Cardenal Francis George, O.M.I.

La Palabra de Dios en la vida y la misión de la Iglesia

viernes, octubre 31, 2008

El 5 de octubre, obispos de todo el mundo comenzaron a reunirse con el Papa Benedicto XVI en Roma para considerar la Palabra de Dios en la Iglesia. Este Sínodo de Obispos, como se le llama oficialmente, se reúne cada tres años y normalmente dura tres semanas. Los obispos de los Estados Unidos eligieron a cuatro de sus miembros para representar a nuestra conferencia en el Sínodo; yo fui uno de ellos.

La Palabra de Dios es, primero que nada, Jesucristo, el encarnado Hijo de Dios. Quien sino Cristo da forma a la proclamación oral del Evangelio. Quién sino Cristo llena también las páginas de las Sagradas Escrituras, el testigo escrito inspirado de lo que Dios ha hecho para salvarnos. En las Sagradas Escrituras, Dios es tanto el autor como el actor principal. Lo que conformará el tema de discusión de los obispos reunidos en asamblea para el Sínodo será primordialmente el tema de las Sagradas Escrituras como Palabra de Dios.

La consideración del papel que juegan las Escrituras en la Iglesia comienza con el uso de las Escrituras en la Eucaristía y en otros sacramentos. La Iglesia, la comunidad de fe, es el contexto primordial para el entendimiento e interpretación de las Escrituras, libros escritos durante siglos por personas de fe, para personas de fe. La Iglesia nunca se reúne para adorar a Dios sin escuchar la Palabra de Dios proclamada en las Sagradas Escrituras. Sin embargo, de manera práctica, la renovación de las Escrituras que perseguía el Concilio Vaticano II aún tiene que tener su efecto completo en las actividades personales y pastorales de muchos católicos. Esa es una de las razones por las que el Papa eligió este tema para este sínodo.

En la primera mitad del sínodo, los obispos hablarán sobre el tema, uno después del otro. Cada disertación será traducida de manera simultánea en los seis idiomas oficiales del sínodo. Durante la segunda mitad del sínodo, los obispos y otros participantes se reunirán en grupos lingüísticos para formular recomendaciones que entregarán al Sínodo y al Santo Padre. Al final del sínodo se vota sobre estas recomendaciones. El Papa las recibe y, con la ayuda del Concilio Sinodal (diez obispos elegidos por los obispos en el sínodo), escribirá un documento sobre la materia, normalmente un año después de terminada esta reunión. El Concilio Sinodal comienza entonces a preparar el siguiente sínodo. Es un sistema que asegura una reflexión continua sobre los temas importantes en la vida de la Iglesia.

Este tipo de reflexión, especialmente sobre las Sagradas Escrituras, es esencial para el ministerio de enseñanza de los obispos y sacerdotes. Sus enseñanzas son normativas cuando, en sí mismas, son fieles a la auto revelación de Dios de la manera en que es desarrollada y entendida en las doctrinas de la fe; sin embargo, ellos no son los únicos maestros en la Iglesia. Cuando era pequeño y vivía en Chicago, mis padres y las Hermanas de la escuela, me enseñaron los mandamientos de Dios y de la Iglesia y me mostraron cómo aplicarlos en la vida diaria. Creo que esta es la manera en que la mayoría de los católicos llegan a conocer al inicio lo que enseña la Iglesia. Todos somos responsables de pasar y explicar, de manera fiel y devota, lo qué nos dice nuestra fe a través de la Iglesia.

