich citó la afirmación del documento de trabajo de que “para los jóvenes es particularmente importante que los mentores reconozcan su propia humanidad y falibilidad”.

La parábola del buen Samaritano fue la lectura del Evangelio para el 8 de octubre, señaló, y los primeros escritores cristianos la leyeron como una historia de la redención de cada persona. El papa Francisco señaló el mismo punto en su homilía en su misa temprano en la mañana ese día.

Sermones por Clemente de Alejandría, Orígenes, San Ambrosio y San Agustín, todos dieron sermones donde el Samaritano no era primero “un ejemplo a imitar”, sino en cambio era una imagen de Jesús, que “nos salvó, a ti y a mí, y solo entonces desde esa experiencia somos llamados a hacer lo mismo”.

Durante siglos, dijo, los cristianos leyeron la historia de esta manera: "El hombre herido encontrado en una zanja es Adán, caído por el pecado, dejado para que muera afuera de las puertas del Edén. El sacerdote y el Leví, representando la ley, no pueden hacer nada por él. Solamente un extraño, Jesús, uno que no es ninguno de nosotros, que no es de aquí, puede ayudar”.

El punto de dicha lectura mencionó el cardenal Cupich, es que "antes de que cualquiera de nosotros pueda convertirse en un discípulo o enseñar a otros a ser uno, cada uno de nosotros debe reconocer a Jesús como el que ingresó a mi historia, mi caos, mi vulnerabilidad, mis heridas y me salvó”.

"Si vamos a ser el tipo de mentores que los jóvenes nos están diciendo que necesitan”, dijo el cardenal Cupich al sínodo, "nunca debemos olvidar nuestra historia de debilidad, fracaso, pecado, las veces que hemos estado en la zanja”.

Los jóvenes pueden sentir cuando la vida de una persona y el consejo que él o ella ofrece viene de la experiencia, dijo, pero estar en contacto con esa experiencia también ayuda a la persona que se supone que es un mentor, guía o director espiritual.

"Cuanto más sinceramente estemos en contacto con las circunstancias concretas de nuestra propia historia”, dijo, “mayor será nuestra apertura para ver los pasos reales y posibles que el Señor está pidiendo en cada momento de aquellos a los que acompañamos”.

“Hermanos", dijo al sínodo, "nunca tengamos miedo de recordar los momentos en que estuvimos en la zanja”.

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