Cardenal Blase J. Cupich

Jesús enseña de una manera que nos hace pensar

agosto 19, 2024

Los Evangelios registran que al menos en 60 ocasiones a Jesús se le llama ‘maestro’ y 16 veces “rabino”.

Esto es un tanto sorprendente. Jesús era conocido como carpintero, más que como alguien que se dedicó a toda una vida de estudios académicos. Sin embargo, las personas percibían algo diferente en la manera en que él hablaba, notaban que él “enseñaba como quien tiene autoridad y no como los escribas” (Marcos 1, 22).

Cuando los escribas enseñaban, citaban un pasaje de la Escritura o un experto tras otro, pero Jesús hablaba en su nombre y daba ejemplos de la vida cotidiana para transmitir la verdad. Incluso más al punto, Jesús enseñó usando parábolas, imágenes y otros recursos que invitaban a las personas a pensar, en vez de darles respuestas sencillas.

En las lecturas del Evangelio durante las últimas semanas, Jesús nos ha estado dando mucho en qué pensar cuando se trata de comprender cómo nuestra participación en la Eucaristía se relaciona con la manera en que vivimos. Lo escuchamos referirse a sí mismo como el pan vivo que Dios envía desde el cielo para nuestro alimento. Pero también dice algo bastante notable e incluso sensacional: “el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo”.

Comprensiblemente, quienes escucharon estas palabras por primera vez probablemente sintieron repulsión ante la idea de comer la carne de Jesús. Pero con el tiempo la comunidad cristiana llegó a comprender que Jesús nos está diciendo que Dios ha elegido nuestra existencia de carne y hueso como seres humanos para ser el medio por el cual Dios nos da una participación en la vida misma de Dios.

Jesús, como alguien que comparte nuestra naturaleza humana, es capaz de tocar físicamente a otros con su mano sanadora, transmitir su dolor derramando lágrimas por la muerte de su amigo Lázaro, tomar la mano a una niña pequeña y levantarla, acariciar con una toalla los pies de sus discípulos que ha lavado, alimentar a quienes tienen hambre mientras parte el pan en sus manos. A través de todas estas acciones muy humanas, acciones realizadas por alguien que vive una existencia de carne y hueso, Jesús está compartiendo la vida de Dios.

Esto es lo que significa para él dar su carne para la vida del mundo. Y, por supuesto, el punto es que nosotros también deberíamos mirar cómo vivimos nuestra existencia de carne y hueso como el medio por el cual compartimos la vida de Dios con los demás.

Pienso en una madre que da a luz a un niño, padres que trabajan para alimentar a sus familias, el cuidador que trae sanación y seguridad a los enfermos, los artistas que inspiran con sus talentos dados por Dios. Jesús ennobleció nuestra existencia humana al llamarnos a vivir nuestra existencia de carne y hueso como un don de Dios a los demás, porque Dios nos ha elegido, en nuestra existencia carnal, para ser los medios para compartir su vida divina. Por supuesto, la forma definitiva en que Dios ha hecho esto es a través de Jesús, el regalo total de su existencia carnal en la cruz.

La invitación a nosotros es bastante clara. Jesús quiere que miremos seriamente cómo vivimos nuestras vidas, a través de nuestro sudor y lágrimas, nuestras sonrisas y nuestro afecto, nuestro ofrecimiento a extender una mano a los oprimidos y la apertura de puertas a aquellos que están excluidos como momentos de gracia en los que Dios comparte su vida a través de la nuestra.

Jesús enseña de una manera que nos hace pensar. Y en estas lecturas de verano del Evangelio de Juan, él nos insta a reflexionar sobre nuestra participación en la Eucaristía como una invitación a volver a imaginar cómo vemos nuestra existencia carnal humana.

En vez de ceder a la tentación -en esta era de materialismo- de organizar nuestras vidas en torno a la búsqueda de comodidades y placeres efímeros, Jesús nos invita a no rehuir sino a valorar las oportunidades diarias de entregarnos a nosotros mismos por el bien de los demás, y de hecho, del mundo. Él ofrece esta invitación mientras celebramos la Eucaristía cuando dice: “Esto es mi Cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía”.

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