Cardenal Francis George, O.M.I.

Verdad y entusiasmo: La visita del Papa Benedicto

miércoles, abril 30, 2008

La visita que nuestro Santo Padre hizo a los Estados Unidos y a la sede de las Naciones Unidas la semana pasada fue planeada con meses de anticipación y se desarrolló conforme a lo programado. Lo que no fue planeado fue la reacción que tantos tuvieron ante su presencia y sus palabras. Entusiasmo que fue creciendo desde su reunión en la Casa Blanca en el primer día completo de la visita, hasta su encuentro con jóvenes y seminaristas en Nueva York, el día anterior a su regreso a Roma.

El entusiasmo de las personas, que formaba una interminable valla en las calles cada vez que su auto se movía de un evento al siguiente, tuvo su par en la felicidad del Papa. Él es, como todos ya deberían saber, un hombre más bien tímido. Las personas pudieron ver ese aspecto de su persona, junto con su amabilidad, y reaccionaron a esta autenticidad. La reacción de las personas parecía relajarle y respondía con un vigor que sorprendía aún a muchos que le conocen bien. Es maravilloso verlo relacionarse con los jóvenes a quienes pidió de manera explícita poder dirigirse. Era maravilloso ver también cuánto apreciaba el amor y el entusiasmo que rodeó la celebración que se hizo, mientras estuvo aquí, de su cumpleaños (el 16 de abril) y de su elección como Obispo de Roma (19 de abril).

Dos de los momentos más conmovedores para mi fueron su reunión con niños discapacitados y su oración por todos aquellos que murieron en la llamada Zona Cero y por sus familias. Su reunión con seis mujeres y hombres que hace algunos años sufrieron abuso a manos de sacerdotes también fue parte de su preocupación pastoral por todos aquellos cuyas vidas han sido afectadas por esa tragedia.

El Papa es un maestro con un dominio extraordinario, de manera que sus gestos se conjugaron con una serie de discursos y homilías preparados, cada uno de ellos, con sumo cuidado. Estas charlas serán estudiadas más minuciosamente en los meses por venir, pero el escucharlas, una detrás de otra a lo largo de la semana, me ayudó a ver cómo, en cada oportunidad, el volvía a nuestra búsqueda por la verdad. Este es un tema que él reitera constantemente y lo hizo de nuevo durante su viaje apostólico a nuestro país.

En su discurso a los obispos, hizo eco de nuestro análisis sobre los retos pastorales que la misión de la Iglesia tiene aquí e insistió que la Iglesia debe, por sobre todo, enseñar a las personas a orar. ¿Cómo podemos conocer la verdad acerca de Dios si nunca nos unimos con él en oración?

Antes de venir aquí, el Papa nos había escrito: “Iré a los Estados Unidos de América por primera vez en mi calidad de Papa, para proclamar esta magnífica verdad: Jesucristo es la esperanza para hombres y mujeres de cada idioma, raza, cultura y condición social”. Él hizo lo anterior al relacionar la búsqueda de la verdad con un amplio rango de preocupaciones que marcan nuestras vidas hoy en día.

Durante su homilía en el Estadio Nationals en Washington, hizo una conexión entre verdad y unidad. No podemos actuar juntos como católicos, encarar el futuro juntos como pueblo de Cristo, a menos que estemos unidos en la verdad de nuestra fe.

El Santo Padre señaló la relación existente entre la verdad y la libertad por principio de cuentas, en su discurso en la Casa Blanca, donde dijo que la historia muestra, una y otra vez, que la libertad pierde su fundamento sin la verdad. Los líderes políticos deben guiarse por la verdad e integrar la sabiduría nacida de un sólido principio moral a las decisiones que afectan la vida y el futuro de las naciones que gobiernan. A los educadores, les señaló la naturaleza comunal de la verdad, la cual empuja al que busca a salir de su propio individualismo y a encontrar el orden objetivo de las cosas, descubierto a través de la investigación y el estudio. Las verdades de la revelación de Dios, dijo el Papa, deben impregnar cada aspecto de vida en cualquier universidad o sistema escolar católico.

A nuestros socios de diálogo, de diferentes credos, el Papa Benedicto mostró la relación entre la verdad y la paz, como nuestra meta común. Si se quiere que haya paz, en nuestras conversaciones debe entrar no sólo lo que ya compartimos en común, sino también nuestras diferencias. A los líderes cristianos de otras iglesias y comunidades de fe, el Papa habló de las verdades del Evangelio como el contexto para realizar nuestro diálogo.

A los jóvenes reunidos en la ciudad de Yonkers, les habló acerca de cómo la vida se ve realizada al rendirse a la verdad, porque la verdad es una persona: Jesucristo. Estas palabras se escucharon de nueva cuenta cuando habló a casi 60,000 personas durante la Misa en el Estadio de los Yanquis.

En la Sede de las Naciones Unidas, el Papa Benedicto explicó que cada miembro de la familia humana es poseedor de derechos humanos. Estos son más básicos que los derechos civiles y deben ser protegidos por el gobierno. Nos enseñó que la soberanía nacional es, por lo tanto, menos importante que la protección de los derechos humanos. Si el gobierno de algún país infringe los derechos humanos de los ciudadanos del país, la comunidad internacional debe encontrar maneras no violentas para intervenir y proteger a las personas oprimidas por su propio gobierno. Esta tesis, estoy seguro, será discutida de manera más extensa en los meses por venir.

Finalmente, la verdad nos hace libres porque nos muestra la fuente de nuestra esperanza. El tema elegido para la semana que el Santo Padre pasó con nosotros fue “Cristo nuestra Esperanza”. Las mujeres y hombres jóvenes en Nueva York completaron ese lema cuando lo recibieron ruidosamente:

“Cristo nuestra esperanza, Benedicto nuestro Papa”. Para muchos católicos de este país, parece que Benedicto XVI se convirtió en su Papa de una manera nueva y más convincente durante su visita.

Él nos deja con más confianza en nuestra fe y más agradecidos por nuestra Iglesia. En los años por venir, lo tendremos presente en nuestras oraciones con una satisfacción más personal.

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