El 20 de junio, el Papa Francisco habló en una conferencia en Roma sobre la libertad religiosa y el choque mundial de valores. “La libertad religiosa”, dijo el Papa, “no es sólo aquella de un pensamiento o de un culto privado. Es libertad de vivir según los principios éticos consecuentes a la verdad encontrada, ya sea privada o públicamente”. La declaración del Papa Francisco explica por qué los obispos de Estados Unidos están pidiendo otra vez a los católicos y a otros observar la “Quincena por la Libertad”, dos semanas entre el 21 de junio y el 4 de julio. El 21 de junio es la fiesta de los santos Tomás Moro y John Fisher, quienes fueron martirizados durante el reinado de Enrique VIII, cuando este usurpó el derecho de gobernar la Iglesia en su reino, en sustitución del Papa, vicario auténtico de Cristo. La quincena termina el 4 de julio, el día festivo que conmemora nuestra independencia nacional. La independencia de un gobierno extranjero no significa necesariamente que la gente sea libre bajo su propio gobierno. Las personas pueden crear libremente un estado que destruye una sociedad libre. Por otro lado, los titulares de estos días hablan de una guerra civil en Irak y Siria, pero las historias de Oriente Medio rara vez mencionan a las minorías cristianas que han vivido allí por siglos. Estas comunidades, nuestros hermanos y hermanas en la fe, están desapareciendo, viviendo con el temor de ser secuestrados e incluso asesinados, como muchos lo han sido. El Papa Francisco ha señalado que hoy en día la persecución religiosa está más extendida de lo que estaba hace 1700 años. En este país, no tememos morir por nuestra fe. Entonces, ¿de qué tenemos miedo? Tenemos miedo de que las instituciones que llevan a cabo las obras de misericordia que han sido parte integral de la misión de la Iglesia durante siglos se vean obligados a convertirse, efectivamente, en instituciones gubernamentales, teniendo permiso para existir sólo si no actúan como católicas. Están en juego los hospitales católicos, las universidades católicas y las agencias católicas de servicios sociales, precisamente como católicos. Está en juego también una sociedad que alguna vez permitió que muchas voces y religiones diferentes contribuyeran al bien común, sin comprometer su conciencia colectiva. La inconformidad se ha agrupado en torno al mandato de la HHS que insiste en que cualquier institución que sirve al público debe tratar la fertilidad de la mujer como un enemigo a ser suprimido en nombre de la libertad de las mujeres. De hecho, el gobierno ha hecho muchas excepciones a esta regla, pero se ha negado a eximir a las instituciones católicas. Como consecuencia, el problema está en los tribunales. La imposición de una definición de matrimonio que destruye el sentido natural de la unión matrimonial se está convirtiendo en otro caso de prueba para la libertad religiosa. La ley sostiene ahora que los hombres y las mujeres son intercambiables en el matrimonio, como si los niños no necesitaran una madre y un padre para nacer y crecer con cierta seguridad. Estas son las leyes que marcan a las sociedades en decadencia, tanto demográfica, como moralmente. ¿Qué le ha pasado a nuestras libertades estadounidenses, tan pregonadas? A excepción de los derechos de propiedad, todas ellas están siendo negociadas a favor de la libertad de expresión sexual. Esa “libertad” se ha convertido en la carta de triunfo en casi todos los conflictos sociales. Mientras que la conversación pública juega el juego de liberal versus conservador, en realidad sólo hay una cuestión: la libertad frente a la tiranía, una tiranía disfrazada de compasión y represión legal de diferencias que parecen amenazar una “igualdad” abstracta. Los estadounidenses están preocupados por la economía, y con razón. Estamos preocupados por la pérdida de nuestro lugar en el mundo, y con razón. También debemos estar preocupados de que estamos en el lado equivocado de lo que la naturaleza nos enseña, lo que nos está llevando, al menos a largo plazo, a un fracaso histórico como sociedad. Estas dos semanas se nos pide orar por nuestro país y sus libertades, y muchas parroquias estarán recordando esta intención, mientras nos preparamos para celebrar el 4 de Julio. Lo que nos da todas las razones para la esperanza es las muchas buenas personas que piden a Dios que les bendiga, a ellos, a sus familias y a nuestro país. Esa es nuestra oración durante esta “Quincena por la Libertad”. Este 4 de julio, extendamos nuestra oración para incluir a los cristianos de todo el mundo que están viviendo con miedo a causa de su fe en Cristo, y mantengamos presentes también, ante el Señor, a aquellos que son una amenaza a la libertad religiosa, aquí y en el extranjero. Que Dios los bendiga, a ellos y a ustedes.