La moral católica y las doctrinas sociales, basadas y elaboradas filosóficamente en las Escrituras, figuran de manera prominente en las discusiones privadas y públicas en tiempos de elección. Los obispos de nuestro país han publicado “Formando la conciencia para ser ciudadanos fieles” (www.faithfulcitizenship.org), mientras que los obispos de Illinois han publicado un documento que acompaña al anterior llamado "Nuestra conciencia, nuestro voto” (www.catholicconferenceofillinois. org). Ambos documentos han sido presentados en el periódico The Catholic New World y se han enviado folletos para adjuntar a los boletines de cada parroquia. Estos documentos resumen el rango de asuntos morales implicados y su importancia relativa, con el fin de que se les tome en cuenta cuando uno decida, en conciencia, cómo votar. Invito encarecidamente a cada católico de la Arquidiócesis a considerar de qué manera la acción de votar es una acción moral, una por la cual somos responsables ante Dios.

Las enseñanzas morales católicas y la doctrina social de la Iglesia no calzan fácilmente en la vida social y política contemporánea. Algunos objetan el que la Iglesia distinga las actitudes y actos intrínsecamente inmorales, ya sea aborto o eutanasia, tortura o aún racismo, de los actos que pueden estar equivocados,pero no siempre lo están. Las diferencias entre estos actos inmoralmente intrínsecos, por supuesto, es que la tortura, la eutanasia y el racismo se ven desalentadas de distintas maneras en la ley y en el sentido moral más establecido, mientras que el aborto está legalmente permitido en todo el país y, en algunos círculos, es considerado como un derecho fundamental. Otros quieren que los obispos simplemente se salten la teoría y lleguen a conclusiones acerca de candidatos particulares. Ese deseo reconoce que la personalidad de los candidatos también entra en esta decisión de cómo votar. La Iglesia, sin embargo, ni está ausente de la sociedad ni de sus prácticas políticas, ni se dedica a ser un partido político más. Esta es una posición necesaria y basada en principios fundamentales que, sin embargo, con frecuencia provoca que personas de todos los lados se sientan insatisfechas con ella.

Las personas basan su decisión de votar en razones muy diversas; algunas de ellas tienen que ver más con el interés individual o de grupo que el de una preocupación por el bien común. Mucho del discurso político reduce esto, de manera directa o indirecta, a un llamado al interés propio. Aún cuando el bien común no está completamente salvaguardado por ningún candidato o partido, las diferencias sobre los temas básicos son importantes y tiene que ser cuidadosamente sopesadas. Votar de manera responsable es, por lo tanto, un trabajo difícil. Al final, cada uno de nosotros tendrá que explicar nuestras elecciones al Señor, quien está preocupado principalmente por el bien común y nos llama a sacrificarnos por ello.

Hoy en día el sistema económico que tenemos en los Estados Unidos se encuentra bajo una enorme presión; al mismo tiempo es frecuente que desconfiemos de nuestro sistema político. Algunos de los han dado forma a nuestro sistema económico y a nuestra vida política han actuado de manera inmoral e irresponsable. Muchas personas están en peligro, especialmente los pobres. La presente y compleja crisis, cuya solución aún permanece incierta, nos presenta una oportunidad para poner nuestras vidas y nuestro futuro en las manos de la Palabra de Dios hecha carne. Ningún sistema económico o político durará para siempre y ninguno tiene una importancia fundamental. Cuando las instituciones humanas muestran sus límites y nos recuerdan que todas las cosas pasan, lo que permanece importante de manera central en cada aspecto de nuestras vidas es Jesucristo: “Ayer como hoy, Jesucristo es el mismo, siempre” (Hebreos 13:8).

Por otro lado, me siento incómodo de dejar el país por tres semanas cuando todos nosotros estamos ansiosos acerca del futuro, pero el tema del Sínodo, la Palabra de Dios en la Vida y Misión de la Iglesia, es más importante que cualquier otra cosa para la sobrevivencia humana y su eterna felicidad. Oro por que las deliberaciones del Sínodo nos ayuden a mantener una perspectiva de fe en medio de las dificultades que tenemos de manera personal y como sociedad. Ustedes y sus seres queridos están presentes diariamente en mis plegarias; por favor ténganme en las suyas, a mí y a la Arquidiócesis.

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