Cardenal Francis George, O.M.I.

Adoración Eucarística y Procesión: Siguiendo a Jesucristo

domingo, agosto 31, 2008

La semana pasada, un grupo representativo de católicos de esta Arquidiócesis fue en peregrinaje al Santuario de María, en Lourdes, Francia, mientras que otros católicos participaban de un peregrinaje aquí en la ciudad. Durante una semana de peregrinaje en Lourdes ocurren tres procesiones: la procesión de la antorcha que se realiza al mismo tiempo que se reza el Rosario, la procesión Eucarística con los enfermos y la procesión del Camino de la Cruz.

La procesión con el Sagrado Sacramento en Lourdes sigue su sinuoso camino desde la tienda donde existe una adoración perpetua en un lado de la gruta donde ocurrió la aparición, hasta la gran iglesia bajo tierra en el otro lado de la gruta. Conforme se forma la procesión, los enfermos son traídos para formarse detrás de los estandartes, otros siguen a los enfermos y los obispos forman filas detrás del Sagrado Sacramento. Mientras cargaba al Sagrado Sacramento en procesión, pensé que el Señor mismo parece tomar con mayor frecuencia sus consejos de los enfermos y de los empobrecidos, y el resto de nosotros, especialmente los obispos, tenemos que ir detrás de él, siguiéndolo.

La mayoría de nuestras intenciones de oración, las cuales fueron traídas a Lourdes por los peregrinos, detallaban las necesidades y los problemas que nos afectan a todos. Muchos niños de las escuelas enviaron solicitudes que nosotros colocamos en el santuario. Por mi parte, yo oré por todas las víctimas del abuso sexual, por aquellos con quienes tuve la oportunidad de hablar, así como por las otras víctimas sobre cuyos casos he leído. La libertad del pecado, tanto para los abusados como para los abusadores, es una gracia que Dios otorgará si se lo pedimos para después continuar tomando las medidas para ayudar a las víctimas y asegurarnos que los niños están protegidos.

Nuestras vidas se ven transformadas a través de contacto frecuente con el Señor, presente en el Sagrado Sacramento. Es imposible pasar largos periodos de tiempo con Cristo, adorándolo, agradeciéndole y uniendo nuestras voluntades a la suya y no dejarlo que cambie nuestras vidas. Uno de las consecuencias más motivadoras en la vida de oración de la Arquidiócesis en años recientes es el crecimiento de la adoración Eucarística en las parroquias.

Hoy en día casi la mitad de las parroquias en la Arquidiócesis tienen adoración Eucarística. Estas parroquias se encuentran tanto en la ciudad como en los suburbios. Pocas tienen adoración perpetua, pero esto con frecuencia es difícil de sostener día tras día, noche tras noche. Las parroquias que tienen adoración perpetua toman precauciones especiales para proporcionar la seguridad necesaria.

La mayoría de las parroquias cuya vida está conformada por una forma especial de oración tienen periodos de adoración en días específicos de la semana o en varios días de la semana. He visitado muchas de las capillas de adoración adjuntas a las iglesias parroquiales. Las que he visitado son con frecuencia sencillas pero hermosas, con todo en la capilla orientado al ostensorio que contiene la ostia consagrada. En algunas parroquias, la devoción a la Divina Misericordia es parte integral de los periodos de adoración. En todas las capillas se pueden encontrar folletos de oración, rosarios y otras ayudas devocionales.

El Sagrado Sacramento expuesto en el altar nunca debe dejarse desatendido. Los adoradores con frecuencia son feligreses individuales; sin embargo en algunas parroquias hay grupos que toman la responsabilidad de varias horas de adoración. La Asociación de Adoración Eucarística del Papa Juan Pablo II, bajo la guía del Obispo Joseph Perry, puede ayudar a las parroquias a planear y permanecer fieles a la adoración Eucarística.

¿Cuáles son los resultados de la adoración Eucarística? Cada quien puede ser testigo de la obra de la gracia y de los efectos de la oración en su propia vida. Con frecuencia el periodo de adoración Eucarística motiva el desarrollo de una vida más contemplativa y proporciona cierto oasis de las extremas actividades que dominan nuestros días. Para las parroquias como un todo, existe con frecuencia un incremento en unidad y una apreciación más profunda del gran don de la Eucaristía. En algunos casos la asistencia a misa se incrementa. Los matrimonios pueden verse fortalecidos y, con un incremento de generosidad espiritual, la vida de la corresponsabilidad tiene un mayor sentido. Pueden escucharse los llamados especiales al sacerdocio ordenado o a la vida consagrada. Profundizar nuestro amor por Cristo, quien se entregó a sí mismo a nosotros de manera total en este don, nos mueve a todos a amar a aquellos a quienes Cristo mismo ama, especialmente los pobres y aquellos que son víctimas de la injusticia.

El Consejo Pastoral Arquidiocesano solicitó el año pasado más catequesis sobre la Eucaristía. He pedido a los sacerdotes orar sobre el misterio de nuestra fe y he solicitado a la Oficina de Catequesis que examine la manera en que el tema se enseña en la educación religiosa. El seminario integra su propia enseñanza con la práctica de la adoración Eucarística como una manera de extender la oración de la Misa diaria.

El peregrinaje de la semana pasada en Lourdes fue, para mí y para los otros que hicieron el peregrinaje aquí o en Lourdes mismo, un tiempo que nos llevó a estar más cerca del Señor a través de su Inmaculada Madre. Ella nos señala a su Hijo; y la mejor manera de unirnos a él es a través de la Eucaristía, celebrada, recibida y adorada. En Cristo, con él y en él, todas nuestras plegarias están hechas con la confianza nacida en la fe y el amor.

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