Cardenal Blase J. Cupich

Sanar al enfermo, sanar relaciones

jueves, enero 25, 2024

En 1992, el papa Juan Pablo II convocó a un día de oración por los enfermos, que comenzó la práctica anual de la Jornada Mundial del Enfermo el 11 de febrero, la conmemoración de Nuestra Señora de Lourdes. Esto fue muy personal para el santo papa, ya que un año antes le habían diagnosticado la enfermedad de Parkinson, que padeció hasta su muerte en 2005.

Desde que Juan Pablo II llamó a un día de oración por los enfermos, él y sus sucesores han emitido un mensaje anual para arrojar luz al trabajo admirable realizado por aquellos que sirven en el ministerio católico de la salud y para llamar la atención sobre la importancia del cuidado de los enfermos como elemento central del ministerio que Jesús confió a la Iglesia.

Recientemente el papa Francisco emitió su mensaje anual, en el que nos llama a solidarizarnos con los enfermos, para que su dolor no se vea agravado por un sentimiento de aislamiento. Él comienza recordándonos que desde el principio de la creación, Dios siempre tuvo la intención de que la humanidad viviera en comunión y en relación de unos con otros. Leemos en el Génesis: “No conviene que el hombre esté solo”. No conviene porque contradice nuestra naturaleza de haber sido creados a imagen de Dios, quien es una Trinidad de personas, una comunión de amor dado y recibido.

Ese principio fundamental de nuestra fe; nos dice el Santo Padre, debería guiarnos cuando cuidamos de quienes sufren enfermedades. Cuidar a los enfermos ciertamente significa proporcionarles la mejor atención médica posible. De hecho, como sostiene el papa, todos tienen derecho a la atención de la salud y nunca debería considerarse un bien solo para aquellos que pueden costearlo. La atención de la salud es fundamental para el florecimiento humano, y las decisiones políticas sobre la atención de la salud deben centrarse en la dignidad de la persona humana y sus necesidades.

Pero la atención de la salud también debe apuntar a cuidar las relaciones, para ofrecer nuestro amor y compasión a quienes luchan contra la enfermedad, para que no se sientan solos. Nuestra iglesia local, en Chicago, fue guiada por este valor del Evangelio durante la pandemia de COVID-19, especialmente cuando recuerdo las docenas de sacerdotes que se ofrecieron como voluntarios para visitar a pacientes en el hospital, ungiéndolos y asegurándose de que no enfrentaran la hora de la muerte solos. Lo hicieron con un gran riesgo para ellos mismos. Fueron incansables al hacer múltiples visitas a los hospitales, incluso mientras el gran volumen de solicitudes aumentaba.

De manera similar, admiro a los numerosos enfermeros y personal hospitalario que trabajaron incansablemente para cuidar a los infectados con el virus mortal. Muchas veces se ofrecieron como voluntarios para grabar las visitas de los sacerdotes en sus teléfonos para compartirlas con las familias y los amigos de los pacientes. Este fue un gran consuelo para quienes se sentían indefensos al no poder estar presentes con sus seres queridos a la hora de la muerte.

Cuando nos preparamos nuevamente para celebrar la Jornada Mundial del Enfermo, recibimos textos del Evangelio de Marcos, en los que Jesús revela que fue enviado al mundo para sanarnos; del pecado, de la enfermedad, de la división y el aislamiento. Su ejemplo de sanación debe seguir guiando el alcance de la iglesia hacia aquellos que sufren enfermedades, como observa el papa Francisco: “Los enfermos, los frágiles, los pobres están en el corazón de la Iglesia y deben estar también en el centro de nuestra atención humana y solicitud pastoral”.

El Santo Padre concluye su mensaje hablando directamente a los enfermos y ofreciendo estas alentadoras palabras: “A ustedes que padecen una enfermedad, temporal o crónica, me gustaría decirles: ¡no se avergüencen de su deseo de cercanía y ternura! No lo oculten y no piensen nunca que son una carga para los demás”. 

La celebración de la Jornada Mundial del Enfermo proporciona la oportunidad de agradecer a todos aquellos que diariamente cuidan a los enfermos y vulnerables en hospitales, residencias de ancianos, servicios de hospicio, así como también a aquellos que ofrecen cuidado pastoral a través de los servicios de capellanía. Ellos también necesitan cuidado. También debería inspirarnos a continuar la misión de Jesús al hacer todo lo posible por estar cerca de quienes sufren enfermedades pero también por sanar aquellas relaciones en nuestras vidas que pueden dejarnos a nosotros y a otros aislados unos de otros, y causar tanto sufrimiento innecesario en nuestro mundo.

El texto completo del mensaje del papa se puede encontrar en  https://www.vatican.va/content/francesco/es/messages/sick/documents/20240110-giornata-malato.html

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