Cardenal Francis George, O.M.I.

“Como ovejas sin pastor”

martes, julio 31, 2012

Cada verano seguimos las estadísticas sobre la violencia callejera, incluyendo los asesinatos en Chicago. Este verano, la noticia de los asesinatos en una sala de cine en Aurora, Colorado, han significado un golpe adicional. Nos hemos acostumbrado a los patrones de violencia y, cuando se producen incidentes, hay una respuesta casi de guión por parte de funcionarios del gobierno y de los medios de comunicación.

El pasado domingo, la lectura del Evangelio de San Marcos para el décimo sexto domingo del tiempo ordinario del año litúrgico habla sobre la reacción de Jesús cuando vio a la multitud de personas que los habían seguido, a él y a sus apóstoles, a un lugar aislado: “Vio toda aquella gente, y sintió compasión de ellos, pues andaban como ovejas sin pastor. Y se puso a enseñarles largamente”. Ovejas sin pastor, dispersas en todas las direcciones, fáciles de caer tanto en el papel de perpetradores como en el de víctimas de la violencia. Y debido a que las ovejas en el Evangelio son seres humanos, hombres, mujeres y niños, la respuesta de Jesús fue enseñarles. Las respuestas oficiales a la violencia son externas: más patrullas de policía y protección, toques de queda y otras prescripciones legales sobre el comportamiento, el control e incluso la prohibición de las armas, creación de programas recreativos y de otro tipo para redirigir las energías y alejarlas de la violencia.

La respuesta de la Iglesia ha sido más compleja y personal. Durante los últimos veranos, muchas parroquias han abierto sus instalaciones a los jóvenes de todos los barrios y la Arquidiócesis ha multiplicado las iniciativas para responder a la violencia. “Católicos por la no-violencia: Fomentando el camino del Evangelio a la no violencia; en toda la Arquidiócesis y con profundidad parroquial” fue iniciada por un grupo de empleados del Centro Pastoral y por otros católicos con una función de grupo ‘paraguas’ que crea y patrocina numerosas iniciativas. La persona de contacto es la Sra. Carol Walters, quien es la Directora Arquidiocesana de Ministerios Laicos.

Católicos por la No-Violencia se conecta con los programas para atender la violencia doméstica inspirados y dirigidos por el Padre Chuck Dahm, OP, en la Parroquia de San Pío V, en la Avenida Ashland. El Comité de Mujeres de la Arquidiócesis señaló hace unos años que los jóvenes son violentos en la calle porque han aprendido a ser violentos en el hogar. Dado que la violencia doméstica ocurre en todas las clases y fronteras étnicas, en la actualidad hay cierto número de parroquias en cada vicariato que ofrecen servicios para quienes han sufrido maltrato y abuso y para los que lo han perpetrado. Caridades Católicas han asignado a consejeros a estos centros parroquiales. Católicos por la No-Violencia también ofrece programas de crianza de hijos por la no-violencia. La persona de contacto es la Sra. Teresa Pennix-Gill ([email protected]). Ella puede poner voluntarios para trabajar en diversos programas para las familias.

Teresa es la esposa del diácono Leroy Gill, quien junto con un número de diáconos afroamericanos, patrocina los servicios de oración al aire libre para rezar por la paz en nuestros corazones, en nuestras familias, en nuestras escuelas y en las calles. En distintos lugares de la arquidiócesis se han programado seis servicios de oración al amanecer para el regreso a clases, para el sábado 25 de agosto. Más información sobre los lugares y detalles de estos servicios los pueden obtener en la Oficina de Diáconos. Los Diáconos de la Arquidiócesis también ofrecen viviendas para hombres que de otro modo estarían en las calles; han ayudado a hombres a aprender maneras no violentas y productivas para vivir.

La Oficina de Escuelas Católicas ha desarrollado “cajas de herramientas” para hacer frente a la intimidación y a otros comportamientos que pueden conducir a la violencia. Shawnte Jenkins ([email protected]) trabaja con funcionarios de las Escuelas Públicas de Chicago, para que las escuelas secundarias católicas y públicas en barrios similares puedan compartir programas de mentores para los estudiantes. Tutoría entre iguales y santuarios libres de violencia son necesarios tanto en las escuelas del gobierno como en las nuestras. El desarrollo de jardines en los terrenos de las escuelas es una iniciativa que parece dirigir las energías de una manera útil y el Jardín de la Sanación de la Arquidiócesis en el Roosevelt Road se está convirtiendo en un centro de educación de la no-violencia. El Padre Michael Pfleger ha cooperado con los funcionarios públicos durante muchos años para llevar recursos religiosos a las iniciativas ciudadanas para reducir la violencia.

