Cardenal Francis George, O.M.I.

El lado equivocado de la historia

miércoles, octubre 31, 2012

Octubre es el mes del Santo Rosario, una devoción asociada en los tiempos modernos con las apariciones de la Santísima Virgen en Fátima en 1917, durante la Primera Guerra Mundial. María pidió oración y penitencia, lo que siempre pide en estas revelaciones privadas que hacen eco de la revelación pública en el Evangelio: “Arrepiéntanse, el reino de Dios está cerca”.

María, en Fátima, también entró en la historia del mundo moderno cuando dijo a tres niños campesinos iletrados que la Gran Guerra que se estaba librando, la llamada “guerra para acabar con todas las guerras” del presidente Wilson, pronto terminaría, pero que la mayor amenaza a la paz mundial surgiría en Rusia, cuyos errores se extenderían por todo el mundo y traerían incontables millones de muertes violentas. Al final, sin embargo, María prometió que su Corazón Inmaculado triunfaría. Esta promesa también hace eco del mismo Evangelio: Cristo resucitado es la victoria sobre el pecado y la muerte.

La eternidad entra en la historia humana en formas a menudo incomprensibles. Dios hace promesas pero no da plazos.

Cuando los peregrinos visitan el santuario de Fátima, entran en una enorme plaza, en un lado se encuentra el lugar de las apariciones marcado por una pequeña capilla, en un extremo una gran iglesia y una capilla de adoración igualmente grande en el otro extremo, así como un centro para visitantes y para escuchar las confesiones. Justo fuera de las instalaciones principales, se ha reconstruido una sección del muro de Berlín, un testimonio descarnado de lo que María habló hace casi un siglo. El comunismo en Rusia y sus países satélites se ha derrumbado, aunque muchos de sus efectos pecaminosos todavía están con nosotros.

El comunismo impuso una forma total de vida basada en la creencia de que Dios no existe. El secularismo es el mejor y más deleznable compañero de cama del comunismo. Una pequeña ironía de la historia surgió en las Naciones Unidas hace unas semanas, cuando Rusia se unió a la mayoría de las otras naciones para derrotar a los Estados Unidos y a las naciones europeas occidentales que querían declarar que matar a los no nacidos debería ser un derecho humano universal. ¿Quién está ahora en el lado equivocado de la historia?

La campaña política actual ha sacado a la superficie de nuestra vida pública el sentimiento anti-religioso, en gran parte explícitamente anticatólico, que ha ido creciendo en este país desde hace varias décadas. La secularización de nuestra cultura es un asunto mucho más importante que las causas políticas o que el resultado de la actual campaña electoral, por importante que esta sea.

Hace unos años, mientras hablaba a un grupo de sacerdotes sobre un tema totalmente fuera del debate político actual, intentaba expresar de una manera exageradamente dramática lo que podría traer la total secularización de nuestra sociedad. Estaba respondiendo a una pregunta y nunca escribí lo que dije, pero las palabras fueron capturadas en el teléfono inteligente de alguien y ahora se han multiplicado en Wikipedia y en otras partes del mundo de las comunicaciones electrónicas. Se me cita (de manera correcta) diciendo que esperaba morir en cama, mi sucesor moriría en la cárcel y su sucesor lo haría como mártir en la plaza pública. Lo que se omite en esos reportes es una frase final que añadí sobre el obispo que sucedería al obispo posiblemente martirizado: “Su sucesor recogerá entonces los fragmentos de una sociedad en ruinas y poco a poco ayudará a reconstruir la civilización, de la misma manera que la iglesia ha hecho tantas veces en la historia humana”. Lo que dije no es “profético”, sino una manera de forzar a la gente a pensar más allá de las categorías habituales que limitan y que a veces envenenan tanto el discurso privado como el público.

Un arzobispo anterior de Chicago intentó en una ocasión leer las señales de su tiempo. El 18 de mayo de 1937, el Cardenal Mundelein, en una conferencia para sacerdotes de la arquidiócesis, llamó al entonces canciller alemán, “un austriaco empapelador, por cierto uno muy malo, según me han dicho”.

¿Por qué el Cardenal Mundelein habló de tal manera que arrancó los aplausos del Nueva York Times y de los periódicos locales y llevó al gobierno alemán a quejarse amargamente ante la Santa Sede? El gobierno de Alemania, declarando su ideología la ola del futuro, había disuelto grupos juveniles católicos e intentaba desacreditar entre los jóvenes la obra de la iglesia a través de juicios a monjes, sacerdotes y hermanas religiosas acusados de inmoralidad.

