Cardenal Blase J. Cupich

La cara humana de la inmigración

viernes, marzo 15, 2024

Como a menudo ha dicho el papa Francisco: “la realidad es más grande que las ideas”. Esa frase me viene a la mente cuando reflexiono sobre los comentarios malhumorados que se reportan en los medios de comunicación para vilipendiar a los migrantes que ingresan a Estados Unidos. Palabras como “criminales” y “terroristas”, entre otras representaciones que retratan a estas familias sufrientes como infrahumanas debido a su origen étnico o raza, son muy perturbadoras y simplemente erróneas. Estas palabras, y las ideas detrás de ellas, no coinciden con la realidad que nosotros como iglesia hemos experimentado durante siglos dando la bienvenida a los recién llegados.

Muchos miembros de nuestras propias familias que llegaron a estas costas con frecuencia fueron víctimas de esa retórica, y como resultado sufrieron mientras intentaban encontrar su lugar en la sociedad y una vida mejor y más segura para ellos y sus familias. Sin embargo, siguieron adelante e hicieron enormes contribuciones a la nación. Y hoy, cuando escuchamos las historias de los últimos migrantes y solicitantes de asilo, escuchamos una vez más historias de gran heroísmo de personas que simplemente quieren una vida mejor para ellos y sus familias, y que también tienen un profundo deseo de contribuir a nuestra nación, al igual que lo hicieron nuestros antepasados.

Recientemente recibí una actualización sobre cómo la Arquidiócesis de Chicago y Caridades Católicas están haciendo equipo con las parroquias y los gobiernos locales y estatales para ayudar a los solicitantes de asilo y migrantes que llegan al área de Chicago. A través de este esfuerzo de cooperación estamos asegurando entornos de vivienda seguros con la participación de seguridad en el lugar las 24 horas del día, los siete días de la semana, proporcionando servicios legales y de traducción y clases de ESL y acompañando a quienes sufrieron un gran trauma en el camino hacia los Estados Unidos al ofrecerles consejería.

La realidad es que los recién llegados están aquí y tienen necesidades que podemos ayudar a abordar. El trabajo que hemos hecho a través de asociaciones públicas/privadas, a través de actos privados de bienvenida y por supuesto con el apoyo de feligreses generosos, nos recuerda todo lo que podemos hacer cuando trabajamos juntos para dar la bienvenida al extranjero.

La Arquidiócesis está poniendo un énfasis especial en ayudar a los migrantes a hacer la transición más rápidamente hacia viviendas y empleos a más largo plazo. Entre más rápido los recién llegados experimenten estabilidad en sus vidas, más rápido pasaran a una vida independiente.

¿Qué hemos descubierto al ofrecer estos servicios? Hemos descubierto que estas personas están muy motivadas para trabajar y seguir adelante. Todos los días somos testigos con admiración de cómo aquellos que han conseguido empleo van a sus trabajos temprano en la mañana y regresan a casa tarde por la noche. Ellos quieren mejorar la suerte de sus familias y están dispuestos a sacrificar mucho por ellas.

Su ejemplo inspira a igualar la iniciativa de estas familias brindando servicios integrales para su transición hacia una vida independiente. Los hemos encontrado muy receptivos a nuestros esfuerzos para integrarlos a la sociedad, mientras trabajamos para ejemplificar valores fundamentales como respetar a los demás, trabajar duro, ser responsables y estar abiertos al aprendizaje.

Una vez más, los migrantes a los que asistimos están muy motivados para triunfar y convertirse en miembros que contribuyen a la sociedad, y es moralmente incorrecto degradar su dignidad humana. Deberíamos salir enérgicamente en su defensa.

Sin duda nuestro sistema de inmigración no funciona y necesita una atención seria. Y sí, Estados Unidos tiene el deber y el derecho de asegurar sus fronteras. Debemos ser honestos sobre la realidad de los recursos limitados cuando se trata de responder a aquellos que cruzan nuestras fronteras. Pero abordar estas preocupaciones recae sobre los hombros de nuestros líderes electos, quienes no deben eludir sus obligaciones convirtiendo en chivos expiatorios a quienes buscan una vida mejor, tal como lo hicieron nuestros antepasados.

Estoy agradecido por la generosidad de los donantes que han ayudado en estos esfuerzos de reasentamiento. Ustedes nos recuerdan nuestra obligación de acoger al extranjero, como Jesús enseñó en el Sermón de la Montaña. De hecho, proveer dicha bienvenida es una de las pruebas que Cristo estableció sobre cómo llegamos a reconocerlo en este mundo; y como él nos reconocerá en el próximo. Ustedes también nos recuerdan de que sospechemos de las ideas cuando se separan de las realidades.

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