Cardenal Francis George, O.M.I.

Mayo es el mes de María y del beato John Henry Newman

martes, mayo 31, 2011

Las devociones de mayo a la Santísima Virgen eran una parte importante de la vida de oración católica y aún lo siguen siendo en algunos lugares. La reciente beatificación del Cardenal John Henry Newman crea un momento para examinar el lugar que tiene la devoción a María en la vida católica, porque él tuvo que concebirse a sí mismo dentro de tal devoción cuando, siendo clérigo anglicano, decidió entrar a la Iglesia católica.

Newman hizo una distinción entre doctrina y devoción. Consideró que ambas nos proporcionan la verdad, pero que la doctrina nos habla de las verdades objetivas de la autorevelación de Dios y la devoción nos habla de las verdades subjetivas sobre las maneras en que nos relacionamos con la doctrina. Cuando tenía quince años, John Henry Newman tuvo una experiencia religiosa que lo dejó con un fuerte sentido de la doctrina. Sin embargo, como miembro de la Iglesia de Inglaterra, evitó la invocación de los santos, incluida la Santísima Virgen María.

Conforme Newman estudió a los padres de la Iglesia, a los obispos y a los predicadores que guiaron a la Iglesia en los primeros siglos posteriores a los Apóstoles, vio cómo la Iglesia apostólica es católica. En un principio trató de profundizar el movimiento católico en la Iglesia de Inglaterra y luego llegó a entender que el catolicismo está anclado en la Iglesia de Roma. Una vez que entró en la Iglesia católica, volvió a examinar la relación entre la doctrina y la devoción a la Santísima Virgen María. Del desarrollo de la devoción mariana, escribió: “La idea de la Santísima Virgen fue como lo estaba, magnificada en la Iglesia de Roma, conforme pasó el tiempo, pero también lo fueron todas las ideas cristianas, como la de la Sagrada Eucaristía. Toda la escena del pálido, débil, distante cristianismo apostólico es visto en Roma, como a través de un telescopio o lente de aumento. Sin embargo, la armonía del conjunto es por supuesto lo que era”.

Newman reconoció que la doctrina objetiva y la devoción subjetiva estaban vinculadas intrínsecamente. La devoción protege a la doctrina; sin una devoción apropiada, una doctrina disminuye en su influencia en la vida cristiana. En concreto, relacionó la doctrina de la Encarnación del Hijo Eterno de Dios en Jesús de Nazaret a la devoción a María como la Madre de Dios. Debido a que Jesús tuvo una madre humana, Él es verdaderamente hombre; debido a que Jesús es Dios, María es la Madre de Dios. La devoción a María como Madre de Dios protege nuestra creencia en Jesús como verdadero Dios y verdadero hombre. La misión de María en la historia de la salvación es fortalecer nuestra fe en la doctrina de la Encarnación.

Newman relacionó la doctrina de la redención del género humano del pecado original a la devoción a María como la Inmaculada Concepción. Los Padres de la Iglesia a menudo hablaron de María como la nueva Eva. Al igual que Eva, María nació sin pecado, a diferencia de Eva, María cooperó con la voluntad de Dios para su salvación y la de todo su pueblo. María fue redimida por Cristo antes de ser tocada por el pecado y por lo tanto, estuvo en condiciones de cooperar plenamente en la misión redentora de su Hijo. La devoción a la Inmaculada Concepción de la Bienaventurada Virgen María mantiene la naturaleza de nuestra redención en un lugar destacado en nuestra conciencia.

Newman también vio cómo la doctrina de la resurrección de Cristo de entre los muertos y la promesa para nosotros de ser resucitados de entre los muertos en el último día está relacionada con la devoción a la Santísima Virgen María, asunta al cielo. Jesús venció a la muerte en su propia carne y dicha carne es de su madre. Así como el cuerpo de Jesús fue preservado de la corrupción que sigue a la muerte y luego resucitó al tercer día, así mismo el cuerpo de la Virgen María fue preservado de la corrupción que sigue a la muerte y fue asunto al cielo. La devoción a la Asunción de la Bienaventurada Virgen María conserva nuestra creencia en la doctrina de la resurrección.

En la teología de Newman, la devoción a María protege las doctrinas fundamentales de la fe católica y apostólica. Él llegó a disfrutar la prédica sobre ella y reflexionó sobre sus títulos en la Letanía de Loreto cuando predicaba las devociones de mayo. Nuestra devoción a María, como María misma, siempre apunta a su divino Hijo y a la verdad sobre quién es él.

En un pasaje conmovedor de una de sus conferencias dirigidas a un público mixto, compuesto tanto de protestantes como de católicos, Newman escribió: “La Iglesia nos da a Jesucristo para ser nuestro alimento y a María para ser nuestra Madre. Demuestra al mundo que sigues una enseñanza que no es falsa, reivindica la gloria de su Madre María, a quien el mundo blasfema, frente a todo el mundo, mediante la simplicidad de tu propia conducta y la santidad de tus palabras y tus hechos. Ve a ella por el corazón real de la inocencia. Ella es el don hermoso de Dios, que brilla más que la fascinación de un mundo malo y a quien nadie que haya buscando con sinceridad resultó decepcionado. Ella es la imagen de tipo personal, representativa de la vida espiritual y la renovación en la gracia, sin la cual nadie verá a Dios”.

Este mes de mayo, acompañen al Cardenal Newman y a otros en la oración a la Santísima Virgen. Que Dios los bendiga.

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