Internacional

La alegría de la misericordia

Por Ruth Chojnacki, maestra del Instituto de Liderazgo Pastoral
jueves, diciembre 31, 2015

Los catequistas indígenas mayas se empujaban y bromeaban mientras me ayudaban a subir a la parte trasera de la camioneta para acompañarlos. Yo era una invitada del equipo pastoral parroquial en camino para celebrar la fiesta patronal de Santa María Magdalena, un pueblo de campesinos en la región de Los Altos de Chiapas, México. Todo en estos campesinos —entre los más pobres de América— transmitía alegría. ¿Por qué serían tales hombres empobrecidos tan alegres, dando incontables horas a la iglesia, cuando necesitan trabajar a cada momento del día sus campos de maíz y café simplemente para sobrevivir?

Durante casi dos años viviendo en sus casas de lodo y paja y caminando senderos fangosos de la montaña para compartir y estudiar su ministerio, he descubierto la respuesta a esta pregunta en su visitar a los enfermos, en su aconsejar al atribulado y en su orar entre sus hermanos y hermanas pobres. Después de años, su alegría en estos actos de misericordia nos mantiene unidos mientras nos comunicamos y apoyamos mutuamente en nuestros ministerios a través de mis visitas anuales y de las increíbles habilidades en el manejo del internet de sus hijos.

Esta misma “alegría infecciosa” llena a los candidatos del diaconado y líderes catequéticos de habla hispana que tengo el privilegio de enseñar por medio del Instituto de Liderazgo Pastoral, un programa de formación teológica para la Arquidiócesis de Chicago. Después de una jornada de trabajo de todo el día, estos estudiantes inmigrantes asisten a clases de tres horas para profundizar en su comprensión de la fe, a un gran costo personal en viaje, tiempo y energía, para ser mensajeros de la misericordia.

¿Por qué estos hombres y mujeres renuncian a dos noches a la semana durante varios años —¡haciendo tarea además!— para prepararse para el ministerio? Una vez más, su alegría responde a mi pregunta e inspira mis propias visitas a los enfermos de la parroquia de San Nicolás y a mi ministerio de enseñanza.

“Bienaventurados los misericordiosos”, enseña Jesús. Makarios – la palabra griega para “bienaventurado” – significa sencillamente, y sin motivo externo, “feliz”. La alegría se eleva de la felicidad profunda que acompaña a las obras de misericordia y, aun paradójicamente, del sacrificio que a veces se les requiere. Los indígenas e inmigrantes encuentran por igual una gran y vivificante alegría en la misericordia. También la encuentro yo, compartiendo el ministerio con ellos a través de las distancias e idiomas. Ellos y ellas llenan continuamente mi corazón y me enseñan, a su maestra, la alegría de la misericordia.

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