Cardenal Francis George, O.M.I.

Traición

miércoles, marzo 31, 2010

En la oración eucarística que de cimos justo antes que el sacerdote consagre el pan y el vino, recordamos “La noche en que fue entregado…”. De esta manera las Escrituras y las ceremonias de la Semana Santa nos introducen en el misterio de la pasión de Cristo, su muerte y resurrección, pero el escenario para el Misterio Pascual es dispuesto por la traición de Judas a Jesús. Hay otras traiciones que también marcan la vida y la muerte del Señor, las traiciones que continúan ocurriendo; esas en las que la vida de la Iglesia se ve lastimada por el pecado y el mal.

En los últimos días, tanto en Irlanda como en Alemania, la Iglesia se ha encontrado frente a frente con el pecado del abuso sexual de menores por parte de algunos sacerdotes y religiosos. La traición misma a los niños y a la Iglesia se produjo hace años, pero su conocimiento público ocupa de nueva cuenta nuestras vidas ahora en la Semana Santa.

Después de hablar con los obispos de Irlanda, el Papa Benedicto XVI ha escrito una carta a los católicos de Irlanda. En ella expresa un sentimiento de vergüenza del que le he oído hablar más de una vez y anuncia una Visita Apostólica a algunas diócesis y órdenes religiosas de Irlanda. El Oficial de Prensa del Vaticano, el Padre Lombardi, mencionó que la Iglesia de los Estados Unidos pudo hacer frente a esta crisis gracias a los cambios en el Código de Derecho Canónico que se llevaron a cabo en 2002. Estos cambios han permitido a los obispos de este país retirar del ministerio público, de manera permanente, a cualquier sacerdote que ha abusado de un niño, sin importar cuándo ocurrió el abuso.

Algunos de estos cambios fueron anticipados por políticas que se iniciaron en la Arquidiócesis de Chicago en 1992. A partir de ese año, todas las denuncias de abuso de un menor de edad, sin importar cuando hubieran ocurrido, se han reportado a las autoridades civiles. Para poder retirar a un sacerdote del ministerio de manera permanente, el Comité Examinador tiene que juzgar que hay “causa razo nable para sospechar” que el abuso ocurrió; los miembros de este comité son fieles en su tarea de clasificar pruebas de acontecimientos ocurridos en décadas pasadas. Tal vez las dos áreas que más han mejorado en los últimos años son la formación de los niños para reconocer cuando hay peligro de abuso y la formación de adultos, incluyendo voluntarios de la iglesia, para reconocer las señales del abuso. Auxiliar a las víctimas con ayuda espiritual y psicológica adecuada también ha demostrado su eficacia en muchos pero no en todos los casos. Los efectos del abuso son de larga duración y el abuso sexual es un fenómeno mucho más amplio de lo que muchos de nosotros llegamos a pensar. En meses recientes, la Arquidiócesis ha abierto los grupos de terapia que tiene para atender a las víctimas de sacerdotes con el fin de incluir a aquellos que han sido abusados por miembros de su familia, por consejeros o maestros de escuelas públicas o por personas que trabajan con jóvenes.

Dios está presente cuando el mal se convierte en bien. Ese es el Misterio Pascual:la extinción de la vida de Jesús en la cruz se transforma en la nueva vida de Cristo resucitado. A partir de la muerte del cuerpo viejo viene la vida de lo nuevo, la vida en el Espíritu que el Señor comparte con su Iglesia después de su resurrección de entre los muertos.

La Semana Santa nos invita a enfrentar las veces en que hemos traicionado al Señor, aquellas ocasiones en que hemos sido traicionados, las ocasiones en que la Iglesia ha sido traicionada, en su vida moral o en su fe, incluso por aquellos consagrados a su servicio. En medio de estas traiciones, nos encontramos con Cristo, que fue traicionado por Judas y luego por Pedro y los que huyeron de él en su pasión. En Cristo, encontramos una nueva vida más allá de la traición y nos regocijamos en la esperanza que nos trae su resurrección.

Creemos en la resurrección del cuerpo cuando Cristo regrese en gloria; experimentamos ahora la resurrección del corazón cuando, con la ayuda de la nueva vida de gracia, nos encontramos con que el mal se transforma en bien en nuestras vidas y en las vidas de otros a quienes Cristo nos ha dado para amar. Ruego por que esta Semana Santa de 2010 experimentemos de nueva cuenta el valor y la alegría que trae consigo la resurrección del corazón.

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