Luego de que empezaran a llegar autobuses a Chicago desde Texas en agosto de 2022, el primer migrante que franqueó el umbral de la oficina de Caridades Católicas en St. Gall fue un joven que literalmente había caminado desde el centro de Chicago hasta la intersección de las calles 55 y Kedzie. El personal de otra agencia sin fines de lucro le había explicado que podríamos ayudarlo, y así lo hicimos. Le proporcionamos refugio por tres días hasta que se nos ocurriera una solución más permanente. Lo acompañé al supermercado; compramos ingredientes para sándwich y otros productos. Cuando llegamos a la fila de caja, me miró y preguntó: “¿Puedo comprar una barra de chocolate? Tan solo quisiera poder comer una barra de chocolate y sentarme a mirar el cielo”. Solo eso, nada más, así que le compré tres barras de chocolate. Me di cuenta de que algo sucedía en nuestra ciudad y que necesitábamos establecer un sistema de apoyo para ayudar a otros como este joven. Iniciamos nuestras conversaciones en Caridades Católicas y, pronto, llegaron muchos otros como este joven. ¿Conocen ese dicho, “Constrúyelo y vendrán”? Pues sí vinieron, y la ciudad y Arquidiócesis respondieron. Caridades Católicas estableció un turno permanente 24/7. Más allá de comida, refugio y ropa, nos dimos cuenta de que estos recién llegados también necesitaban orientación. Necesitaban que alguien los escuchara, hablara con ellos, los acompañara. Yo no habría podido lograrlo en solitario, y Caridades Católicas tampoco. Fue necesaria una respuesta coordinada, con el apoyo y liderazgo del Ayuntamiento de Chicago, Caridades Católicas, la Arquidiócesis, y nuestras parroquias y socios. Desde agosto de 2022, aproximadamente 47,000 migrantes han llegado al área de Chicago. En colaboración con las parroquias, así como nuestros socios gubernamentales y comunitarios, Caridades Católicas ha prestado apoyo a más de 35,000 de estas personas, incluso conectándolas con vivienda segura a largo plazo y reuniéndolas con familias fuera de Chicago. Quinientas personas han recibido acompañamiento a través del Programa Parroquial de Patrocinio de Familias. El programa fue diseñado por esta extraordinaria red de organizaciones y personas que respondieron al llamado al servicio, para acompañar a estas familias, llorar con ellas, rezar con ellas. El acompañamiento que se provee a través de este programa es como una trinidad. La parte superior es la familia junto a la que caminamos. Evaluamos sus necesidades e intentamos establecerlos en un hogar. La segunda parte es la parroquia que los escucha, los acompaña, les enseña a tomar el bus, inscribir a sus hijos en la escuela y obtener vacunaciones. La tercera parte es la cohesión que se produce entre la parroquia, la familia y Caridades Católicas. Es un proceso sin fin. Nunca nos apartamos del todo, ya que la familia sabe que siempre puede acudir a nosotros o a la parroquia. La solidez de ese vínculo es increíblemente importante y, al mismo tiempo, la familia se vuelve parte integral de quiénes somos en Caridades Católicas y en qué se convierte esa familia parroquial. Esta labor establece vínculos, y es el rostro de Cristo. Se trata de ver a la otra persona como uno quisiera ser visto. En eso consiste el patrocinio parroquia-familia: conecta con esa persona recién llegada, la ve y la acepta tal cual es, y la incorpora a una familia que le ofrece apoyo y amor. Todos nosotros damos y recibimos a través de esta acogida y esta labor. Cuando aquel joven pidió una barra de chocolate, en realidad estaba pidiendo que se lo escuchara. El principal aspecto de nuestra fe consiste en respetar a cada persona tal cual es y comprender que, cuando franquean nuestras puertas, se las debe ver, y no solo mirar.