Patricia, Sebastián y José Rojas oran el Padre Nuestro después de recibir ceniza en San Antonio de Padua, en 2017. Foto: Karen Callaway/Católico
Cuando estaba en la universidad, había un grupo de estudiantes que no siempre practicaba su fe, pero cuando llegaba el Miércoles de Ceniza, todos decidían unirse para dejar algunos pecados particulares comunes entre los estudiantes universitarios. Al principio esto parecía una búsqueda noble de santidad y responsabilidad. Sin embargo, una vez que comenzaba la Pascua, había “celebraciones” que eran meramente oportunidades de cometer estos mismos pecados otra vez. Se me ocurrió entonces, “¿Es esta la manera de celebrar la resurrección de Cristo? ¿Al pecar?” La muerte de Cristo en la cruz el Viernes Santo y su resurrección el Domingo de Pascua tienen la intención de liberarnos de nuestros pecados. Celebrar dicha libertad pecando es una contradicción. Esta historia de los estudiantes universitarios no es poco común, ni tampoco es exclusividad de los campus universitarios, pero esta mentalidad pierde la señal de lo que verdaderamente se trata la Cuaresma. Independientemente de donde nos encontremos en nuestra travesía de fe, como católicos siempre somos llamados a rechazar el pecado. En este sentido, cada día es Miércoles de Ceniza, porque todos los días somos llamados a “arrepentirnos y creer en el Evangelio”. Uno no debe simplemente renunciar a un pecado por la Cuaresma, debemos renunciar a los pecados de por vida. Sí, todos somos pecadores, y luchamos con nuestra pecaminosidad toda nuestra vida; pero la intención nunca debe ser renunciar a un pecado solamente por un cierto período de tiempo; sino más bien esforzándose siempre por la santidad. El Miércoles de Ceniza marca el comienzo de la Cuaresma, un momento reservado para ayudarnos con esa meta de alcanzar santidad. Arrepentirse de nuestros pecados va más allá de simplemente no pecar más, es la expresión de nuestra pena a Dios por los pecados que ya hemos cometido. Creer en el Evangelio requiere no solo un consentimiento intelectual o una simple confirmación con la cabeza, “Sí, seguro que creo en eso”, sino que suplica acciones que demuestren que “la fe sin las obras está muerta” (Santiago 2:26). Afortunadamente, la iglesia en su sabiduría y tradición nos provee con alguna orientación sobre qué tipo de acciones debemos emprender para crecer en una relación más profunda con Cristo durante la Cuaresma: oración, ayuno y limosna. Tomen nota: En ninguna parte de esos tres encontramos “renunciar al pecado”. Ese esfuerzo es necesario todos los días, a lo largo del año, a lo largo de nuestras vidas. Así que mientras libramos la lucha contra el pecado todo el tiempo, aun es importante aprovechar la temporada de Cuaresma y las prácticas motivadas por la iglesia de oración, ayuno y limosna como una manera de ir más allá de la mera eliminación del pecado y entrar en una relación más íntima con Dios. Oración El Miércoles de Ceniza es un gran momento para hacer inventario de nuestra vida de oración: qué va bien, qué está faltando. Cada quién está en una etapa diferente en su travesía con Dios, así que los resultados del inventario lucirán diferente para cada uno de nosotros. Algunas veces comenzamos la Cuaresma con grandes metas de añadir mucho a nuestro régimen de oración; solo para encontrarnos abrumados y rendirnos. En cambio, quizás debemos considerar añadir solo una pequeña práctica y hacerlo bien y de manera constante. Dependiendo de la rutina actual, una simple adición podría ser algo tan simple como pasar unos pocos minutos cada mañana con las lecturas del día. Cuando llega la Pascua, la nueva práctica ya es parte de nuestra nueva rutina de oración, y sería algo que podemos llevar adelante más allá de la Cuaresma. Ayuno Este es en el que todos parecen enfocarse. “¿A qué vas a renunciar para la Cuaresma?”, preguntan todos. Otra vez, la respuesta no debería ser, “el pecado”. El ayuno va más allá; es la elección libre de renunciar a algo bueno como una forma de sacrificio, una expresión de nuestra pena por nuestros pecados. El renunciar a algo bueno no debería ser algo que entonces nos lleve más lejos de Dios, sino en cambio que nos acerque más a él. Quizás podemos pensar en cosas terrenales con las cuales tenemos un apego que no es saludable. Al deshacernos de algo que no es un pecado, somos capaces de desarrollar la autodisciplina (útil para las luchas contra la tentación y el pecado), así como también nos acercamos más a Dios al estar más desapegados de cosas terrenales que ultimadamente son superficiales e innecesarias. Limosna El Miércoles de Ceniza comienza la travesía de la Cuaresma que ultimadamente nos dirige a la cruz, al acto definitivo de amor de Jesús, el don de sacrificio de su propio ser. Somos llamados a imitar ese mismo tipo de amor a través del sacrificio. Una de las maneras que podemos imitar ese sacrificio es a través de nuestras ofertas financieras a la iglesia, organizaciones caritativas y a los necesitados. El desafío es ver esta donación no desde de una posición de obligación, debido al crédito tributario o por lo que sobra al final. Cristo se entregó a sí mismo para que pudiéramos tener una vida eterna. Nosotros, también, debemos ver nuestra donación como un sacrificio para el beneficio de otros. La Cuaresma nos provee un momento para participar en una “auditoría” de nuestra limosna: de preguntarnos a nosotros mismos los motivos detrás de nuestra donación, y para ver cómo podemos imitar más completamente a Cristo al aumentar nuestra donación de sacrificio, no para nuestro propio beneficio sino por los demás.