Cardenal Francis George, O.M.I.

Personas con discapacidad: compartir las bendiciones

miércoles, julio 31, 2013

Estaba tan impresionado con su ministerio que, hace algunos años, le pedí al padre Charles Rubey, director de la Oficina Arquidiocesana para Personas con Discapacidad, y al padre Joe Mulcrone, sacerdote responsable de la pastoral para católicos sordos, que me ayudaran a escribir una carta sobre el ministerio con y para personas con discapacidad. Ellos dieron algunas sugerencias para la carta, pero el tiempo pasó sin que yo le diera seguimiento.

Mi reciente peregrinación al Santuario de Lourdes con la Orden de Malta trajo a mi mente nuestras conversaciones y sus notas. Este artículo tendrá que servir para una declaración pastoral más elaborada, en caso de que no escriba nada en absoluto.

Lourdes es un lugar de oración: las misas, las procesiones del Rosario, el Vía Crucis, las procesiones del Santísimo Sacramento, las oraciones en las piscinas. Todos estos eventos están dirigidos a los enfermos y los discapacitados. Todo está dispuesto para su participación. Todo el mundo en Lourdes está a su disposición.

Aquí en casa, nuestros lugares de culto y de reunión están a menudo dispuestos para que aquellos que se encuentran físicamente discapacitados puedan acceder más fácilmente. Hay un progreso constante, señalado cada año con la celebración del Domingo de Inclusión. Pero el acceso físico debe ser compatible con una actitud que busque intencionalmente incluir a aquellos que están discapacitados por cualquier razón: a los que han nacido o que han resultado discapacitados por la violencia callejera, por la guerra, por la edad, o por alguna enfermedad debilitante. Presentamos a las demás personas el desafío de trabajar en conjunto para desarrollar esta actitud porque todos estamos juntos en esto. El Cuerpo de Cristo tiene muchos miembros. Cada uno trae un don el cual representa una bendición para los demás, incluso si el don, en ocasiones, pueda ser una fuente de dolor o sufrimiento para el que lo lleva.

Las mejores personas para hablar acerca de este ministerio son las madres y los padres de niños discapacitados. Luego están las personas que tienen a su cargo esta responsabilidad pastoral dentro de la Arquidiócesis. La hermana Rosemary Connelly en Misericordia Heart of Mercy, por ejemplo, ha abierto su corazón a muchas personas con quienes pocos se interesan en hacer amistad. El ministerio no es solamente un asunto de proveer “servicios”. El ministerio crea hermandad, que es lo que lleva a cabo la hermana Rosemary. El padre Rubey, por su lado, ha laborado durante muchos años en Caridades Católicas, años que lo han llevado a establecer contacto con comunidades y familias con el corazón desgarrado por el suicidio de uno de sus miembros. El Padre Rubey conoce, con la ayuda de Dios, la manera de encontrar los caminos para que las personas comiencen a rehacer sus vidas nuevamente después de la pérdida por suicidio de un ser querido. El padre Joe Mulcrone lleva años viviendo y trabajando con personas sordas. Gracias a él y a las personas que lo ayudan, toda actividad arquidiocesana importante es debidamente traducida al lenguaje de señas. Estas personas y muchas otras cuyas vidas están conformadas por estos ministerios merecen nuestro amor y nuestra gratitud.

Algunos podrían comenzar estas reflexiones según la virtud de la justicia: debemos acoger a todos con respeto, porque todo el mundo está hecho a imagen y semejanza de Dios. Esto es bueno en la medida en que continúe. Lo que va más allá es el amor, un deseo de compartir todo lo que nos ha sido dado por Dios y de recibir libremente cualquier cosa que los demás quieran compartir. En la Iglesia, todo el mundo da y todo el mundo recibe. Todo el mundo sirve y todo el mundo es servido. Este es el sentido de inclusión del evangelio. Todo el mundo actúa no para mostrar lo que pueden conseguir sino para mostrar lo que Dios hace al utilizarlos para Sus propósitos. A veces la acción se ve disminuida, ya sea física o psicológicamente. Los resultados espirituales, sin embargo, quedan fuera de las mediciones normales, están medidos por Dios. Diariamente nos vemos rodeados por bendiciones de las cuales, con frecuencia, no nos damos cuenta. Olvidamos aquello que damos por sentado, las bendiciones de la naturaleza, de nuestros seres queridos y amigos, de nuestra propia vida, las bendiciones particulares de la misa y de los sacramentos, que con tanta facilidad están disponibles en nuestra Arquidiócesis.

Cubrir de manera intencionada las necesidades de las personas con discapacidad y permitirles hacer lo mismo por los demás no es, pues, un asunto de “bondad” sino de atención que nace del amor. Nuestros ministerios que sirven a los discapacitados son necesarios para que la Iglesia pueda ser ella misma. El papa Francisco habla y actúa con el fin de incluir a todos aquellos “marginados” a la misión de la Iglesia. Recientemente se trasladó a una isla en el sur de Italia, donde los botes llenos de refugiados del norte de África ocasionalmente vuelcan o, si los refugiados llegan a la orilla, encuentran una mala acogida. Lo que sus acciones y palabras ponen de manifiesto es la conexión entre el control poblacional y la negativa a recibir inmigrantes, que no son personas de “nuestra clase”. La misma actitud puede impregnar la política hacia las personas con discapacidad. Estamos frente a personas colocadas en las más altas esferas, formadas en la filosofía eugenésica, que no solo afirma que hay demasiadas personas en el mundo sino que, sobre todo, algunas de ellas no son la clase de personas que queremos a nuestro alrededor, ya sean discapacitadas o solo diferentes.

Cualquiera que necesite ayuda para ministrar a personas con discapacidad puede consultar el índice de los departamentos en el sitio web de la Arquidiócesis, luego desplazarse hacia abajo hasta encontrar la sección de la Oficina para Personas con Discapacidad (http://www.archchicago.org/departments/ persons_disabilities/home_OPD.s htm, Persons with Disabilities) y hacer clic para abrir. Me siento muy orgulloso de lo que hemos hecho en la Arquidiócesis para ministrar con y para las personas con discapacidad. Personalmente soy sensible a esta preocupación porque he luchado gran parte de mi vida para continuar caminando, y de manera automática selecciono los lugares en mi mente de acuerdo a cuán accesibles son. Y más recientemente, he aprendido sobre la manera en que las enfermedades crónicas pueden debilitar nuestro espíritu. Dios está siempre presente, pero es también necesario que Él esté representado por sus amigos. En nuestra Arquidiócesis, Dios tiene muchos amigos que hacen amistad con sus amigos discapacitados. Gracias a Dios.

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