Cardenal Francis George, O.M.I.

¿Quién es la Iglesia?

septiembre 1, 2007

Hace unas dos semanas la Santa Sede publicó un documento titulado “Respuesta a Ciertas Preguntas que Conciernen Algunos Aspectos de la Doctrina de la Iglesia” Debido a reacciones sobre este documento dirigido a teólogos católicos, es bueno revisar quien es y que entendimiento tenemos de la Iglesia. Antes que nada, la Iglesia se inicia en Jesucristo. Él es la cabeza de la Iglesia y la Iglesia es su Cuerpo. La Iglesia le pertenece a Cristo, y todos los que son sus discípulos o seguidores pertenecen a la Iglesia según sus términos.

¿Cuáles son esos términos? Estos términos se encuentran al recibir los dones que Jesús otorgó al mundo por medio de su muerte y resurrección, y que él mismo quiere que sean compartidos con todos los que quieran conocerlo y amarlo. En otras palabras, pertenecemos a la Iglesia en cuanto nuestras vidas están conformadas a los dones de Cristo. El don más importante es la gracia que nos comunica la propia vida de Dios y nuestra salvación. La gracia es invisible, así como la fe, el amor y la esperanza. Todos los que viven sus vidas de acuerdo a la gracia de Dios están de alguna manera relacionados a Cristo y a su Iglesia, aún cuando no sepan quien es Cristo. Pero la Iglesia es también una comunidad visible; y los tres dones que identifican a la Iglesia que él fundó, son 1) la profesión de la fe apostólica, 2) la celebración de los siete sacramentos y 3) el gobierno apostólico.

La fe apostólica fue proclamada en la propia predicación de los apóstoles. La Iglesia existía ya desde antes que el Nuevo Testamento fuera escrito, pero el testimonio escrito de la predicación apostólica se encuentra en los Hechos de los Apóstoles, así como en los escritos de San Pedro, San Pablo y San Juan en el Nuevo Testamento. La Iglesia expresa esta fe en los credos de los Concilios Ecuménicos y en las profesiones de fe que han sido escritas al irse desarrollando en la Iglesia, a través de las edades como un entendimiento más profundo de las verdades que Dios quiere que creamos. La esencia de la fe apostólica en la enseñanza oficial de la Iglesia ha sido preservada por medio de la acción del Espíritu Santo, el espíritu de verdad que Jesús prometió enviar a su Iglesia para mantenerla sin error.

Los siete sacramentos de las Iglesias apostólicas son acciones de Cristo resucitado y continúan siendo celebradas en la Iglesia Católica y en las Iglesias Ortodoxas. Al tiempo de la Reforma Protestante, el sacramento de las órdenes sagradas fue explícitamente rechazado por los Reformadores, y los sacerdotes ordenados fueron reemplazados por ministros. Esta acción deja solamente el bautismo como algo común a todos los cristianos. También cambió la forma de entendimiento del gobierno de su iglesia.

El gobierno apostólico en la Iglesia Católica es continuado visiblemente a través del cuerpo de pastores que proviene de la autoridad de los apóstoles como evangelizadores y cabezas de las iglesias locales. Estos pastores constituyen el colegio de obispos en unión con el sucesor de San Pedro, el obispo de Roma.

La Iglesia Católica se entiende así misma que goza, solamente a través del amor y voluntad de Jesús, los dones que él dejó a sus seguidores. Otras Iglesias o comunidades de fe gozan de la mayoría o de algunos de estos dones, dependiendo de su propia historia y entendimiento de sí mismas. Deberíamos tratar de entender a otros así como se entienden a sí mismos. Muchos sinceros seguidores de Jesucristo rechazan el entendimiento que la Iglesia Católica tiene de si misma. Algunos piensan que los católicos ni siquiera son cristianos; otros dicen que el Papa es el anti-Cristo. No quieren ser Católicos, y eso debe ser respetado. Pero nuestro entendimiento Católico de Iglesia también debería ser respetado, ya que cuenta con dos mil años de historia. Parece extraño que solamente el entendimiento propio de la Iglesia Católica deba ser caso de indignación pública.

Finalmente, la reciente declaración de la Santa Sede no dice nada acerca de la salvación eterna de un individuo. El eslabón al propio entendimiento que la Iglesia Católica tiene de si misma a través de sus dones visibles a las conclusiones del don invisible de la salvación de un individuo, es una cuestión diferente. La enseñanza de la Iglesia sobre sus dones objetivos tampoco hace ninguna conclusión acerca de la santidad subjetiva de un individuo. Uno puede ser bautizado y seguir pecando; alguien puede ser ordenado y aún así traicionar al Señor. Sin embargo, tanto el bautismo como la ordenación continúan siendo medios sacramentales de santidad.

Lo que nosotros necesitamos como católicos es un mejor entendimiento de la fe católica. Sin esto, cada reporte o artículo en los periódicos por gente que no entiende nuestra Iglesia o que incluso han rechazado su propia fe, causa un desmayo innecesario. Nuestras parroquias y escuelas deberían aumentar sus esfuerzos en comunicar la fe de la Iglesia como nos ha llegado de los apóstoles, y de esta forma los Católicos pueden descansar seguros en ella y compartirla con entusiasmo junto con los dones que Cristo tiene para todos.

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