El Cardenal Mundelein habló de cómo habían sido silenciadas las protestas públicas de los obispos por los medios alemanes, dejando a la iglesia en Alemania más “desamparada” de lo que había estado nunca.

Y luego agregó: “No hay ninguna garantía de que el frente de batalla no llegue algún día a nuestra propia tierra. Hodie mihi cras tibi. (Hoy es mi turno, mañana será el tuyo). Si no mostramos ningún interés en este asunto ahora, si nos encogemos de hombros y murmuramos... esa no es nuestra lucha, si no respaldamos al Santo Padre cuando tengamos la oportunidad, bueno, cuando llegue nuestro turno, nosotros también estaremos luchando solos”.

“Cuando llegue nuestro turno...” ¿Fue el Cardenal Mundelein un profeta, así como un genio administrativo? No lo creo. A su muerte, en 1939, era bien conocido como un patriota estadounidense y amigo del presidente Franklin D. Roosevelt, pero también se supo que tenía una convicción católica de que ningún estado-nación ha sido inmaculadamente concebido.

Hoy en día el himno no oficial del secularismo es “Imagina” de John Lennon, en el que se nos anima a imaginar un mundo sin religión. No tenemos que imaginar un mundo así, el siglo XX nos ha dado ejemplos horribles de esos mundos.

En lugar de un mundo que vive en paz debido a que no hay religiones, ¿por qué no imaginar un mundo sin estados-nación? Después de todo, no habría muerto el embajador de Estados Unidos en Libia ¡si no existiera ni Estados Unidos, ni Libia! Obviamente, existen individuos y grupos que todavía hacen mal uso de la religión como una justificación para un comportamiento violento, pero los estados-nación modernos no necesitan la religión como una excusa para ir a la guerra. Toda guerra importante en los últimos 300 años ha sido peleada por los estados-nación, no por la iglesia. En nuestra propia historia, la reconquista de los estados secesionistas en la Guerra Civil fue mucho más sangrienta que la reconquista de la Tierra Santa por aquellos cruzados, a quienes ahora se desprecia.

El aparato estatal para investigar a los civiles es ahora mucho más amplio que cualquier cosa que pudo imaginar la Inquisición española, aunque ambos fueron creados para servir al mismo propósito: preservar la ideología pública de un gobierno y el control de la sociedad, ya sea basada en la religión o en un orden constitucional moderno.

Las analogías pueden multiplicarse fácilmente, si se quiere impulsar una tesis, pero el punto es que la mayor amenaza para la paz mundial y la justicia internacional es un estado-nación que se ha echado a perder, reclamando un poder absoluto, decidiendo asuntos y haciendo “leyes” que van más allá de su competencia. Pocos hay, sin embargo, que se atreverían a preguntar si podría haber una mejor manera para que la humanidad se organizara en aras del bien común. Pocos, es decir, más allá de una voz profética como la de Dorothy Day, hablando mordazmente sobre la “Santa Madre el Estado”, o la voz ecle- siástica que llama al mundo, de generación en generación, a vivir en paz en el reino de Dios.

Dios sostiene el mundo, en las buenas y en las malas. Los católicos, junto con muchos otros, creen que sólo una persona ha vencido y rescatado la historia: Jesucristo, Hijo de Dios e Hijo de la Virgen María, el Salvador del mundo y cabeza de su cuerpo, la iglesia. Aquellos que se reúnen en su cruz y en su tumba vacía, sin importar su nacionalidad, están en el lado correcto de la historia. Los que mienten sobre él y persiguen o acosan a sus seguidores en cualquier época pueden imaginar que están aportando algo nuevo a la historia, pero inevitablemente terminan haciendo sonar los cambios sobre la vieja historia humana de pecado y opresión. No hay nada “progresista” en cuanto al pecado, incluso cuando se promueve como “iluminado”.

El mundo separado de Dios, quien lo creó y lo redimió, inevitablemente llega a un mal final. Está en el lado equivocado de la única historia que finalmente importa. En octubre tuvo lugar en Roma el Sínodo sobre la Nueva Evangelización, debido a que sociedades enteras, sobre todo en Occidente, se han colocado en el lado equivocado de la historia. En octubre, rezamos el rosario para que el Espíritu Santo guiara y fortaleciera a los obispos, y a otros que asistieron al sínodo, mientras ellos deliberaban sobre los desafíos de predicar y vivir el Evangelio en este momento de la historia humana.

Nota del Editor: El texto completo del discurso del Cardenal Mundelein está disponible en línea en www.catholicnewworld.com.

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