Cardenal Francis George, O.M.I.

La fiesta de Cristo Rey y el Año de la Fe

sábado, noviembre 30, 2013

El Año de la fe de la Iglesia católica, que dio inicio en octubre de 2012, llega a su fin en la fiesta de Cristo Rey, este 24 de noviembre. Como producto de mi reflexión sobre nuestra participación en este año, quiero expresar mi gratitud a los sacerdotes, catequistas y a otras personas que lo utilizaron para fortalecer nuestra relación con Cristo, quien sólo puede ser conocido con los ojos de la fe. También me doy cuenta de que nuestra observancia de esta fiesta universal ha sido más o menos desplazada por el énfasis que ha dado la Arquidiócesis a los dos últimos temas de nuestro Plan Pastoral Estratégico: el Año de la Misa Dominical y, ahora, el Año del Fortalecimiento de Familias Católicas.

Sin embargo, por encima de todas, la “mayor distracción” para celebrar oficialmente el Año de la Fe ha sido la histórica transición papal que ejemplifica, en la práctica, lo que hace a la comunidad de fe. La renuncia del Papa Benedicto XVI de la oficina papal y el cónclave que eligió al Papa Francisco centraron la atención del mundo entero en la oficina papal como garante de la doctrina de la Iglesia y piedra angular de su sucesión apostólica. La transición fue un ejercicio de fe que invitó a la participación, incluso de muchos que no comparten la fe católica. En esto, como en tantas otras cosas, la elección del Papa Francisco ha sido providencial.

En su catequesis de las dos audiencias del miércoles en este Año de la Fe, el Papa ha examinado los artículos del Credo, la profesión de fe que recitamos juntos cada domingo. Sin embargo, la elección para terminar el Año de la Fe en la fiesta de Cristo Rey, dirige nuestra atención a la relación que tiene la comunidad de fe con ese mundo por el que Cristo murió, a fin de salvarlo. Este fue el tema de la última conferencia presidencial del Cardenal Timothy Dolan durante la reciente reunión anual de la Conferencia Episcopal (de EE.UU.). Nos recordó, en primer lugar, los desafíos legales a la libertad religiosa que enfrentamos ahora en los Estados Unidos, en particular en la prestación de servicios para la salud de acuerdo con las normas morales católicas y en las complicaciones que surgirán para la Iglesia ahora que las legislaturas locales han desarticulado y redefinido el matrimonio.

Sin embargo, la mayor parte de su discurso se centró en la persecución física que sufren hoy en día los cristianos de todo el mundo. Dos tercios de los 2.3 mil millones de cristianos en todo el mundo viven hoy en día en la pobreza y en países en los que corren el riesgo de perder la vida. Aún cuando no son protegidos, ni remotamente, por nuestro gobierno, a menudo son considerados, en la mentalidad popular de sus países, consecuencia de las políticas impopulares de Estados Unidos y de otras potencias occidentales. Son tratados como rehenes de nuestros errores de política exterior.

En Egipto, Siria e Irak, en Pakistán y Afganistán, en China y Vietnam, en el estado indio de Orissa, en el norte de Nigeria y en Zanzíbar, los cristianos son señalados como objetivo. Sus iglesias, instituciones y viviendas son dañadas o destruidas, y estos ataques se hacen por odio a la fe cristiana. Se trata de una “guerra global”, como el periodista John Allen la ha llamado. También es una guerra que en gran parte ha sido ignorada por el gobierno y por los medios de comunicación estadounidenses.

Irónicamente, cuando el Papa Francisco quiso llamar la atención de un líder político cristiano para detener la propuesta de invasión militar de Siria por los Estados Unidos y otras potencias occidentales, se dirigió al Presidente de Rusia y apeló explícitamente a su conciencia cristiana. El pasado 25 de septiembre, el Papa nos invitó a todos a hacer un examen de conciencia sobre este asunto: “Cuando siento que tantos cristianos en el mundo sufren, ¿soy indiferente, o es como si sufriese uno de mi familia? Cuando pienso u oigo decir que muchos cristianos son perseguidos y que dan hasta la vida por la propia fe, ¿esto toca mi corazón o no me llega? ¿Estoy abierto a ese hermano o a esa hermana de la familia que está dando su vida por Jesucristo? ¿Oramos los unos por los otros? ¿Cuántos de ustedes rezan por los cristianos que son perseguidos?”

Los Obispos de los Estados Unidos, por su parte, renovaron su llamado a la oración, la penitencia y el sacrificio a favor de la renovación de una cultura de la vida, el matrimonio y la libertad religiosa en nuestro país. Los recursos para responder a esta convocatoria están disponibles en inglés en www.usccb.org/pray, y en español en www.usccb.org/reza.

La Iglesia existe no para sí misma, sino para la salvación del mundo. La misión es siempre la misma: presentar al mundo a su Salvador en cada generación, hasta que regrese en gloria para juzgar a vivos y muertos. Por supuesto que esta misión se ve obstaculizada y estancada por la persecución externa, pero también es asesinada por una fe que no llama a los creyentes a salir de sí mismos y arrojarse a los brazos de Cristo. Por lo tanto, en esta fiesta de Cristo Rey, en este año de gracia de 2013, el examen de conciencia podría incluir las siguientes preguntas:

La misión de la Iglesia está en manos de aquellos que se han enamorado de Cristo y de su Iglesia. Pido que nosotros, los católicos de la Arquidiócesis de Chicago, nos encontremos entre aquellos a los que Cristo ha vuelto su mirada y con los que emprendemos la misión en nuestro día. Dios los bendiga.

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