Estados Unidos

'Amor radical' de la crucifixión es el antídoto contra el racismo, dice un obispo de San Diego

Por Catholic News Service
viernes, abril 30, 2021

Habitantes de Newcastle, Wash., muestran pancartas durante una marcha el 17 de marzo contra el odio hacia la comunidad asiática. Foto: Lindsey Wasson, Reuters/CNS

SAN DIEGO (CNS). “Nos reunimos aquí esta noche porque hay odio en nuestro mundo”, señaló el obispo Robert W. McElroy de San Diego en su homilía durante una misa el 15 de abril, que celebró por la curación racial.

“Pero lo más importante es que nos reunimos aquí esta noche porque el sacrificio de Jesús en la cruz nos muestra un camino de amor y sacrificio radical, que es el único antídoto duradero contra el racismo que acecha dentro del corazón humano”, manifestó el obispo.

El obispo fue el celebrante principal de la misa vespertina para y con la comunidad de asiáticos e isleños del Pacífico a la luz de los recientes crímenes de odio contra esas comunidades.

La liturgia tuvo lugar fuera de la iglesia del Buen Pastor y atrajo a unas 450 personas; los feligreses estaban socialmente distanciados y usaban máscaras faciales. La misa también fue transmitida en vivo.

La organización Stop AAPI Hate publicó cifras a mediados de marzo, diciendo que había recopilado informes de 3,800 crímenes de odio en todo Estados Unidos el año pasado contra estadounidenses de origen asiático e isleños del Pacífico.

Algunos de los informes más conocidos incluyen acoso general en público, como decirles “vuelvan a sus países” o que se vayan de Estados Unidos, ya sea en lugares como restaurantes o tiendas de abarrotes. Otros ataques, en cambio, acaban con su vida, como el asesinato de seis mujeres de ascendencia asiática durante un tiroteo en marzo en Georgia, que se cobró la vida de ocho personas.

En su sitio web, Stop AAPI Hate dice que los informes de odio contra los asiáticos americanos y los isleños del Pacífico, “han aumentado durante la pandemia de COVID-19”, ya que algunos culpan falsamente a esas comunidades por la propagación del virus, documentado por primera vez en China. Además, algunos políticos avivaron las llamas de odio contra los asiáticos durante una polémica temporada electoral de 2020.

El obispo McElroy relató algunos ejemplos de la historia de Estados Unidos, que han conducido a ese odio, incluyendo la Ley de Exclusión China y el internamiento forzoso de la comunidad japonesa en campos de reubicación.

La Ley de Exclusión de China de Estados Unidos fue aprobada por el Congreso y promulgada por el presidente republicano Chester A. Arthur el 6 de mayo de 1882, prohibiendo toda inmigración de trabajadores chinos. La inmigración china estuvo regulada hasta la década de 1920.

El 19 de febrero de 1942, el presidente demócrata Franklin D. Roosevelt ordenó la reubicación forzosa de japoneses-estadounidenses a campos de internamiento durante la Segunda Guerra Mundial, donde se los mantuvo hasta 1945.

“La misma realidad y significado de la Crucifixión nos llama a ver esta exclusión y violencia, reconociendo en los patrones racistas de nuestra sociedad la falsa condena de Pilato, los insultos de la multitud, la sensación de desolación que Jesús experimentó mientras colgaba de la cruz”, dijo el obispo McElroy.

“Y nosotros, como individuos, debemos reconocer avergonzados esos momentos en los que hemos contribuido al terrible legado del racismo en nuestro mundo, uniéndonos a la multitud que grita insultos, permaneciendo en silencio ante la injusticia racial, y clavando a Cristo en la cruz siendo sus hermanas y hermanos”, expresó el obispo.

El obispo citó la reciente encíclica del papa Francisco, “Fratelli tutti”, en la que el pontífice “llama a un amor dentro de la familia humana que trascienda todas las fronteras, todas las divisiones, todas las exclusiones”.

“Es el amor del buen samaritano, que, enfrentando el mal y el peligro en el camino, rompe todos los límites culturales racistas que lo llaman a limitar su amor a su propia comunidad samaritana”, dijo el obispo McElroy.

“El amor del buen samaritano destruye el racismo al dejar de lado ese misterioso cáncer del alma humana que nos lleva a etiquetar a los hijos de Dios como 'otros', como inferiores, como indignos, como amenaza, como competidores”, acotó.