Cardenal Blase J. Cupich

La obra de Jesús se está cumpliendo en nuestro ministerio

martes, abril 9, 2024

El siguiente texto fue adaptado de la homilía del cardenal Cupich en la Misa Crismal, pronunciada el 26 de marzo en la Catedral del Santo Nombre.

“Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír”. El “hoy” al que se refiere Jesús en los Evangelios no se refiere a un período particular de 24 horas o a un ayer en particular en el que se pronunció la palabra “hoy”. Más bien es nuestro “hoy”, este momento en el que escuchamos esa palabra pronunciada.

Y así, cuando nos reunimos para esta Misa Crismal, nosotros quienes hemos sido ungidos en el bautismo y también aquellos de nosotros que usaremos estos óleos sagrados y renovaremos las promesas que hicimos el día que fuimos ungidos en el Sacramento del Orden, somos llamados a valorar el “hoy” de nuestro ministerio como el lugar que Jesús ha elegido para estar cerca de su pueblo.

Cada uno de nuestros días es este “hoy” de cumplimiento.

Las páginas del calendario pasan tan rápido que es posible que nos olvidemos de prestar atención a esto. Pero mientras mis hermanos sacerdotes y obispos y yo renovamos las promesas de ordenación en esta Misa Crismal, estamos invitados a hacer una pausa y recordar el día en que dimos por primera vez el resto de nuestros “hoy” a Jesús, para que él pudiera cumplir su obra en nuestro ministerio e inspirar a todos los bautizados en su cercanía a Cristo.

Una y otra vez en los Evangelios Jesús deja claro que él cumple su misión al estar cerca de las personas. Con nuestra renovación de promesas, se nos concede una gracia especial para recordar que al proclamar la Palabra, celebrar los sacramentos y pastorear a la comunidad, hacemos posible la cercanía de Jesús a su pueblo en cada era.

Acercarse a las personas siempre debe moldear nuestro ministerio, porque es la clave para la auténtica misericordia y verdad.  Como nos recuerda el papa Francisco, “la misericordia no sería tal si no se las ingeniara siempre, como ‘buena samaritana’, para acortar distancias”.

Pero las distancias también son acortadas por la verdad, “porque la verdad no es solo la definición que hace nombrar las situaciones y las cosas a distancia de concepto y de razonamiento lógico. No es solo eso. La verdad es también fidelidad (emeth), esa que te hace nombrar a las personas con su nombre propio, como las nombra el Señor, antes de ponerles una categoría o definir ‘su situación’… [siguiendo] la ‘cultura del adjetivo’”, como si el adjetivo de la persona fuera considerado como la sustancia. Es esta cercanía la que nos libera de “hacer ídolos con algunas verdades abstractas”, para que a través de nuestra cercanía la gente común pueda experimentar la “cercanía sanadora de la Palabra y de los sacramentos de Jesús”. (Papa Francisco, Misa Crismal, 29 de marzo de 2018).

Hace algunos años, en el bautizo de un recién nacido, se reunieron ambos lados de la familia, y los jóvenes padres estaban preocupados de que los suegros no se llevaban bien. Eso me recordó ese viejo dicho acerca de la diferencia entre suegros y forajidos: los forajidos son buscados.

Cuando llegó el momento para trazar la cruz en la frente del bebé, invité no sólo a los padres y padrinos a acompañarme, sino a todos los miembros de la familia. Y entonces el niño fue pasado de una persona a otra para trazar la cruz en su cabeza, y en ese intercambio se pudo ver que la tensión se disipaba cuando todos llegaron a apreciar que su amor compartido por el niño los unía; una nueva comunidad nació en el momento, en este “hoy” del renacimiento del niño en el bautismo.

Este es el privilegio que tenemos y con frecuencia debemos llevar momentos como este a nuestra oración para que nunca perdamos de vista cómo la gracia de Dios está activa en nuestros “hoy”, y cómo estos momentos nos permiten crecer en libertad para ser lo que Dios nos está llamando a ser.

Llevar estos momentos a la oración también nos ayudará a evitar un sentido distorsionado de privilegio, uno que tiene que ver con un estatus, un derecho, una ventaja, un beneficio o privilegios, algo que se nos debe, y que nos exime de estar sujetos a las reglas, dándonos inmunidad de tener que rendir cuentas.

Nuestro privilegio, en cambio, se trata de que se nos concede la oportunidad de ser parte de algo que no merecemos, de compartir el momento de la victoria de Cristo. Es el tipo de privilegio que siento al ser llamado a servir en Chicago, en recibir la oportunidad de ser parte de algo que nunca podría haber imaginado. Y así, hermanos míos, mientras me regocijo por el privilegio de que Jesús use mis “hoy” para cumplir todo lo que Dios ha prometido, oro para que ustedes también puedan encontrar ese mismo gozo en sus “hoy”.

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