Cardenal Francis George, O.M.I.

Fe y libertad

domingo, junio 30, 2013

La serie de textos que se emplearon años atrás en las escuelas católicas de la arquidiócesis fue llamada Faith and Freedom (Fe y Libertad). Al margen del contenido o el grado del texto, el mensaje era que nuestra fe católica y nuestra libertad estadounidense se encontraban cómodas entre sí.

Este año, los obispos de Estados Unidos han pedido nuevamente a los católicos estadounidenses que oren, del 22 de junio al 4 de julio, por la protección de la libertad religiosa. El 22 de junio es la fiesta de Santo Tomás Moro, un laico y abogado, y de San Juan Fisher, un obispo, ambos martirizados debido a su fe católica cuando el rey Enrique VIII gobernaba Inglaterra e hizo que la iglesia se sometiera por entero a la corona inglesa. El 4 de julio es, desde luego, el aniversario de la declaración de independencia de la corona inglesa por las 13 colonias estadounidenses en la costa este de Norteamérica. Estos 14 días de oración han sido nombrados la “Quincena por la libertad”. Nuestras parroquias la celebrarán de diversas maneras.

Los obispos de nuestro país están preocupados por la protección de la libertad religiosa alrededor del mundo, al igual que nuestro Santo Padre. La libertad religiosa se ha ido debilitando en algunos países musulmanes que han vivido revoluciones recientemente. Esta libertad está constantemente amenazada en países colmados de guerras civiles. Muchos cristianos y sus parroquias han sido blanco deliberado de destrucción en estos países y los creyentes viven con temor por ser cristianos.

En nuestro propio país, los peligros para la libertad religiosa son culturales y legales. Las protecciones legales previas para la confidencialidad de los registros religiosos y la actividad pastoral han desaparecido como consecuencia de los escándalos de abuso sexual.

Las restricciones en la pastoral familiar católica están relacionadas con la aprobación de la legislación relativa a los matrimonios del mismo sexo. Pero el conflicto más próximo entre la libertad de la Iglesia y el poder del Estado sigue siendo la bien conocida orden del Departamento de Salud y Servicios Humanos en el que las organizaciones católicas tienen que pagar por “servicios” que son inmorales.

La libertad religiosa está en peligro cuando el gobierno, por primera vez en este país, decide cuales de nuestros organismos son lo suficientemente “religiosos” según los estándares del gobierno para merecer una excepción de conciencia para el pago de medicamentos abortivos, esterilización electiva y anticoncepción directa. No solo el hecho de cubrir los gastos de estos “servicios” lleva a una institución o a un individuo a cooperar con el mal y al peligro de dar un escándalo, pero el temor, en gran medida tácito, es que el gobierno, al tener éxito con nuestra paga por estos procedimientos, pase a exigir que tengan lugar en todos los hospitales que reciben pagos de programas públicos. En otras palabras, cada institución pública se convertirá en una institución dirigida por el gobierno y la inconfundible voz del Evangelio desaparecerá del área de la salud y, eventualmente, también de otras áreas del servicio público.

Ceder enteramente la vida pública al gobierno reduce la libertad religiosa a estar libres de religión, en lugar de tener libertad de religión.

El libre ejercicio de la religión está garantizado en la Constitución de los Estados Unidos, por lo que este tema se decidirá finalmente en la Corte, la cual determina lo que significa realmente la Constitución de generación en generación. Al final, todas las instancias de gobierno tienen que tener en cuenta lo que las personas van o no a tolerar.

De ahí la necesidad de una ciudadanía informada y alerta. Los obispos tienen la esperanza de que los católicos de este país entiendan esta problemática pública a la luz de su fe y ejerzan sus obligaciones como ciudadanos en la conformación de políticas públicas.

Si los católicos y las personas de otras religiones se mantienen firmes en su fe y llevan una vida llena de amor a Dios y a los demás, nuestra sociedad no se quedará públicamente sin Dios. Nuestra fe católica y nuestra libertad estadounidense estarán en casa, una en la otra. Tengo confianza, nacida de la fe, que con el tiempo este será el caso. Oremos y trabajemos para proteger la libertad religiosa de nuestro país. Dios los bendiga.

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