Cardenal Blase J. Cupich

Desarrollo profesional y pastoral de los sacerdotes

mayo 7, 2024

El proyecto de renovación de la vida parroquial en la arquidiócesis tiene muchas facetas. Entre ellas están la formación y el desarrollo continuo de nuestros sacerdotes. Con la ayuda de subvenciones de importantes fundaciones y donantes locales, hemos invertido en una serie de iniciativas nuevas destinadas a alentar y ayudar a nuestros sacerdotes a desarrollar sus habilidades de liderazgo, tanto profesional como pastoralmente.

El punto de partida es que nuestros sacerdotes participen en un proceso de revisión a través de una serie de encuestas que involucran a compañeros de trabajo y feligreses, así como también la autoevaluación de los sacerdotes. El enfoque se centra en medir cómo perciben el liderazgo del sacerdote los feligreses y aquellos con los que sirve. El programa, si bien no es una evaluación, es una oportunidad para que él obtenga información sobre su estilo de liderazgo para que pueda servir y colaborar mejor.

Específicamente, la encuesta aborda habilidades de liderazgo como la comunicación, la gestión/negociación de conflictos, sacar lo mejor de las personas, la apertura al aprendizaje, seleccionar y desarrollar personas, inspirar compromiso, la planificación y el establecimiento de metas, la flexibilidad. También invita a hacer comentarios sobre las competencias ministeriales del sacerdote como la predicación, el estilo litúrgico, el cuidado pastoral de diversos grupos como las mujeres, los niños y los marginados, la presencia pastoral y la capacidad de enseñar la fe.

Los datos recopilados permiten a los sacerdotes elaborar un plan de crecimiento y trabajar con nuestro personal para identificar los recursos que necesitan para seguir ese plan. Cuando el sacerdote solicite y sea eligible para un sabático, el plan de crecimiento es el punto de referencia para diseñar cómo utilizará su tiempo alejado de la parroquia para el desarrollo.

El programa de desarrollo de sacerdotes también proporciona un entrenador para ayudar al sacerdote en un área que él encuentre particularmente desafiante, como lidiar con conflictos y gestión del tiempo. También hay un recurso para mejorar la predicación, que está disponible gracias a una subvención especial que la arquidiócesis ha recibido.

Además, la arquidiócesis provee mentores para quienes son párrocos por primera vez, incluyendo sesiones de servicio para prepararlos para asumir los desafíos del liderazgo, no solo en términos de administrar la parroquia sino también al brindar cuidado pastoral.

Hace poco visité a algunos de los sacerdotes ordenados más recientemente acerca de estos esfuerzos y los animé a adoptar una visión a largo plazo de su ministerio. Sería fácil concluir que su formación termina después de 4-8 años en el programa del seminario, pero eso sería un error. Cada sacerdote debe buscar caminos para el desarrollo y crecimiento. Fallar en hacerlo la mayoría de las veces resulta en aburrirse de la vida y el ministerio y perder el entusiasmo que originalmente impulsó la vocación de servir como sacerdote.

Los urgí a que adopten el aprendizaje permanente y a que vean este programa como un regalo. En vez de verlo como una evaluación crítica de su desempeño, les pedí que vieran esto como una expresión del deseo de la Iglesia de invertir en su futuro de una manera que traerá satisfacción en los años venideros. Estos recursos están diseñados para asistir a cada uno de ellos mientras disciernen el movimiento del Espíritu Santo en sus vidas. También tienen la promesa de profundizar su relación con Jesucristo diariamente a través de la oración y el estudio, así como también a través de encuentros espirituales significativos con el Pueblo de Dios, quien ayuda a formarlos como sacerdotes.

Desde los primeros días de la Iglesia, los discípulos de Jesús han comprendido la necesidad desarrollarse y crecer en el ministerio. En su última carta pastoral, San Pablo escribe estas palabras a su joven compañero de trabajo Timoteo, que continúan inspirándonos en nuestros días: “Te aconsejo que reavives el don de Dios que has recibido por la imposición de mis manos. Porque el Espíritu que Dios nos ha dado no es un espíritu de temor, sino de fortaleza, de amor y de sobriedad”.

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