Los frailes franciscanos también han comenzado un programa que está orientado a la comunidad, utilizando las parroquias como bases para cambiar los barrios. Se ha ofrecido programación en tan solo cuatro parroquias hasta ahora, pero promete mucho más para el futuro. El Servicio por la No-Violencia Pace e Bene está ubicado en 4340 N. Marmora Ave., en Chicago, IL 60634 (ken butigan@ paceebene.org). Los Padres de la Preciosa Sangre han creado sistemas que fortalecen la reconciliación y la reducción de la violencia. Estas y otras tantas iniciativas tienen sus raíces en la fe de que Jesús es el Señor de los cielos y la tierra y de que sus discípulos, por lo tanto, son responsables de fomentar la paz, que es el don del Señor resucitado.

Nuestros hermanos y hermanas de nuestros interlocutores ecuménicos también están trabajando por la paz. El Consejo de Líderes Religiosos del Área Metropolitana de Chicago (1143 South Plymouth Court, Suite 507, Chicago, IL 60605) patrocinó un “fin de semana de la paz” del 27 al 29 de julio. El Consejo está tratando de extender su mano a CEASEFIRE, un grupo con el que estuvieron asociados por algún tiempo pero con el que, por desgracia, no han trabajado muy de cerca en los últimos años. En las circunstancias adecuadas, también contribuye a la prevención de la violencia en barrios con problemas.

El hecho de revisar algunas de las respuestas a la violencia que tienen como base la Iglesia y el planear otros esfuerzos similares conduce inevitablemente a la siguiente pregunta: ¿por qué? Las causas de la violencia son muchas, pero es, creo yo, a la vez demasiado fácil e impreciso señalar causas económicas. La mayoría de los pobres no son violentos. Tampoco el compromiso ideológico conduce necesariamente a la violencia. La mayoría de las causas pueden ser defendidas sin matar a aquellos que no están de acuerdo con ellas. La violencia que hoy en día busca únicamente destruir, aparentemente sin ton ni son, la muerte que parece tener una razón en sí misma, expone a una sociedad que no puede contener juntos a sus miembros en un propósito común, persiguiendo un bien común.

Hace poco escuché a un comentarista de televisión local intentar, sin éxito, sugerir que todas las leyes y programas externos en el mundo no pueden sustituir a la disciplina interna que se aprende en la vida familiar. La familia es el primer e insustituible agente que socializa a los niños. Sin familias, todos nosotros seríamos como ovejas sin pastor. Tantas fuerzas están interactuando para destruir lo que ha sido la vida familiar normal durante muchos miles de años, que cualquier respuesta a la violencia endémica que esté basada en la familia será automáticamente desechada. Sin embargo, existe una correlación entre las terribles estadísticas sobre la familia y nuestras terribles estadísticas sociales. En las familias, las mujeres civilizan a los hombres y madres y padres enseñan juntos a sus hijos a vivir con otros en sociedad. Dado que las familias están siendo redefinidas y están cada vez más deshechas, es probable que la violencia agravada se quede con nosotros durante algún tiempo más.

Los que reconocen a Dios como creador del mundo saben que la vida es violenta cuando se carece de relación con Dios, cuando la gente vive de manera deliberada fuera de su familia. El misterio del mal entró en el mundo cuando hombres y mujeres perdieron la amistad con Dios. La raza humana entera se convirtió en “ovejas sin pastor”. Orar a Cristo, el Buen Pastor, es por lo tanto, fundamental ante cualquier respuesta seria a la violencia. El amor de Cristo por los que sufrió violencia para poder redimirlos es el pegamento que nos mantiene unidos. Es la razón por la que muchos de nuestros hermanos y hermanas están colaborando para enfrentar esa violencia que mata y que deja vidas disminuidas por el miedo. Al enseñar la verdad sobre el amor de Dios por nosotros, la Iglesia está respondiendo a las multitudes perdidas como lo hizo Jesús.

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