Cardenal Francis George, O.M.I.

Compartir la suerte de nuestros amigos

domingo, octubre 31, 2010

Hace una semana, más de 200 jóvenes católicos se reunieron en la parroquia de San Fernando, al noroeste de Chicago, para un día de oración y reflexión sobre su papel como artífices de la paz. Los jóvenes eran de familias de origen polaco; muchos de ellos asisten regularmente a escuelas sabatinas, donde aprenden el idioma y la cultura polaca así como la catequesis en la fe católica.

Hablé con ellos acerca de ser amigos de Jesús, que “es nuestra paz” (Ef 2:14). Yo estaba haciendo eco de la invitación que hizo el Papa Benedicto XVI a los jóvenes del mundo a acompañarlo en Madrid, España, el próximo mes de agosto para la celebración de la Jornada Mundial de la Juventud. El Papa escribió que los jóvenes deben cimentar sus vidas en Cristo, que es la base de la esperanza humana; después habló de su encuentro personal con Jesús siendo él joven y de cómo conoció al Señor en los sacramentos de la Iglesia, los cuales nos unen a Él mediante una “gran cadena de creyentes”, amigos en el Señor a través del tiempo.

Sólo unos días antes de que me reuniera con los jóvenes polacos aquí, me reuní en Roma con dos de los obispos católicos de Irak, que habían llegado para asistir al Sínodo convocado para dialogar respecto a la situación de la Iglesia en todo el Medio Oriente. Los católicos en estas tierras pertenecen a Iglesias antiguas que tienen dos mil años de haberse fundado, mucho antes del nacimiento de Mahoma y de la llegada del Islam a esa parte del mundo. En la actualidad, los cristianos en Irak se sienten amenazados y muchos han huido de su país con el fin de buscar una vida pacífica. Ellos sienten que el mundo los ha abandonado y preguntaron si una delegación de obispos de los Estados Unidos podría visitarlos.

En la presentación de informes al Sínodo sobre la situación de la Iglesia en Irak, un obispo dijo que, desde el año 2003, 51 iglesias han sido atacadas, un obispo y tres sacerdotes secuestrados y asesinados y alrededor de un millar de cristianos han sido asesinados, mientras que cientos de miles han huido de sus hogares en busca de un lugar seguro. Puesto que no hay un gobierno estable en Irak, es a la comunidad internacional a quien los cristianos de Irak dirigen su petición. Otro obispo explicó: “Estamos saliendo de décadas de dictadura que nos impidió saber qué es el bien común, qué cosa es un gobierno al servicio de la gente. Necesitamos catequesis política y social. Sin embargo, los verdaderos problemas de Irak no se han tratado: la unidad de la región, la distribución de los recursos y el problema de las relaciones entre árabes y kurdos”.

Los católicos de Oriente Medio son nuestros amigos en el Señor y los amigos comparten su suerte. Sus preocupaciones relativas a vivir su fe también son nuestras. Su deseo de paz es un reto para nosotros. La preocupación por la libertad religiosa es universal, pero en este momento es especialmente grave en Irak. Debido a que cada vez somos más conscientes de las amenazas a la libertad religiosa que se viven en nuestro propio país, donde el papel de la religión en la vida pública es cada vez más controvertido, podemos apreciar mejor la difícil situación de los cristianos de Irak. El Señor prometió que sus seguidores serían perseguidos, porque están destinados a compartir en su vida y en la muerte antes de llegar a compartir en su resurrección.

Les pido que al mismo tiempo que oramos por la paz en el Oriente Medio y que lo hacemos por la paz en nuestras calles y en nuestros hogares y corazones, apoyemos activamente a los que trabajan por la paz en el Oriente Medio. Esa fue la invitación que hice aquí a la gente joven hace una semana: son amigos del Señor y están llamados a ser instrumentos de su paz. Igual que todos lo estamos. Que Dios los bendiga.

Advertising