Cardenal Francis George, O.M.I.

Día del Padre: amar como lo hace un hombre.

martes, junio 30, 2009

Celebramos el Día del Padre 2009, con la noticia de que los padres de casi el 40% de los niños que nacieron en Estados Unidos el año pasado no estaban casados entre sí. Esto significa que el año pasado nacieron 1,7 millones de niños de madres solteras; una cifra 250% superior a la cifra registrada en 1980. La mayoría de estos niños fueron deseados y sus madres no los darán en adopción. Sin embargo, el futuro económico y social para las madres solteras y sus hijos es estadísticamente sombrío. El matrimonio no es una posibilidad real, porque los hombres que procrean a estos pequeños a menudo son descritos como niños: inmaduros en el mejor de los casos, irresponsables y egoístas en el peor.

¿Qué hace que un niño sea un hombre? No la capacidad de procrear un hijo; eso es sólo una señal de madurez biológica. La vocación de un hombre es ser un esposo y padre. La capacidad de ser padre exige fidelidad, responsabilidad, fortaleza de carácter, un deseo de proteger a la esposa y a sus hijos, juicio prudente y la capacidad de crear un hogar, para gobernar una familia con su esposa. El marido le da fuerza a su esposa y ella le da un propósito. Aún cuando los papeles tradicionales de la familia hoy en día son objeto de controversia, tanto la experiencia común como los informes estadísticos apoyan la necesidad que un niño tiene de una madre y un padre dedicados a ese hijo y a su pareja con el fin de que el niño puede aprender a vivir, a su vez, como un ser humano maduro.

Ser padre significa ejercer su autoridad y ese es el otro concepto que ha sido muy cuestionado, ya que si una persona tiene la autoridad, por consiguiente otros tienen que obedecer. Puede parecer que tanto la autoridad como la obediencia disminuyen la libertad de una persona para elegir. Sin importar lo mucho que en ocasiones puedan resentirse, tanto la autoridad como la obediencia son necesarias para vivir en libertad. Nadie nace solo; nacemos en una vida familiar, donde aprendemos cuando obedecer y cuando mandar. Un marido que no puede asumir la responsabilidad de sus hijos y orientarlos con amor atrofia sus vidas y la de él. Si la naturaleza social de la vida humana, se pasa por alto o se deja de lado, el resultado no es la libertad, sino la muerte, tanto espiritual como física, para los individuos y para la sociedad en su conjunto.

Jesús buscó siempre hacer la voluntad de su Padre, aún en la muerte en la cruz. En la familia de Dios, que es la Iglesia, Cristo dio la autoridad a los apóstoles y la sigue dando a las personas designadas para ocupar su lugar. Son los padres en Dios. Los apóstoles recibieron el mandato de predicar la verdad, perdonar los pecados y hacer discípulos. Los obispos son los responsables de la familia que Dios les ha dado para amar. Se trata de proteger a la Iglesia y tomar decisiones con sabiduría y prudencia. No son solteros eclesiásticos, sino verdaderos padres, casados con la Iglesia como Cristo mismo lo está. Si no pueden o no desean ejercer la autoridad, la Iglesia se marchita.

La Iglesia es una comunión que participa en la vida y el amor de la Santísima Trinidad. Sin creencia ortodoxa y práctica obediente, no hay Iglesia. Como veo a la Iglesia hoy en día, me parece que los obispos han enseñado claramente, pero no resulta igualmente claro que hayamos gobernado de manera eficaz. Nuestras creencias, moldeadas por la auto-revelación de Dios, han sido explicadas, aun cuando no hayan sido entendidas o aceptadas. Nuestro comportamiento, sin embargo, la manera en que se espera que actuemos como católicos e instituciones católicas, esta definido con menor claridad. Algunos parecen inseguros de lo que se espera de ellos cuando se describen a sí mismos como católicos; no están seguros de cómo obedecer. En la red de relaciones que es la comunión católica, nadie es independiente; sin embargo lo que podemos esperar el uno del otro no es tan claro como debería ser.

La Iglesia pierde su libertad para gobernarse a sí misma cuando los obispos no quieren o no pueden gobernar o cuando la Iglesia es hecha rehén por los poderes políticos, o por grupos de presión, ya sea de izquierda o de derecha. Sin su libertad, la Iglesia no puede cumplir la misión que Cristo le dio; como consecuencia, la Iglesia ha vigilado siempre y en todo el mundo, su libertad de enseñar y actuar. Dado que la Iglesia es católica, siempre es más que un país, una cultura o una raza en particular y por tanto, está abierta a todos ellos. Nunca encaja de manera perfecta en cualquier acuerdo social que sea menos que universal y sus creencias no corresponden a ninguna ideología sectaria. Aquellos que no pueden pensar más allá de las categorías políticas estrechas siempre malentienden a la Iglesia, por lo que su historia está constantemente marcada por la persecución. Quienes se oponen a la misión de la Iglesia por cualquier razón tratan de dividir a los obispos entre sí o intentan retratarlos como enemigos del pueblo, para que la Iglesia quede paralizada. Estas han sido tácticas comunes a través de la historia y están operando también en nuestros días.

Los obispos que gobiernan las diócesis en este país se van a reunir esta semana en San Antonio. Estaremos orando por los padres y por una vida familiar más fuerte en nuestra sociedad y estaremos deliberando sobre la manera en que debemos ejercer la autoridad que nos fue dado por Cristo a fin de fortalecer la vida de la Iglesia.

Esta semana les pido, por favor, que cuando hagan sus oraciones por sus padres naturales también oren por los obispos. Nosotros oraremos por ustedes. Gracias.

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