Cardenal Blase J. Cupich

Sinodalidad y ‘conversión de las relaciones’

octubre 31, 2024

No es sorprendente leer comentarios sobre el actual sínodo sobre la sinodalidad que expresan perplejidad sobre lo que significa sinodalidad para la Iglesia. Ciertamente, “sinodalidad” no es un término familiar.

Mi participación en el sínodo en Roma durante las últimas semanas me ha ayudado a comprender más plenamente que el Santo Padre está llamando a la Iglesia a actuar de una manera nueva, una manera sinodal, a medida que asumimos la misión de Cristo. Eso comienza al cada uno de nosotros experimentar lo que el papa llama una “conversión de las relaciones”.  

En otras palabras, él nos está llamando a ver todo el proyecto de nuestras vidas en términos de incrementar nuestra capacidad de relacionarnos con los demás y con el mundo. Es una conversión que se aleja de la tendencia natural a organizar nuestras vidas alrededor de nuestros propios deseos, planes y necesidades. Es el camino de Jesús, evidente en los Evangelios mientras llamó y formó a sus discípulos. Específicamente, hay tres ideas a las que debemos llegar en este proceso, que deberían cambiar la manera en que nos comportamos.

La primera es abrazar plenamente la convicción de que pertenecemos a los demás y que los demás nos pertenecen. No somos individuos aislados y autosuficientes, ni tampoco debemos considerar el proyecto de nuestras vidas como volvernos autosuficientes y vivir en nuestro propio aislamiento. Al mismo tiempo, nadie está excluido. Como insiste repetidamente el papa: “todos, todos, todos”. Así que, vemos a Jesús invitando y trayendo a todos a su círculo.

En segundo lugar, la conversión de las relaciones nos lleva a aceptar que somos corresponsables unos de otros, porque la sinodalidad se trata de caminar juntos, ayudándonos unos a otros a lo largo del camino de la vida. Esta conversión también redefine a la Iglesia como una comunidad en la cual somos responsables unos ante otros, superando cualquier sentido de favoritismo o privilegio. Eso daría lugar al clericalismo. Nos convertimos en la comunidad de aquellos que genuinamente se aman unos a otros como Jesús nos ha amado.

Finalmente, la conversión de las relaciones implica llegar a la convicción de que nuestros dones y talentos deben ser compartidos, en lugar de ser vistos como activos personales únicamente para nuestro propio avance y beneficio personal, pero también que los dones de todos deben ser bienvenidos. Nos hacemos sal, luz y levadura.

Se me ocurre que si colocamos la conversión de las relaciones en el centro de nuestra formación como cristianos, entonces podríamos comenzar a repensar cómo llevamos a cabo nuestros programas de educación religiosa para los jóvenes. ¿No valdría la pena poner énfasis en ayudar a los jóvenes a familiarizarse con este camino de Jesús y experimentar una conversión de las relaciones, al mismo tiempo o incluso antes de darles el catecismo o los libros de texto que exponen las enseñanzas de la Iglesia y se centran en la información? De manera similar, podríamos querer reexaminar nuestro enfoque de la iniciación cristiana de adultos, al hacer una conversión de las relaciones, ayudando a los candidatos a incrementar su capacidad para las relaciones por las cuales crecen en su convicción de pertenecer a otros, son corresponsables de los demás y la Iglesia y son llamados a compartir sus dones y talentos.

Muchos de nuestros catequistas y párrocos me han compartido repetidamente a lo largo de los años su frustración de que después de la confirmación ven a muy pocos de los recién confirmados. Se preguntan si el sacramento de la confirmación se ha convertido en un “Rito de Éxodo Cristiano”, en lugar de iniciación.

Parte del problema puede ser el que hemos puesto demasiado énfasis en transmitir conocimientos acerca de la Iglesia, reduciendo así nuestra catequesis a un programa académico. ¿Les hemos dado a los estudiantes la impresión de que, así como se van por su cuenta después de la escuela secundaria, son libres de irse una vez confirmados, que se han “graduado” y no necesitan regresar? ¿Tendríamos más probabilidades de tener mayor éxito si colocáramos en el centro de su catequesis la idea de la conversión de las relaciones, ayudándolos a incrementar el sentido de pertenencia a Jesús en la iglesia, dándoles la capacidad de ser corresponsables y visualizar sus vidas para compartir?

Entonces, entender la sinodalidad no es tan difícil. Dicho sencillamente, el Santo Padre está llamado a una nueva forma de vivir la vida de la Iglesia, a que cada uno de nosotros experimente una conversión de las relaciones.

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