Sally Blount, presidenta y directora ejecutiva de Caridades Católicas

Por qué es importante aceptar los relatos sin un desenlace pulcro

miércoles, agosto 2, 2023

En Caridades Católicas nos encanta compartir los relatos de nuestro éxito: la joven madre soltera que consigue una vivienda segura para sí misma y sus tres hijitos; el anciano solitario que encuentra no solo un nuevo apartamento, sino nuevas amistades y una comunidad que le brinda apoyo; la familia en duelo, sin ahorros y con muchas deudas, que puede enterrar a su querida abuela con dignidad. Estos relatos nos motivan a todos, ya que son maravillosos testimonios de lo que puede lograrse cuando nos unimos para atestiguar nuestra fe.

Aun así, igual de importante es recordar que a diario también presenciamos innumerables relatos que no son tan fáciles de contar: la mujer en situación de violencia doméstica que no está lista para marcharse; el veterano de guerra que visita nuestro puesto de servicios de empleo, pero nunca contesta nuestras llamadas de seguimiento; la familia migrante que sigue su camino, sin confiar aún en su seguridad.

En la misma medida en que celebramos los relatos felices, también es importante reconocer y contar los relatos que no son tan pulcros. Y es que en esos relatos es donde verdaderamente presenciamos la valentía y la perseverancia que requiere el llamado a la compasión.

La compasión valiente nos exige acoger y servir a todos con el corazón abierto y oídos empáticos, a sabiendas de que aun tras nuestra dura labor (y sus donaciones) es posible que no marquemos una diferencia palpable. Puede que las circunstancias de la gente no mejoren.

Dorothy Day escribió que “el Evangelio nos arrebata para siempre el derecho de distinguir entre los pobres merecedores y no merecedores”. También nos arrebata el derecho de exigir que nuestro servicio tenga los resultados que nosotros queremos para ellos.

Esto no quiere decir que nuestros servicios se brinden sin la más alta calidad de atención. Más bien es lo contrario: a diario, nos ocupamos de las personas con la atención de nuestros mejores consejeros y terapeutas, llenamos carritos de la compra con alimentos saludables, nos aseguramos de que las mujeres que acaban de ser madre cuenten con el apoyo que necesitan para la crianza. Y aun así, a pesar de nuestras oraciones, de la experiencia y sabiduría ganadas a pulso, y de las decenas de horas y cientos de dólares dedicados, no se puede prometer que obtendremos el resultado que queremos para cada una de las personas que atendemos.

Al servir al otro, debemos tener la humildad de recordar que el desenlace está en manos de Cristo, no en las nuestras. La compasión valiente en respuesta a Su llamado significa que servimos sin la expectativa de un resultado encomiable o un relato gratificante. Servimos simplemente para atestiguar; atestiguar nuestro amor por Cristo y por nuestro prójimo.

En la Casa Madre de las Misioneras de la Caridad, hay un cartel que reza: Recuerda que es Cristo el que obra a través nuestro; somos solamente instrumentos de servicio. No se trata de cuántas cosas hagamos, sino de cuánto amor dedicamos a lo que hacemos.

Es importante recordarlo: no se trata de cuántas cosas hagamos, ni de cuántos relatos interesantes podamos contar gracias a nuestras buenas obras. Se trata de tener la valentía de presentarse a diario, listos y dispuestos a amar y a servir, aun cuando las cosas no vayan en nuestro favor; aun cuando estemos cansados y decepcionados, y los relatos no sean pulcros.

Eso es la compasión valiente y ese es nuestro llamado en Caridades Católicas. Somos el brazo de la Iglesia que abre sus puertas cada mañana con una única agenda: acompañar y servir a las personas vulnerables, hambrientas y solitarias.

Los invitamos a unirse a nosotros; los invitamos a vivir el desorden del servicio y del amor.

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