Cardenal Francis George, O.M.I.

Salud, plenitud y santidad

lunes, agosto 31, 2009

La solemnidad de la Asunción de la Bienaventurada Virgen María, seguida una semana después por la Fiesta de la Realeza de la Virgen María, son momentos para recordar nuestro propio futuro con Dios. Gracias a que Cristo resucitó de entre los muertos en su propio cuerpo, todos nosotros esperamos resucitar de entre los muertos cuando Cristo regrese en gloria. Un cuerpo resucitado es un cuerpo glorificado, lleno en su totalidad del Espíritu Santo, libre de todas las limitaciones, las enfermedades y la mortalidad que nuestros cuerpos sufren ahora. El cuerpo de Jesús, formado en el seno de la Virgen María, es glorificado, al igual que el cuerpo de su madre. El resto de nosotros, vivos ahora o ya muertos, sólo podemos esperar en la esperanza de que sabremos lo que será la vida en un cuerpo glorificado.

Mientras tanto lo que hacemos es cuidar de nuestros cuerpos. Algunos quieren resistir el envejecimiento natural a través de medios artificiales y otros cuidan lo que comen y hacen ejercicio regularmente; sin embargo todos envejecemos y, finalmente, todos morimos. Tenemos la obligación de respetar a nuestro cuerpo y cuidarlo como un templo del Espíritu Santo, el cual nos fue dado por primera vez en el bautismo. Tenemos la obligación no sólo de cuidar de manera adecuada nuestros propios cuerpos, sino también de ayudar a otros a cuidar de ellos. Visitar a los enfermos es una obra de misericordia corporal. La atención a la salud es una parte integral del ministerio de la Iglesia.

Debido a que muchos servicios de atención a la salud son proporcionados por hospitales y otras instituciones católicas y debido a que la Iglesia quiere que todos sean atendidos adecuada y compasivamente, la Iglesia se encuentra muy involucrada en el debate público actual sobre el cambio “del sistema” de atención de salud en nuestro país.

La Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos (USCCB, por sus siglas en inglés) participa activamente en conversaciones sobre este tema con los legisladores y con su personal en Washington, D.C., así como con la Casa Blanca. Debido a que las propuestas para cambiar el sistema de salud son múltiples, todo el mundo habla de un blanco en movimiento. No obstante, hay una serie de principios que dan forma a las conversaciones de la USCCB y que deberían influir en los católicos en el momento en que hablen con sus propios senadores y miembros del Congreso. Especialmente importante para nosotros en Illinois son las conversaciones con el senador Dick Durbin y el congresista Dan Lipinski.

Los principios y prioridades sobre los que necesitamos que las personas reflexionen y actúen son:

1. Apoyo a la cobertura universal de salud que proteja la vida y la dignidad de todos, especialmente la de aquellos que son pobres y vulnerables. Para muchos de nosotros, especialmente para los denominados trabajadores pobres, acceder al sistema de salud equivale ahora a una visita a la sala de emergencias del hospital más cercano. Nuestra sociedad tendría que hacer un mejor trabajo en esto.

2. Oposición a cualquier intento de ampliar el financiamiento al aborto, a la cobertura obligatoria del aborto, o a la puesta en peligro de los derechos de conciencia de los proveedores de servicios de salud y de las instituciones religiosas. Estas son condiciones “no negociables” para poder apoyar a cualquier legislación sobre el sistema de salud. Las enmiendas Hyde y Weldon a las actuales disposiciones federales de atención a la salud están bien fundadas en la ley y deben ser respetadas, de manera que la cobertura sanitaria universal no se convierta en un medio para que la agenda de una minoría pro-aborto avance mediante la imposición gubernamental. Estas antiguas protecciones, ampliamente apoyadas, son partes esenciales del “status quo” del aborto que el Presidente apoya públicamente. El aborto no es cuidado de la salud, es un asesinato. Nunca es médicamente necesario, ya que los avances en la ciencia médica hacen posible, en los casos difíciles, salvar tanto la vida de la madre como la del niño.

3. Apoyo a las medidas para ampliar la elegibilidad para participar en programas públicos, como Medicaid, a todas las familias de bajos ingresos y a las poblaciones vulnerables y el ofrecimiento de subvenciones adecuadas para compartir el costo de las primas de seguros y de los gastos que salen del bolsillo del asegurado. Los esfuerzos para controlar los costos deben aplicarse de manera equitativa a todo el espectro de los contribuyentes.

Puesto que estas conversaciones y la legislación cambia constantemente y puesto que las prioridades de la UCCB no están completamente reflejadas en ningún proyecto de ley actual ni en las políticas de cualquiera de los principales partidos políticos, aquellos que deseen seguir el debate más de cerca y con regularidad pueden consultar una página web especial: www.usccb.org/healthcare.

Todos estamos involucrados en el actual debate. Los obispos estamos haciendo lo que debemos hacer: aclarar los principios y hablar a las partes interesadas en Washington, DC, pero los obispos no gobiernan este país. Aquellos que deseen asumir sus responsabilidades como ciudadanos y unirse al debate público deben escribir a sus legisladores y hablar con los medios de comunicación públicos.

Hay intereses en todos los lados del debate sobre la reforma al sistema de salud que tratan de utilizar a la Iglesia para promover sus propias agendas y prioridades. Existe una campaña en marcha para enviar faxes a los obispos, preguntando por qué no estamos trabajando para proteger a los no nacidos. La respuesta es: lo estamos haciendo y lo mismo debe hacer cada católico. Otros están declarando de manera errónea que no hay financiación al aborto en la legislación vigente. O bien están mal informados o pretenden engañarnos. Aún así hay quienes preguntan por qué los obispos no están apoyando la reforma al sistema de salud de manera incondicional. Nuestra respuesta es declarar los principios que son coherentes con la fe católica. Los que profesan dicha fe, tanto ciudadanos comunes como legisladores, harán suyos estos principios y actuarán en consecuencia. Nuestra defensa por un sistema de salud que proteja la vida y la dignidad de todos es un mensaje unificado basado en la doctrina católica, no es una plataforma partidista o ideológica.

Este es un momento importante para el futuro de nuestra sociedad. El cuidado e interés de unos por otros está en crisis y debe ser repensado por todos de manera conjunta. Más allá del debate público, por favor, mantenga este asunto en sus oraciones y reflexione sobre él ante el Señor. Él nos mantendrá honestos, nos rescatará de distorsionar las posturas de otros y nos colocará directamente en la compañía de los pobres. Ese es el lugar que tenemos que ocupar para recibir su bendición.

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