Cardenal Francis George, O.M.I.

El Santo Padre en Tierra Santa

domingo, mayo 31, 2009

Entre el 8 y el 15 de mayo de este año el Papa Benedicto XVI realizó una peregrinación a Jordania, los territorios Palestinos y a Israel. Las notas informativas sobre sus viajes fueron filtradas mediante las distintas categorías de análisis político, como ocurre siempre con este tipo de reportajes, ya que la política es el marco de referencia más alto posible para los medios de comunicación. Es bueno, por lo tanto, dar un paso atrás y enmarcar este viaje en los términos propios del Papa, como un viaje de fe.

El 8 de mayo, mientras volaba de Roma a Amán, en Jordania, el Santo Padre mencionó los cuatro objetivos, más allá de su devoción personal, que lo llevaron al Medio Oriente. En primer lugar, quería contribuir al proceso de paz, pero como religioso y no como líder político. Él puede hacer esto, dijo, mediante la oración, la cual abre el mundo a Dios; mediante la formación de las conciencias y afirmando posiciones verdaderamente razonables que son distintas de las que tienen los que participan en las conversaciones políticas. Una buena conciencia percibe la verdad, la cual a menudo es invisible y no es declarada a causa de intereses particulares. La Iglesia puede, con la gracia de Dios, ayudar a liberar a las personas del partidismo que lleva a la violencia.

En segundo lugar, el Papa quería reforzar la relación de la Iglesia con el pueblo judío señalando nuestras raíces comunes, a pesar de nuestras historias diversas. Dijo, “Debemos aprender la lengua del otro”. Deberíamos aprender también unos de otros mediante el diálogo. El amor nacido en el diálogo ayudará a la búsqueda de la paz.

El Papa Benedicto señaló, al llegar a Tel Aviv el 11 de mayo, que la comunicación interreligiosa y la contribución de la religión a una sociedad justa exige “el respeto de la libertad y la dignidad de todo ser humano, quienes como cristianos, musulmanes y judíos creen por igual haber sido creados por un Dios amoroso y destinados a la vida eterna.

"Cuando la dimensión religiosa de la persona humana es negada o marginada, se pone en peligro la base que da sustento a una correcta comprensión de los derechos humanos inalienables”.

Continuó hablando, tanto para plantear la base teórica para el diálogo como para recordar al mundo las consecuencias de olvidar la dignidad fundamental de toda persona humana: “Es correcto y apropiado que, durante mi estadía en Israel, tenga la oportunidad de honrar la memoria de los seis millones de víctimas judías de la Shoah (Holocausto), y rezar para que la humanidad nunca más sea testigo de un crimen de esa magnitud”. Esta no es una preocupación general anónima, está sellada con el rostro de cada víctima del Holocausto judío. En el Memorial de Yad Vashem, el Papa habló sobre recordar los nombres de todos aquellos que murieron, nombres consignados en dicho Memorial y en otros sitios, junto con foto tras foto de las víctimas, para que nadie sea olvidado. Citó al profeta Isaías: “... les daré un nombre perpetuo que no se borrará” (Isaías 56:5).

En tercer lugar, el Papa quiso reforzar el diálogo con el Islam, “el cual nació en un entorno en el que el judaísmo y distintas ramas del cristianismo... estaban presentes”. El Papa hizo referencia a que co-fundó una agencia de diálogo trilateral entre judíos, cristianos y musulmanes. Expresó su especial gratitud al actual Rey de Jordania, Abdullah II, por su incansable labor para crear una sociedad civil sólida en Jordania y por utilizar la religión como un instrumento de paz.

El Papa podría haber tenido en mente también la reciente visita que le hizo el rey Abdullah de Arabia Saudita, quien ha patrocinado conferencias para el diálogo interreligioso en Arabia Saudita y en España. El pasado mes de noviembre en las Naciones Unidas, el Rey habló del compromiso islámico con el diálogo: “Les puedo asegurar… a todos los estados del mundo, a sus pueblos, sus dirigentes y a sus organizaciones, que nuestra preocupación por el diálogo nace de nuestra fe y nuestros valores islámicos y nuestra compasión por la condición humana a fin de superar sus miserias”.

En cuarto lugar, el Papa Benedicto quería fomentar que los cristianos vivan en el Oriente Medio: católicos, ortodoxos y protestantes. Sin la presencia de creyentes cristianos, para quienes la Tierra Santa es su patria, los santuarios serían museos. La población cristiana ha disminuido de manera constante en esta área en las últimas décadas, sin embargo, los cristianos patrocinan importantes instituciones para la atención de la salud y la educación y hablan desde un punto de vista que es únicamente suyo. El Papa afirmó: "Espero que los cristianos sean capaces de encontrar el valor, la humildad, la paciencia de permanecer en estos países, para ofrecer su contribución al futuro de sus naciones”. Gran parte de la infraestructura física de la Iglesia católica en Jordania, los Territorios Palestinos e Israel reciben apoyo gracias a la generosidad de los Caballeros y las Damas del Santo Sepulcro, una orden de hombres y mujeres muy fuerte en la Arquidiócesis de Chicago.

Como dijo el Papa al comienzo de su visita, él no vino representando un poder político, sino como una fuerza espiritual. Probablemente, lo más cerca que llegó a defender una opinión política fue al final de su visita, el 15 de mayo, cuando dio las gracias al Presidente y al Gobierno de Israel en el Aeropuerto Ben Gurion, en Tel Aviv: “Dejemos que la solución de dos estados se convierta en una realidad, y no permanezca siendo un sueño. Y dejemos que la paz se propague hacia el exterior de estas tierras, que les sirva de luz a las naciones” (Isa. 42:6), trayendo la esperanza a las muchas otras regiones que se ven afectadas por el conflicto”. Dejemos que esa también sea nuestra oración. Que Dios los bendiga.

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