Gracia, la vida de Dios en la nuestra, es un don divino. Encontrarla es una clara señal de la presencia de Dios en nuestras vidas. Nos transforma, nos convierte, de manera que Dios pueda usarnos para cambiar a otros y a la sociedad como un todo. En ocasiones, algo malo en sí mismo, como la enfermedad, puede convertirse en ocasión para que Dios actúe en nuestra vida y se pueda obtener bien a partir del mal. El año pasado tuve esa experiencia, cuando mi propia enfermedad fue la ocasión para que muchos volvieran al Señor en oración, así como cuando experimenté de nuevo la relación del uno con el otro en el Señor a través de una vasta red de oración. La oración abre nuestras vidas a Dios de manera que él pueda curarnos, de manera espiritual y física. Dios espera de nosotros, sin embargo, cooperación con su accionar en nuestras vidas disponiendo día a día de tiempo para la oración y utilizando medios ordinarios para proteger nuestro bienestar físico y espiritual. Proteger la salud física es un asunto social y por lo tanto político, así como una exigencia espiritual. Debido a que muchas personas en nuestro estado no tienen la protección de medios ordinarios para preservar la salud y curar la enfermedad, en años recientes se han impulsado propuestas para atender la problemática que representa la falta de una cobertura de seguro de salud. ¿Cuán grande es el reto? En 2005, había 44.8 millones de personas sin seguro médico en Estados Unidos. A nivel nacional, cada año cerca de 18,000 muertes son atribuidas a la falta de atención médica a tiempo en que incurren las personas por carecer de un seguro. En nuestro estado, nos va un poco mejor que en otros estados. 24.7 por ciento de los niños de Illinois carecen de seguro médico, mientras que el promedio nacional es de 25.6 por ciento. Un 24.1 por ciento de niños de Illinois no tienen un doctor, mientras que cerca del 35 por ciento de todos los niños de E.U. carece de uno. En años recientes un exitoso programa para niños (Kid's Care) ha suavizado, de alguna manera, la situación en Illinois, pero aún queda el reto principal de proporcionar cobertura de servicios médicos adecuada. La Iglesia ve este problema como un problema moral. Tener acceso a servicios básicos de salud es un derecho que fluye de la dignidad inherente de cualquier persona humana. Los derechos implican deberes. ¿De quién es el deber de proporcionar servicios de salud? Las enseñanzas sociales católicas nos enseñan que todos, de manera colectiva, necesitamos asegurar que haya acceso a servicios esenciales de salud. En Estados Unidos, muchos empleadores proporcionan seguro médico y los empleados tienen que pagar deducibles y co-pagos. Debido al incremento en los costos, el porcentaje de empleadores que proporcionan seguro médico ha disminuido, aún cuando la contribución del empleado al plan de salud patrocinado por su empleador se ha incrementado. El gobierno también ha proporcionado acceso a servicios médicos a través de programas sociales como Medicare, Medicaid, SCHIP y los beneficios para veteranos. Estos programas, sin embargo, no atienden las necesidades del creciente número de personas no por estos beneficios. En una sociedad marcada por una clara división entre ricos y pobres, nuestra fe recuerda la historia del Último Juicio (Mt. 25: 31-46) y nos instruye a poner en primer lugar primero las necesidades de los pobres y los vulnerables. Cada programa dirigido a cubrir a los no asegurados y ayudar a los que tienen un seguro insuficiente tendrá un precio. ¿Cómo será pagado? La Iglesia no puede y no debe ofrecer soluciones técnicas a esta pregunta, aunque el problema se presenta ante nosotros día a día en los cuartos de emergencia de los hospitales católicos y no católicos. Estas instituciones están llenas de personas que no tienen otro lugar a donde ir para obtener servicios médicos básicos. No se les rechaza, pero la sala de emergencia no es el lugar donde deben atenderse problemas médicos que no debieron llegar hasta el punto de ser emergencias. Las instituciones católicas son el proveedor privado de servicios de salud más grande en Illinois y los Estados Unidos. La Iglesia sigue con atención este debate porque está interesada en los enfermos y los pobres y también en la salud de sus propias instituciones. La pregunta de cómo proporcionar servicios de salud a todos en Illinois ha sido y continuará siendo un debate en la Asamblea General. El principio es claro, la meta es loable, pero encontrar los medios es un problema político y presupuestal de gran magnitud. Existen muchos detalles que el Gobernador Blagojevich y nuestros representantes electos tienen que decidir, pero deben ser aplaudidos por su disposición para atender este problema que ha estado ante nosotros por tanto tiempo. Finalmente, existe una cuestión de salud más allá de los servicios de salud institucionales. Un reporte reciente de la UNICEF coloca a Estados Unidos en el vigésimo lugar en el mundo en cuanto a la calidad de salud de los niños, debajo de todos los países europeos excepto Gran Bretaña. Esta diferencia aplica a cada clase económica, tanto los ricos como los pobres. Hace 2500 años, el filósofo Platón escribió en el tercer capítulo de la * República* que una sociedad ideal no necesitaría muchos doctores, porque la gente básicamente estaría saludable. (Él también argüía que la sociedad ideal no necesitaría muchos abogados, porque las personas serían en esencia justas). La manera en que vivimos día a día afecta tanto nuestra salud espiritual como la física. Las estadísticas médicas nos dicen mucho más que simplemente indicarnos cuántas personas enfermas viven aquí; también nos dicen cuán bien estamos como pueblo, como sociedad. Espero que la gracia de Dios nos pueda mantener saludables en cuerpo y espíritu. Oro también por que el Espíritu Santo pueda guiar a nuestros funcionarios electos en el debate actual acerca de cómo proporcionar los servicios de salud básicos para todos. Que Dios los bendiga.