Con un mensaje centrado en la unidad y la paz, el cardenal Blase Cupich dio la invocación en la noche de apertura de la Convención Nacional Demócrata el 19 de agosto en el United Center. He aquí su mensaje íntegro, traducido al español. Te alabamos, oh, Dios de toda la creación. Aviva en nosotros la resolución de proteger tu obra. Tú eres la fuente de cada bendición que agracia nuestras vidas y nuestra nación. Oramos para que nos ayudes a verdaderamente comprender y responder al llamado sagrado de la ciudadanía. Somos una nación compuesta de cada pueblo y cultura, unidos no por lazos de sangre sino por las profundas aspiraciones de vida, libertad, justicia y esperanza ilimitada. Estas aspiraciones son la razón por la que nuestros antepasados vieron a Estados Unidos como un faro de esperanza. Y, con tu constante guía, Señor, que podamos permanecer así hoy. En cada generación estamos llamados a renovar estas aspiraciones, a volver a tejer el tejido de los Estados Unidos. Lo hacemos cuando vivimos las virtudes que habitan en nuestros corazones, pero también cuando enfrentamos nuestros fracasos en erradicar las injusticias en curso en nuestra vida nacional, especialmente aquellas creadas por la ceguera moral y el miedo al otro. Oramos por la paz, especialmente por las personas que sufren la insensatez de la guerra. Pero mientras oramos, también debemos actuar, porque construir el bien común requiere trabajo. Requiere amor. Y así oramos: Que nuestra nación se convierta más plenamente en una constructora de paz en nuestro mundo herido, con el valor de imaginar y buscar juntos un futuro amoroso. Y que nosotros, como individuos estadounidenses, nos convirtamos más plenamente en los instrumentos de la paz de Dios. Guíanos, Señor, a asumir nuestra responsabilidad de forjar este nuevo capítulo de la historia de nuestra nación. Que tenga sus raíces en el reconocimiento de que para nosotros, como para cada generación, el triunfo de la unidad sobre la división es lo que promueve la dignidad humana y la libertad. Que sea impulsado por las mujeres y los hombres elegidos para servir en la vida pública, quienes saben que el servicio es la marca del verdadero liderazgo. Y que este nuevo capítulo de la historia de nuestra nación esté lleno de una esperanza incontenible, una esperanza que se niegue a limitar nuestra visión nacional, sino que más bien, como ha dicho el papa Francisco, “sueñe sueños y vea visiones” de lo que por tu gracia nuestro mundo puede llegar a ser. Todo esto te lo pedimos, confiando en tu cuidado siempre providencial hacia nosotros. Amén.